Capítulo 47

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CAPÍTULO 47

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El abatimiento casi pudo habérsela tragado viva.

—Ahora cuéntame, ¿qué planeabas hacer? Y no me mientas, porque tu decisiva mirada no puede pasar por desapercibida ante mí.

—Ir a por el último medallón. Pero primero, debo encontrar mi cuerpo. —Acabé de tomar la decisión final al plan que había estructurado momentos atrás. No podía sentarme a esperar con calma después de lo ocurrido con Ashton.

—No podrás evitar convertirte en otra pieza de la colección de estatuas, a menos que portes uno de los medallones, lo que no es buena idea, ¿sabes?

—No lo haré, no me llevaré ningún artilugio que vayan a echar de menos. —Intenté moverme, pero ella se antepuso a mi paso.

—Entonces...

—Mikkel —resoplé con irritación—. Necesito una de esas tajas de fruta seca que guarda en el bolsillo de su pantalón. Ahora, ¿puedo pasar?, o tendré que cruzar con todo y tu cuerpo transformándose en una horrible patata carbonizada.

—¡Ah!, ya entiendo a dónde te diriges. —Iba a cederme el paso, y un segundo después volvió a bloquearme el camino—. ¿No sería más fácil acorralar al mono?

—¿Te estás escuchando? Es una alarma que se enciende contra todo.

—Claro —aseveró, dilatando su respuesta—. Me dejarás ayudarte, ¿cierto?

—Esto no es un juego.

—Lo sé perfectamente.

—Entonces, déjame pasar.

—Lo haré. Solo si prometes que me dejarás ayudarte.

Observé el par de aceitunas que tenía por ojos. No se iba a mover, y mi consciencia tampoco iba a permitir que me arrojara sobre ella.

—Bien. —Me di por vencida—. Adelante.

—¿Promesa?

—Sí, sí. Lo que sea.

—Después de ti. —Hizo un ademán para que entrara primero.

Sin rechistar y rodando los ojos fuera de su alcance, por fin lo conseguí.

El escenario, dentro de la estrella blanca, se desplegaba como un balcón antiguo, cubierto por un techo diáfano que dejaba entrever la majestuosidad del cielo nocturno. Desde allí, se contemplaba un antiguo pueblo que evocaba recuerdos de las serenas calles de Port Fallen. Las casas, estrechamente alineadas, formaban un laberinto urbano de encanto único. Una brisa fresca acariciaba mi piel, mientras el firmamento nocturno se desplegaba sobre nosotros, adornado con un vasto tapiz de estrellas titilantes, cada una como una joya celestial en el infinito lienzo del universo.

La sombra de los caídos ✓Where stories live. Discover now