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Christopher Morgan.

Se quedó observando la ventana más de lo debido, apagué todo y tomé su cintura saliendo de la central.

—¿Qué haremos después de cenar? —me preguntó

—Lo que quieras.

Asintió, le abrí la puerta del auto y se inclinó para entrar, no dudé en desviar la mirada hacia su culo y es que Julinha tenía un cuerpo muy voluptuoso.

Me subí y manejé hasta el restaurante, Julinha se cruzó de piernas y me miró fijamente, fingí no darme cuenta.

—¿Tu aventura con Rachel ya terminó? —me preguntó directamente— Bratt es importante para mi, y no me gusta estar en medio de su triángulo amoroso.

—Rachel y yo nunca tuvimos nada, solo nos acostamos un par de veces. —le dije y la miré

Julinha tenía una mirada muy expresiva, sus ojos eran brillantes, las pestañas y las cejas eran espesas, los labios gruesos y la nariz delgada.

—Bueno…

—¿Me quieres preguntar algo más? —continúe con la vista al frente 

—¿Te vas a acostar con otras mientras estés conmigo? Porque me gusta la exclusividad y si no me la das buscaré quien me la de.

—¿Exclusividad?

—Dudo que conozcas el significado de la palabra. —dijo soltando una risa sarcástica

Llegamos y le di las llaves del auto al portero, entramos y tomé su cintura pegándola a mi.

Robó miradas, muchos hombres se quedaron tontos al verla y, ¿Quién no lo haría? Con ese vestido, esa piel, esos rasgos, ese cabello, esas tetas y ese culo es imposible no girarte a verla.

—Si quieres exclusividad te la daré entonces. —le susurré

Le extendí el asiento y nos sentamos frente a frente, se inclinó un poco y mi mirada cayó en su escote.

—Qué vista más hermosa. —dijo observando por la ventana

No pude estar más de acuerdo, la vista de sus senos apretados era más que placentera, me acomodé en la silla y miré por la ventana también.

El río Támesis y la noria estaban a través del vidrio, el cielo estaba estrellado y se veía el Big Ben.

—¿Te gusta Londres?

—Tiene su parte linda, pero me quedo con mi país, sinceramente. —me dijo— El ambiente de Colombia no lo tiene otro país, es simplemente único.

—¿Planeas volver?

—Por supuesto, apenas termine de trabajar con usted me voy a mi país.

—Son tres años de contrato.

—Lo sé. —me respondió

Nos trajeron el menú y empezamos a comer.

—Vamos a bailar. —me dijo y fruncí el ceño

—¿Tango?

—¡No! Vamos a una discoteca de “mala muerte” y bailemos. —me dijo— Me cansa el ambiente aburrido.

—Cómo quieras, pero no creo que ese vestido te permita bailar. —le dije bebiendo vino

—Deben haber tiendas por aquí cerca.

—Tiendas dónde un vestido vale lo que cuesta una casa.

—¿Y? Para algo tengo dinero, ¿No? ¿O me lo vas a pagar tú? —me dijo sonriendo con cierta picardía

Me removí, la erección que tenía desde que ella estaba en mi despacho estaba empezando a dolerme y solo conseguía que me cabreara más.

—Vamos.

Tomé su mano sacándola del restaurante, entramos a una tienda y ella empezó a quitarse las joyas caras.

—Déjate el brazalete, se te ve bien.

Asintió, tomé un vestido blanco, era corto y tenía una apertura en la pierna, se cruzaba en la espalda y estaba seguro de que se le vería increíble.

Lo pagué y ella se metió al vestuario a cambiarse, me entró una llamada y contesté.

—Coronel, he pensando las cosas y me gustaría que nos viéramos para discutirlas. —la voz de Rachel me sacó una mueca

—Teniente, ya le aclaré las cosas y prefiero olvidar que nos acostamos.

—No volveré a tocar ese tema, pero necesito verlo.

—Rachel- —me quedé mudo

Julinha salió del vestuario con el vestido, no parecía un vestido, parecía una segunda piel que se aferraba a cada extremo de su cuerpo, el reloj de arena que se formaba era satisfactorio de ver, las tetas se veían en total esplendor, las piernas, los muslos, se dio una vuelta y me quedé embelesado con el culo en forma de corazón.

Se veía tan follable.

—¿Coronel?

—Tengo cosas más importantes que hacer, no me busque más, teniente. —colgué

—Con este vestido se me van a arrimar muchos. —llegó hacia mi y me pasó los brazos por el cuello

—Que lo haga, total estás es conmigo y no con cualquier pordiosero. —murmuré

Bajé mis manos a su culo apretándolo con fuerza, ella se rio y traté de besarla, pero me lo impidió.

—Aún no es momento, coronel. —me susurró

Tomé su mano llevándola a mi entrepierna.

—Me va a explotar el pantalón. —le dije— ¿Cuánto más voy a tener que esperar?

—Yo también estoy así, tan húmeda que tuve que quedarme sin ropa interior, señor Morgan.

Me dio la espalda saliendo de la tienda, iba sin bragas y me lo decía tan relajada. Esta mujer me estaba provocando un deseo que jamás había sentido.

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Solo Conocidos. (C.M)Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ