Dos Destinos

6 0 0
                                    

Sus pensamientos eran confusos, tan nublados como la niebla.
Un hombre se arrastraba por el suelo.
Miró con confusión su brazo extendido. No entendía por qué estaba tan horriblemente distorsionado, hasta el punto de parecer el de un insecto.
Seguramente había sido atormentado por la impaciencia y el miedo durante un tiempo, pero no podía recordar por qué.
Ya no recordaba su identidad, la familia que había querido salvar, ni las ruinas que lo rodeaban, que aún eran su pueblo natal.
Solo tenía hambre.
Una sombra apareció en su campo de visión. Intentó concentrarse y esta figura se convirtió en la de una joven que parecía estar sosteniendo comida en su mano. ¿Era realmente comida? No importó.
Un solo pensamiento se le pasó por la cabeza:

(Quiero comer.)

Intentó moverse, pero su el cuerpo no se lo permitió.
Intentó hablar, pero de su boca seca sólo salió un sonido ininteligible.
Las pupilas de la joven temblaron al observar al lamentable hombre a sus pies.

_Bebe mi sangre.



Mujika se arrodilló frente al hombre desfigurado. Ella tomó un pequeño sacó una daga de su bolso y se cortó la muñeca sin dudarlo. Ella birtió la sangre en un cuenco que luego le entregó.
Se llenó la boca con la bebida.
La sensación de hambre que devoraba su cuerpo disminuyó, al igual que el niebla que nublaba su mente.

_Ah...

Sorprendido, miró fijamente a la chica que estaba en frente. No tenía idea de lo que pasó, pero ahora de algún modo recordaba todo y el su cuerpo y cómo había terminado allí.

(-¡Ayúdanos! ¡Mi familia! ¡Los aldeanos!)

En este pueblo, el suministro de carne humana procedente de las granjas había disminuido, cesó tanto que incluso los niños habían sufrido degeneración.

_Todo está bien, ya no tienes que preocuparte.

Respondió Mujika con calma al hombre que se aferraba a ella, suplicando por su ayuda. Los rayos del sol atravesaron las nubes bajas e iluminaron de atrás a la chica.

_Ya no necesitas mi sangre. Ahora tienes el mismo poder como yo.

Su mano, que él había mirado tanto, había vuelto a su lugar y forma original.
Hace trescientos años se había hecho una "promesa" entre ellos y los humanos. Estos dos bandos que habían luchado y matado unos a otros durante tanto tiempo, habían puesto fin a la guerra dividiendo el mundo en dos y prohibiendo todo contacto entre los dos lados.
Ellos, mantien su forma e inteligencia cazando y alimentándose de carne humana, habían construido granjas.
Estos establecimientos les permitieron criar seres humanos para sustentar ellos mismos. Sin embargo, no había suficientes granjas. Su producción no fue suficiente para abastecer a una población en constante crecimiento.
En zonas donde la carne de calidad era escasa, las degeneraciones eran comunes.
Estas transformaciones físicas y mentales, ocurren en mas de una generación, y esto como consecuencias de lo que su cuerpo absorbió de sus alimentos.
Entonces fue ampliamente aceptado considerar el consumo de carne humana como el único remedio viable.
Las piezas premium, sin embargo, estaban reservadas para la familia real y la nobleza.
En cuanto a los aldeanos, sólo pudieron presenciar impotentes la regresión de sus seres más cercanos.
Eso es lo que todos creían.

_Ah, nuestra salvadora ...

Un niño que había sufrido degeneración ahora dormía profundamente en los brazos de su madre, habiendo recuperado también su apariencia.
El padre los estaba abrazando a ambos.

_Muchas gracias.

_Ahora ya no tienes que preocuparte por tu comida.

Miró a todos los aldeanos aliviados. Su rostro se iluminó con un sonrisa.

THE PROMISED NEVERLAND novels Y Extras(EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now