Dos Destinos

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La luz de la luna penetró a través de los intersticios de las piedras de la prisión subterránea. Solo la patrulla regular llegaba a romper el pesado silencio que allí reinaba. La noche progresó sin que Mujika lograra dormir. Agotada, permanecía acurrucada sobre sí misma e inmóvil.

(Mañana...)

Pensó. Mientras esperaba su muerte en esta atmósfera pesada, escuchó débiles ruidos en la oscuridad. Miró hacia arriba con recelo, buscando el origen de los continuos y misteriosos sonidos.

_Ah...
El perro de enfrente estaba rascando las piedras del suelo. Había estado tumbado por un rato, y luego, como si hubiera recordado algo, intentó cavar el suelo entre los barrotes. Sin embargo, no había un espacio lo suficientemente grande entre las piedras. Las garras de un perro nunca serían suficientes para cavar un hoyo. Mujika lo observó durante un rato.

_No hay nada que pueda hacer, pero...

Susurró, moviendo su cuerpo debilitado más cerca de las rejas.

_Al menos puedo intentar liberarte.
Miró al perro demacrado y luego miró su miserable jaula de nuevo.
A diferencia de su mazmorra, no estaba cerrada con un candado sólido. Solo una pequeña barra transversal bloqueaba la apertura de la puerta. Probablemente era una jaula para pájaros u otros animales. Mujika buscó a tientas el suelo y recogió una piedra que lanzó al travesaño. El sonido del impacto resonó mucho más fuerte de lo que había imaginado. Sorprendida, encorvó su cuello y luego contuvo la respiración por un momento. Afortunadamente, el guardia no apareció. Ella recogió una pequeña piedra de nuevo. Los tiros lograron dar en el blanco, pero no movieron el pequeño travesaño.

(Mientras esté aquí, tengo que seguir intentándolo.)

Pensó. No sabía si lograría su objetivo con ese método, pero persistió en recoger piedras y tirarlas.
Cuando llegaba el guardia, ella volvía a acurrucarse en un rincón de su mazmorra y golpeaba una piedra en el suelo. Al principio, el guardia le ordenó silencio, pero finalmente dejó de preocuparse, pensando que era una forma triste de matar el aburrimiento. La intención de Mujika no era solo engañar al guardia sobre el origen del ruido, sino también desviar su atención hacia ella. Si, por desgracia, el guardia volvía a colocar el travesaño de la jaula del perro, todo tendría que rehacerse, y ella no tenía el tiempo para empezar de nuevo.
Cuando las piedras que tenía a mano empezaron a agotarse, comenzó a rascar las paredes y el suelo con las uñas. Esperaba que esto desprendiera piedras delgadas de las grietas, pero estos fragmentos no fueron tan fáciles de obtener.

_Ay...

_Guau ...
La voz del perro rompió el silencio y la sacó de sus pensamientos. El animal emitió un gemido bajo a la chica que estaba enfrente de él. Mujika sonrió al mirarlo a los ojos.
_Ah, sí...
Su herida ya estaba curada y una uña nueva había ocupado el lugar de la otra. Esta velocidad de recuperación era bastante normal para su especie, pero probablemente bastante aterradora desde el punto de vista de otros seres vivos. Pero nacieron así. Mujika apretó su mano ahora curada.
_¿Qué es la sangre?

Aunque su sangre estaba maldita, no fue ella ni su poder lo que la hizo quien era. Fueron sus elecciones de vida y en lo que ella creía. Mujika agarró otra piedra y se volvió hacia la jaula.

(Por favor, alcanza tu objetivo.)

Era la última, ya no le quedaba ninguna para tirar. Pasó el brazo por entre los barrotes de su mazmorra y arrojó la piedra en dirección a la jaula. La piedra aterrizó bien en el travesaño, que hizo un ligero ruido metálico al golpear el terreno.
_Esta fuera.

Festejó en voz baja.

_¡Date prisa, vete! ¡Huye!
Mientras la escuchaba, el perro no se movía ni un centímetro. Se quedó allí, mirándola en silencio. No importaba cuánto lo intentara. Señaló con el dedo la puerta, pero él no se movió.

THE PROMISED NEVERLAND novels Y Extras(EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now