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—Mientes.

—No tengo porqué hacerlo, muñeca. —la sonrisa en su cara solo me confirmaba que era el peor hijo de puta del mundo

Le di la espalda yéndome al hotel, entré en mi habitación y empecé a empacar todo.

No iba a trabajar con él, me iba a devolver a Colombia y todo volvería a la normalidad.

—¿Te vas? —la voz de Sabrina me dieron ganas de llorar

—Creo que estoy enferma. Me siento mal. —le sonreí

—¿Qué pasó abajo? Oí algo de que una chica abofeteó a un hombre. —me preguntó sentándose en la cama

—No lo sé, no me di cuenta.

—No te vayas, vas a trabajar y no tendremos tiempo para estar juntas.

—Sacaré tiempo, lo prometo, pero debo irme. —le sonreí— ¿Sabes dónde he dejado mi teléfono?

—Vi que Rachel lo cogió, seguro lo tiene ella. —murmuró

La abracé y me despedí. Fui a la habitación de Rachel, toqué y oí pasos apresurados, pero no abrían la puerta.

—Rachel, necesito mi teléfono. —murmuré

Oí la voz de un hombre, podía jurarlo, y lo confirmé cuando el que me abrió la puerta fue el coronel y no Rachel.

—¿Te vas? —me preguntó Rachel apenada

—Parece que soy la única con sentido común aquí. —le arrebaté mi teléfono

—Julinha… no te vayas, me iré yo, ¿Si? —me dijo la pelinegra

—No…

—Julinha, ¿A dónde vas con esa maleta? —casi me da un paro al oír la voz de Martha Lewis

—Eh…

—A ninguna parte, la que se va soy yo. —dijo Rachel escondiendo al coronel

—¿Por qué? ¿No te gusta el lugar?

—Luisa está enferma, no tiene quién la cuide y es mejor que vaya. —le dijo Rachel

—Oh, está bien, te acompaño abajo, querida. —le dijo Martha

Rachel se vistió como pudo, empacó todo y salió, se despidió con una sonrisa vergonzosa y se fue. Me quedé ahí de pie sin saber qué hacer.

—¿Quieres terminar lo que empecé con Rachel? —me preguntó el coronel y rodé los ojos yéndome nuevamente a mi habitación

Él me siguió por alguna razón, empecé a desempacar nuevamente con él mirándome.

—Traté de encontrarte después de esa noche, estás bien cuidada. —me dijo y me ericé, ¿Por qué me había buscado?

—Salga de mi habitación, coronel. —le dije sin mirarlo

—Aquí no soy coronel, me puedes decir Christopher.

—Váyase.

—¿Por qué? ¿No te resistirías a mi si me quedo más tiempo?

Me reí levemente y lo miré. —Tengo algo que las demás no, coronel, y se llama autocontrol.

—Esa noche no parecidas tenerlo mientras gemías.

—Esa noche nunca pasó, yo no sabía quién era usted y usted no sabía quién era yo, bórrelo de su mente que eso no volverá a pasar nunca.

—Siempre obtengo lo que quiero.

—Pues aquí está la excepción, coronel.

Le di la espalda saliendo de la habitación, escuché su risa detrás de mi y seguí caminando.

—¿Por qué te haces la difícil?

—Ya le dije que me deje en paz. —murmuré apresurando el paso

—Vas a ser mía.

—Siga soñando.

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Solo Conocidos. (C.M)Where stories live. Discover now