Zara acepta el reto de su mejor amigo: invocar a Ashton, el supuesto dueño del circo que se manifestará para reclamarla como suya.
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El Circo de la Muerte, como se le conoce en las leyendas, se desvaneció en las sombras de Port Fallen hace alreded...
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CAPÍTULO 49
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Expulsada por el suelo, emergí del hoyo, aliviada al comprobar que no me petrificaba como aquellos en la feria, así que el amuleto de Mango funcionó.
Desde mi elevación, vislumbré la vasta extensión del suelo, revelando la carpa del Stjerne Circus enterrada en el lecho seco del lago, una tumba de arena que se mimetizaba con el paisaje desértico.
A medida que mi altura aumentaba, las tinieblas se disipaban, permitiéndome distinguir también los contornos y formas sombrías, como un retrato diseñado con carboncillo. Las embarcaciones del puerto, varadas y engullidas por la arena, se asemejaban a esculturas de carbón dispersas por la playa.
A mi izquierda, vi Port Fallen marchito, sus edificaciones fusionadas con el suelo renegrido que se elevaba en partículas opacas, formando un aura lóbrega sobre el pueblo. Más allá, un bosque de árboles esqueléticos parecía jengibres negros, mientras el vetusto faro se alzaba como la carcasa de un micrófono agujereado en la cima del desfiladero.
La superficie terrestre siguió alejándose y fui perdiendo velocidad.
el horizonte apenas perceptible, una nube densa parecía alimentarse de las partículas de arena
Un resplandor en el suelo llamó mi atención mientras la pelota giraba en esa dirección en respuesta a mi movimiento de cabeza. Se movía igual que una estrella fugaz en el cielo nocturno, tropezando con cada imperfección del suelo, como el mítico Pinball 3D, hasta que impactó contra un montículo y la arena salpicó por todas partes.
Dentro de la pelota, uno de los gemelos giraba a una velocidad vertiginosa, provocando cambios furiosos en la dirección del objeto. Dos rayos de luz se dispararon desde ella, perforando el suelo y suspendiéndola como un caramelo clavado en la arena. Luego se curvaron y se alinearon, permitiendo que la pelota se moviera nuevamente, esta vez con extrañas piernas luminosas que echaron a correr. Mientras tanto, un gran muro de arena se levantó más adelante.
Intenté girar la pelota para ver qué estaba sucediendo, pero de inmediato, me encontré cayendo de espaldas al suelo.
Mirando hacia el cielo anubarrado, recordé lo que en una clase aprendí. Las nubes grises tenían ese color porque poseían demasiadas partículas de agua líquida y sólida, razón por la que la luz no podía atravesar su densidad por completo. Entonces fue fácil deducir que la oscuridad se concentraba a partir de ahí, sumergiéndolo todo hasta lo más profundo.
Las nubes en el mundo de las sombras parecían pesadas y densas, como si estuvieran saturadas de partículas. Esta oscuridad ocultaba el mundo normal bajo un manto opresivo, creando una especie de cárcel visual.
