CAPITULO 3

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La grabación de su sección semanal en el canal se extendió más de lo que POCHE esperaba; en primer lugar, la reunión con su asistente y el productor requirió discutir el corte de tres minutos de la entrevista que le había hecho al chef al que reseñaría en esa ocasión. La periodista no estuvo de acuerdo con la solicitud del productor, pero terminó cediendo un poco. La entrevista se reduciría solo dos minutos y sería en la parte donde el chef mostraba cómo preparaba el plato que lo representaba y que lo hizo tendencia dentro del mundo gastronómico. En segundo lugar, la grabación también tuvo su contratiempo y no por terceros, sino por ella. POCHE no lograba concentrarse del todo mientras miraba a la cámara, las palabras de su jefa en la revista se entremezclaban con la inexistencia de información sobre DANIELA. ​Cuando finalmente salió del canal, ya la noche había caído. Subió a su auto con un destino en mente, ir a la casa de su amiga PAULA con quien cenaría para hablar de la anónima escritora. Se dirigió entonces hacia el barrio de Salamanca; el tráfico en las calles  fluía, pero en otras estaba en extremo congestionado, lo que incrementaba su agitación. No le gustaba sentirse presionada y PAULA le tensaba las cuerdas sin dudarlo; sabía que no iba a perder su puesto en la revista, sin embargo, la editora no daría marcha atrás en su objetivo de obtener la primicia con DANIELA y definitivamente ella no estaba dispuesta a que otro se quedara con ese mérito. Si DANIELA algún día salía del anonimato, sería de su mano, eso ya lo tenía decidido. Y si eso, como le dijo PAULA, dependía de viajar a COLOMBIA, lo haría sin dudarlo; después de todo, como periodista había viajado ya a otros países suramericanos en busca de una buena noticia para encabezar los titulares de la revista. ​Con una maraña de pensamientos revoloteando en su mente, POCHE llegó a casa de PAULA. Buscó un lugar en el estacionamiento para visitantes del elegante edificio y en pocos minutos ya salía del ascensor en el piso de su amiga. No pasó mucho tiempo después que tocó a la puerta para que esta se abriera y fuera recibida por la asistenta.

o POCHE: Y sabes que puedes contar con ello —le dijo guiñándole un ojo. ​PAULA sonrió negando con la cabeza y POCHE no pudo más que reír por su expresión. Ambas guardaron silencio cuando comenzaron a disfrutar de la cena.

POCHE: Que quiero entrevistarla. Que será una reseña muy amplia. Creo que no existe nadie que no haya escuchado hablar de Matíska, ella debe saber de lo influyente que es, así que dudo mucho que pueda negarse. ​
Ahora fue PAULA quien torció la boca con un gesto de poco convencimiento. ​
PAULA: POCHE, no tienes idea de lo que le hemos ofrecido a esa mujer... ​
POCHE: Si es que es mujer —la interrumpió. ​El entrecejo de su amiga se frunció profundamente. ​
PAULA: ¿Si es una mujer? ¿De qué hablas? ​
POCHE rio por el gesto de su amiga. ​
POCHE: ¿No lo has pensado? —PAULA negó con la cabeza—. Yo me he estado preguntando por qué tanto hermetismo. Como dices, vosotros le habéis ofrecido prácticamente villas y castillos. ¿Por qué negarse a eso? ​
PAULA: Nah, ah. Estoy bastante segura de que es mujer. ​
POCHE: ¿Cómo puedes estar tan segura? Solo han hablado por correo. ¿Por qué negarse a una llamada? ​
Las preguntas de POCHE eran incisivas y penetrantes. ​
PAULA: Eres una maldita, ¿te lo han dicho alguna vez? ​
POCHE soltó una carcajada. ​
POCHE: Sí, muchas veces.
​Ambas rieron esta vez. En ese instante Marcela entró al comedor llevando una bandeja que dejó sobre la mesa y luego comenzó a servir en los platos la comida que había preparado. ​
PAULA: ¿Qué pasará si no logras esa entrevista? —le preguntó PAULA. ​Una vez más la boca de POCHE se torció. ​
POCHE: PAULA intentó amenazarme, pero no se lo permití. ​
PAULA: ¿Amenazó con despedirte? —bufó—. Está loca. ¿Acaso esa mujer no tiene idea de quién eres? ​

POCHE: Sabes que siempre quiere mantener su imagen de tiburón, pero ella está consciente de que mi columna es una de las más populares. La reseñan en la tv y toda clase de revistas digitales. Mis primicias son un boom en la farándula y si me voy, mi columna se viene conmigo. ​
PAULA: Es bueno que se lo hayas dejado claro. ​
POCHE: Lo hice, amiga. Sin embargo, tengo que admitir que profesionalmente que sea yo quien muestre la cara de DANIELA, sería un logro más que añadir a mi carrera. ​
PAULA: Eso lo sé, por esa razón estoy dispuesta a ayudarte. Tú me has apoyado bastante también en mi carrera. Pero necesito discreción absoluta con esto. ​

PAULA llevaba una amplia blusa blanca que caía por su hombro derecho dejándolo al descubierto. ​
PAULA: Cenemos ya —le pidió PAULA levantándose y tendiéndole la mano para conducirla al comedor—. Marcela, por favor, lleva el vino a la mesa. ​
MARCELA: Sí, señora. ​
PAULA: ¿Qué es eso de que tienes que encontrar a DANIELA? ​
POCHE torció la boca cuando PAULA le soltó la mano para que tomara asiento en la mesa; ella la imitó segundos después, luego dio un sorbo a su copa y la dejó sobre la mesa para mirar a su amiga. ​
POCHE: Ya te hablé de la reseña que la revista quiere sobre la escritora —PAULA asintió—. Pues, PAULA me llamó a su oficina. Quería saber cómo iba... ​
PAULA: ¿En tan poco tiempo? —la interrumpió. ​
POCHE: ¡Exacto! Es muy poco tiempo, en primer lugar. Y después está lo del anonimato que mantiene DANIELA, pero igual quiere la reseña. ​Esta vez PAULA bufó. ​
PAULA: Amiga, sinceramente te digo que eso sí que va a estar cuesta arriba. Quiero decir, la comunicación con DANIELA es fluida, pero a través de correos electrónicos. Ni siquiera acepta una llamada. ​
En ese momento Marcela llegó con el vino, dejó una copa frente a POCHE y rellenó la de PAULA, que también le pidió que sirviera la cena. Ambas mujeres volvieron a quedar a solas. ​
POCHE: Comprendo lo que dices, pero tal vez si hablo con ella... no lo sé, puedo convencerla. ​
PAULA alzó las cejas y volvió a tomar su copa; POCHE también lo hizo y bebió un poco del vino. ​
PAULA: Entiendo la presión que tienes, pero también comprende que me pones en una posición algo difícil. Esa mujer ni siquiera usa las redes sociales, al menos no con el seudónimo que utiliza. ​
POCHE: Lo sé, amiga. ​
PAULA: Para que intentes hablar con ella, tendría que proporcionarte su correo electrónico... ​
POCHE: Sabes que no haría nada que te perjudique. Puedo decir que lo robé. ​
PAULA sonrió. ​
PAULA: Esa es una buena mentira. ​
POCHE: Y el que me lo des, no garantiza que me responda. ​
PAULA: Eso es cierto —hubo una breve pausa mientras PAULA paseaba la mirada por el lugar como si estuviera pensando en la situación—. ¿Qué le vas a decir? ​
POCHE se encogió de hombros. ​

XXXXX: Buenas noches, señora GARZON —la saludó ceremoniosamente la mujer. ​
POCHE: Hola, Marcela. Sabes que cuando me dices señora GARZON, siento que hablas con mi abuela, ¿cierto? —le dijo POCHE aún sin moverse. ​Marcela tuvo que hacer un enorme esfuerzo por no sonreír, pero apenas lo logró. POCHE siempre se divertía a costas de la mujer, porque PAULA era estricta con el trato que esta debía darle a las visitas y, aunque la periodista solía ir muy menudo, Marcela procuraba mantener la seriedad, pero ella no se lo ponía fácil. Finalmente POCHE le sonrió divertida y entró al enorme apartamento dúplex. ​
MARCELA: La señora la espera —le anunció la asistenta.
POCHE: Gracias. ​
POCHE fue directamente a la sala en busca de su amiga. Sus pasos resonaron en el reluciente piso de madera. ​
PAULA: Aparte de que llegas casi dos horas tarde, te pones a molestar a Marcela. ​
POCHE sonrió mostrando su blanca y perfecta dentadura como una niña traviesa. ​
POCHE: Lo de molestar a Marcela no puedo evitarlo. Y lo de la tardanza, se debió a que se me complicaron un poco las cosas en el canal —le explicó mientras se acercaba a ella. ​PAULA tenía una copa de vino en la mano y estaba sentada cómodamente en el enorme sofá con toda su gracia y excesiva femineidad. Se dieron un par de besos como saludo. POCHE se sentó junto a ella mostrando cansancio. ​
PAULA: ¿Te apetece una copa? ​
POCHE: Sería perfecto. ​
Marcela, que se había mantenido a cierta distancia, se adelantó a ir hacia el mini bar a servir el vino sin esperar la orden de la señora de la casa. ​POCHE contempló por unos segundos a su amiga. Estaba sentada con las piernas cruzadas con su porte todo aristocrático. Su cabello liso y negro lo llevaba recogido en una cola dejando algunos flequillos sueltos adelante que de vez en cuando apartaba con la mano con un movimiento tan delicado como calculado. PAULA Sánchez era tan alta como ella, uno setenta de estatura; pero sus cabellos negros contrastaban con unos ojos de color marron inquisitivos y penetrantes. A veces a POCHE le costaba mantenerle la mirada aunque no tenía nada que ver con timidez o falta de confianza.

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