CAPITULO 22

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POCHE se apresuró a guardar los cambios que había hecho en su artículo un segundo después de que el teléfono de la habitación repicó. Frunció el entrecejo; solo podría ser Andrés para ponerse de nuevo a su orden para el siguiente día. Se estiró hacia la mesa de noche justo cuando sonaba el tercer repique.
POCHE📞: Diga. ​
XXXXX📞: Buenas noches, señora. Disculpe la molestia. La señorita DANIELA CALLE la solicita —le anunciaron. ​Algo en el estómago de POCHE se removió; no supo qué, ni por qué, pero el tirón fue relativamente fuerte. Y sonrió. Sonrió porque en ese lugar solo conocía a una DANIELA. ​
POCHE📞: Por favor, que pase. ​
XXXXX📞: La acompañarán a su habitación. ​
POCHE📞: Gracias. ​
Y POCHE hizo a un lado la laptop que tenía delante de sí y se levantó casi de un salto de la cama. Se paró frente al espejo y peinó sus cabellos con los dedos, poniéndolos en su lugar. Consideró su imagen, llevaba un jean y una camiseta de algodón de color blanco que le quedaba algo ajustada; con un gesto le dijo al espejo que estaba conforme y se dirigió a la puerta. La abrió y bajó las escaleras. Y justo cuando las bajó, vio a DANIELA que salía del lodge y se dirigía hacia ella; la acompañaba una chica con la que charlaba con familiaridad. ​Sus ojos se encontraron cuando DANIELA estaba a unos pocos metros de alcanzar el pie de la escalera. ​
DANIELA: Hasta aquí está bien —le dijo a la chica que la acompañaba y esta miró a POCHE, le sonrió y se dio la vuelta. ​DANIELA se detuvo como a un metro de ella, respetando su espacio. Se detuvo y asomó una ligerísima sonrisa, como era habitual en ella. Pero la sonrisa de POCHE sí que fue amplia. ​
POCHE: Hola —la saludó. ​
DANIELA: Hola. Dijiste que querías las fotografías y... ​
POCHE: ¡Sí! —la interrumpió—. Por favor, entra —le pidió. DANIELA asintió y la siguió subiendo la escalera hacia la habitación manteniendo la misma distancia. POCHE abrió la puerta y le permitió entrar—. ¿Fue muy difícil encontrar el lodge? ​
DANIELA frunció el entrecejo y su ligera sonrisa se acentuó un poquito más. ​
DANIELA: Sí, un poco. ​
POCHE: Sí, es todo un lío. ¿Quieres tomar algo? —le ofreció, pero luego dudó—. Bueno, podemos bajar y tomar algo. ​

Alguien vio eso que ella creía inaccesible para los demás. ​Y para mayor sorpresa, se lo decía una mujer que apenas conocía. Una mujer de la que desconfiaba, pero que insistía en aparecer en su mente para hacerle dibujar trazos en blanco y negro llenos de colores que comenzaba a descubrir. ​Y POCHE la vio tragar saliva, porque se sentía extraña cuando alguien podía leerla así, como ella. ​POCHE: No vas a salir corriendo, ¿cierto? —le preguntó. ​Y de nuevo DANIELA se sorprendió porque eso era precisamente lo que quería, salir corriendo y escapar de ahí. ¿Fue por eso que Laura huyó?, se preguntó.

POCHE: Entonces mantengamos a Laura fuera de esto —le propuso—. Me gustaría ser tu amiga. A mí también me pareces interesante. ¿Cuándo vas a prestarme ese libro que me prometiste? —cambió de tema para quitarle tensión al momento. ​DANIELA mostró una sonrisa genuina. ​
DANIELA: Aún no lo termino. ​
POCHE: frunció los labios. ​
POCHE: Eres lentita.
​Y ella no tuvo segundas intenciones al decir eso, pero los ojos de DANIELA se entornaron como advirtiéndole que fuera con cuidado. Le sonrió en respuesta y logró ver de nuevo su expresión divertida. Vaya que había que luchar con ella para ver un poco de ese encanto que ocultaba detrás de su imagen serena y reservada. ​
DANIELA: ¿Vas a ver las fotos? ​
POCHE: Por supuesto —respondió POCHE con los ojos iluminados como una niña. Fue a la cama y tomó la laptop, la llevó a la mesa que estaba en una esquina de la habitación—. Ven —la invitó a sentarse a su lado. ​
DANIELA le entregó la memoria y luego tomó asiento, pero POCHE notó que alejó un poco la silla de ella para mantener la distancia. ​
DANIELA: Creo que van a gustarte. ​
POCHE: Eso es seguro —dijo mientras insertaba la memoria en la ranura de la laptop—. ¿Vas a decirme alguna vez en qué trabajas? ​
POCHE habló sin mirarla, como aparentando que su interés era casual, pero DANIELA sabía que esa pregunta que le había hecho en el yate, en algún momento volvería. Y no se equivocó. Y de esa manera se dio cuenta que la española no mintió cuando le dijo que era periodista. ​
DANIELA: Soy abogada, como te dije. Doy asesoramiento legal a algunas empresas. ​POCHE: ¿Solo asesoramiento? ​
DANIELA: Mayormente. No quiero... permanecer en una oficina todo el día. ​
POCHE la miró. ​
POCHE: Tu amor por la libertad es algo que descubrí cuando conducías el yate. Te veías... feliz —susurró al final. ​DANIELA clavó la mirada en sus ojos, completamente sorprendida. Sí, amaba la libertad. Por eso amaba la naturaleza y el arte en todas sus expresiones. La naturaleza era libre, al igual que el arte, con sus formas, colores, gestos, sentires, que le permitían al ser humano expresar sus más agobiantes, delirantes y fascinantes sentimientos. Y por primera vez en su vida, alguien se lo decía. ...

Ella no es una estrella de cine, ni nada por estilo. DANIELA sonrió con ironía, como si ella estuviera gastándole una broma. ​
DANIELA: De acuerdo, POCHE , no sé cuál es tu juego. Vine aquí porque ayer me mostraste otro lado de ti. Un lado que no tiene, ni de lejos, matices de misterio y me resultaste, a pesar de mis dudas, una mujer agradable e interesante. Pero ahora vuelves con tu obsesión con Laura y en ese juego sí que no voy a caer. Porque sea lo que sea que quieres con ella, no te voy a ayudar, ni seré un medio para llegar a ella.
​Y DANIELA dijo todo eso manteniendo su cuerpo firme, tenso, apenas moviendo la mano derecha en el aire para darle énfasis a sus palabras. Al final juntó el pulgar y el índice como si le diera una advertencia. Y sus ojos, donde guardaba su carácter, esos brillaban con una mezcla de rabia, desconcierto y desconfianza, que casi iluminaba la noche afuera. Pero de todo lo que ella dijo, solo hubo una cosa que se quedó dando vueltas en la mente de la periodista. ​
POCHE: ¿Te resulté interesante? —preguntó arqueando ligeramente una ceja. ​Y DANIELA retrocedió un paso. Y respiró profundo como si lo último que esperaba fuera esa pregunta. ​
DANIELA: Trato de decirte que no permitiré que le hagas daño a mi amiga, ¿y eso es lo único que te interesa? ​
POCHE: Nos conocemos poco, pero es la única vez que has dicho algo de lo que piensas de mí. Eres una especie de caja fuerte, DANIELA. Cuesta saber lo que piensas y algunos —alzó la mano para señalar que ella era uno de esos algunos— queremos saberlo.
​Y así, POCHE vio como esa mujer mostró su mirada intensa, esa que ponía cada vez que pensaba cuál sería su siguiente paso. Ya conocía ese detalle de ella; DANIELA pensaba demasiado las cosas. Hasta parecía que necesitaba pensar si debía sonreír o no, a tal o cual cosa. ​
DANIELA: Eres agradable e interesante cuando no estás preguntando por Laura —dijo mirándola intensamente a los ojos. ​Y de nuevo POCHE sintió el tirón en su estómago. ¿Serán las empanadas que desayuné? ​

DANIELA se removió y por primera vez echó un vistazo alrededor. POCHE la observó mirar, se preguntó qué le parecía el lugar y qué estaría pensando. ​
DANIELA: Te traje las fotos —dijo sin responder a su ofrecimiento y metió la mano en el bolsillo de su jean. Al sacarla, le mostró la memoria portátil. ​POCHE la miró a los ojos. ​
POCHE: Pensé que ayer habíamos superado esa etapa de no confío en ti —dibujó comillas en el aire para resaltar las últimas cuatro palabras. Dio unos pasos y se acercó un poco a ella—. Respóndeme, DANIELA, ¿es solo conmigo que eres así? ​
DANIELA: No. ​
POCHE: O sea, ¿que no es personal? — DANIELA negó con la cabeza—. Eso me da un poco de alivio. Pensé que tus reservas eran porque acoso a tu amiga. ​
DANIELA: ¿La acosas? ​
POCHE: Un poco, sí —admitió sin más. ​
DANIELA: ¿Por qué? ​
POCHE: Porque hay algo de ella que me interesa. ​
DANIELA: ¿Su cama? ​
POCHE notó la tensión de DANIELA tras hacer la pregunta en su expresión corporal y la forma en que, casi imperceptiblemente, entornó los ojos. Incluso le pareció que contuvo la respiración. ​
POCHE: No. ​
DANIELA asintió. ​
DANIELA: ¿Qué es lo que quieres con Laura? —disparó a quemarropa. ​
POCHE: ¿Qué tanto conoces a tu amiga? ​
DANIELA: Más de lo que quisiera —respondió midiendo también su reacción—. ¿Por qué vuelves con ese tipo de preguntas? ¿Quién eres, POCHE? ​
La periodista tuvo que tomarse unos segundos para considerar qué responder a esas preguntas. Laura había mantenido oculta su identidad como DANIELA por alguna razón. Tenía que ser poderosa esa razón para mantenerse bajo las sombras, a pesar del éxito que estaba teniendo con sus libros, así que debía ir con cuidado. DANIELA, a pesar de que, aparentemente, era su mejor amiga, parecía que no tenía ni idea de quién era Laura . O lo que hacía para ganar tanto dinero y tener una casa como aquella. ​
POCHE: No busco a Laura para hacerle daño, al contrario. Quiero ofrecerle algo que podría cambiar... un poco su vida. ​
Eso captó la atención de DANIELA. ​
DANIELA: Sigues sin responder a mis preguntas. Pero principalmente, quién eres. ​
POCHE: Soy periodista, DANIELA.
​¿Periodista? ¿Qué quiere una periodista con Laura?

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