Capítulo 41

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CAPÍTULO 41

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Estaba fuera de mi cuerpo. Podía verme ahí, tirada sobre la arena. Todo se veía más claro, como si, en segundos, hubiera pasado de ser media noche a la tarde del siguiente día.

Tampoco existía el cansancio. No había nada más que una extraña atracción y ligereza, por la que temía que, al dar un primer paso, fuera a despegarme del suelo y flotar en dirección al cielo como un globo con helio.

Avancé temerosa, y me quedé quieta al advertir aquello que iluminaba mi cuerpo en el suelo. Provenía de mi estómago, del sitio en el que se encontraba mi mano. Una vez más, era obra de los anillos.

El resplandor aumentó, tomando la apariencia de ondas eléctricas azulinas que se arrojaron sobre mi yo consciente. Por cada uno de ellos, experimenté hormigueos con demasiada lucidez. Eran descargas eléctricas.

¿Cómo conseguí que algo así sucediera?

Tuve un déjà vu al recordar la ocasión en la que Dallas se presentó ante mí. Ocurrió después de presenciar la muerte de Ashton en el incendio, y mientras era obligada por mis piernas a salir de la carpa de indumentaria, él se manifestó con esta misma apariencia, señalándome que me había dado sus anillos.

Para comprobar, miré hacia mis manos. Tenía un aspecto transparente. Podía ver a través de mí. ¿Sería este mi espíritu? Y el tipo de ondas que me esquematizaban, eran las mismas que figuraron a Dallas cuando falleció en el gimnasio. De esta manera me mantenían conectada a mi cuerpo.

—¿Morí? —La voz se me atoró en la garganta.

—No lo creo. —Runa inclinó el cuerpo a la distancia para verme lo mejor que podía—. Sigue intacto en este mundo. Parece que hiciste funcionar un nuevo anillo, el azul. Pero no entiendo por qué las piezas de la fuente de poder de los medallones también están brillando. A más del evidente viaje astral, ¿qué acaba de pasar aquí?

—No lo sé. —Me apresuré a responder—. Solo deseé poder ver a Ashton, y entonces el anillo... —No conseguí finalizar. Él se había acercado demasiado. Sus manos se apretaban a sus costados, como si se contuviera de algo.

Mientras lo examinaba de pies a cabeza, me pregunté si acaso el enojo podía más que el miedo, pero no debía ser esa la razón de que lo estuviera viendo. Más bien, la causa era gracias a lo que había ocurrido con mi cuerpo y mi espíritu separados.

Ashton tenía la intención de tocarme, pero a mitad del camino vaciló porque yo estaba compuesta de luz.

Esta situación no parecía real, y tan impresionada me encontraba como para haberme fijado antes en que, dentro de toda su belleza, ahora también había una característica salvaje. Su rostro lucía sombras que remarcan el puente de su nariz, párpados y pómulos. También tenía los labios de un plomizo azulado y el brazo izquierdo teñido de negro. Eso, superficialmente. ¿Cuánto más habría avanzado su transformación?

La sombra de los caídos ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora