CAPITULO 12

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A pesar de lo intranquila que Laura se sentía, decidió ir al estudio; necesitaba pensar un poco sobre lo que sucedió con la española. Aunque no había pasado nada realmente relevante, solo que la mujer buscaba a alguien y justo llegó a su casa, y era eso precisamente lo que la inquietó. Y sabía perfectamente que esa inquietud no la abandonaría hasta asegurarse de que la mujer ya no estaba en el lodge. ​El estudio era amplio, contaba con un escritorio bastante grande y elegante de nogal. Las sillas estaban fabricadas con la misma madera y desprendían la misma elegancia que el escritorio. Laura había comprado la casa completamente amueblada, tal como la vendieron sus dueños anteriores antes de salir huyendo de la crisis que azotaba al país. Para su suerte, el valor de las propiedades había disminuido bastante en los últimos años porque el mercado estaba saturado, un alto porcentaje de familias emigraban por la grave situación económica, social y política por la que atravesaba COLOMBIA y que no parecía tener fin. Y Laura no dudó ni un poco en hacer una oferta cuando vio la propiedad. Y a esa suerte se le sumó el exquisito gusto de los dueños, prácticamente no había cambiado nada. Cada rincón de la casa estaba decorado finamente; los muebles, los objeto, eran un derroche de glamour y ella se encontró atrapada, así que la compró. ​Ya llevaba casi dos años viviendo ahí y le encantaba. Laura se acomodó en la silla detrás del escritorio, movió el mouse y la pantalla de la moderna computadora se iluminó. Ella necesitaba leer de nuevo esos correos que había recibido días atrás desde España. Tal vez en ellos encontraría algo que le confirmara si la española tenía que ver con ellos. Con el corazón acelerado entró a su cuenta de correo electrónico. Buscó los correos que recibió de la periodista, rápidamente clicó sobre el primero y leyó de nuevo aquellas palabras. Tras terminar y leer el nombre de la periodista, se sintió idiota al no preguntarle a la española cómo se llamaba. Entonces, como un relámpago que recorre el cielo, tuvo una idea. Cerró los ojos tratando de no pensar demasiado en las cosas. Entonces volvió a tomar el borrador y lo abrió donde había dejado el marcalibros y se dispuso a leer. Necesitaba concentrarse para afinar los detalles, como con los otros libros. Ella y Aida eran como el día y la noche, literalmente, pero la amistad había sido duradera. No pudo evitar el profundo suspiro que salió de su pecho. Pensar en Aida no le hacía bien. ​Finalmente entró en el mensaje. Leyó:
DANIELA📲: «Necesito silencio».
Laura sonrió sabiendo lo que esas simples palabras significaban. DANIELA vivía en un edificio muy bien ubicado en Mochima, pero sus vecinos tenían media docena de hijos y eso se traducía en un continuo griterío que su amiga apenas lograba soportar. Así que de vez en cuando escapaba a su casa. ​Le escribió una respuesta:
LAURA📲: «Estaré fuera unos días, así que puedes venir». Lo envió y vio que su amiga leyó de inmediato el mensaje, luego la aplicación le dijo que escribía un mensaje. ​DANIELA📲: «¿A dónde vas?»
LAURA📲: ​«Creo que estoy un poco cansada de tanto sol y mar. Iré algunos días a Puerto La Cruz». Una pequeña mentira para no dar explicaciones que no estaba lista para proporcionar. ​
DANIELA📲: «Entonces me aprovecharé de eso». ​
Laura rio y le envió varias caritas riendo mientras soltaban lágrimas.
LAURA: «Siempre te aprovechas, aunque yo esté aquí». Recibió de vueltas un montón de caritas riendo.
DANIELA📲: ​«Touché. ¿A qué hora te irás? Me gustaría verte» ​
Laura frunció los labios, no estaba segura de querer ver a su amiga. No cuando las cosas andaban algo movidas.
LAURA📲: «Muy temprano», le respondió finalmente. Notó que su amiga continuaba en línea, pero no escribía. Supuso que DANIELA estaba analizando sus palabras como era su costumbre. Y no se equivocó; segundos después llegó la pregunta. ​
DANIELA📲: «¿Pasa algo? No sueles madrugar» ​
LAURA: DANIELA , DANIELA , DANIELA... ¿por qué tienes que conocerme tanto?
LAURA📲: ​«No pasa nada. Es solo que no quiero encontrarme con el tráfico del mediodía». Era una buena excusa, ¿cierto? Esperaba que DANIELA le creyera y dejara de interrogarla. ​
DANIELA📲: «Por supuesto. Bueno, es una lástima que no podamos vernos. Espero que logres relajarte en el Puerto. Nos vemos». ​
Laura respiró con alivio.
LAURA📲: «Nos vemos luego», le escribió como despedida, salió de la aplicación y dejó el móvil sobre la mesa de noche. .. Seguramente intentaría convencerla de que le diera esa entrevista que le había propuesto en los correos que le envió o... dar a conocer su verdadera identidad en venganza por rechazarla. Y si ella no estaba, la periodista no tendría nada que hacer. ​Laura sonrió complacida por la perspectiva de su plan. Se iría de Mochima por una semana, eso tal vez desalentaría a la periodista y terminaría regresando a su país. Con esa idea en mente y sintiéndose un poco más tranquila y segura, tomó el borrador del siguiente libro para continuar revisándolo. La editorial estaba presionándola un poco con su siguiente publicación, pero se había mantenido firme en no poner una fecha y ahora agradecía haberlo hecho porque la inesperada situación con la periodista tal vez no le permitiría concentrarse como siempre en su tarea de revisar cuidadosamente el borrador. ​Con el borrador en mano, se levantó y salió del estudio, se dirigió hacia las escaleras y las subió. Entró en la primera habitación que encontró. Lanzó el borrador sobre la cama mientras caminaba hacia el closet. La habitación era tan grande y exquisita como todos los demás ambientes de la casa. La cama era enorme y, como la mayoría de los muebles, estaba fabricada en nogal con un intrincado diseño en la cabecera; las mesas de noches iban a juego. Un par lámparas altas parecía escoltar la cómoda. El closet era del mismo color de la madera de los muebles, lo que le daba un aire de sofisticación a la habitación. Laura abrió el closet y luego una de las gavetas; de ahí sacó un pijama de algodón de franela y short. En poco tiempo ya estaba lista para meterse bajo las sábanas; y así lo hizo. En el mismo instante que tomó de nuevo el borrador, su teléfono móvil sonó. Era una notificación de WhatsApp; cuando abrió la aplicación, se encontró con un mensaje de MARIA JOSE, MARIA JOSE , el nombre resonó en su mente. Cerró los ojos con pesar, pero luego volvió su atención al mensaje. ​DANIELA era su más antigua amiga. La conoció en la escuela y desde entonces eran amigas. A veces quienes la conocían, no comprendían cómo podían ser amigas si eran tan distintas. ... Entró al navegador y buscó el nombre de la periodista. En segundos apareció la imagen de la mujer delante de sí y pensó que en ese mismo instante moriría. ​
LAURA: Mierda —susurró. Ahí estaba, en quizás miles de imágenes el rostro de la mujer que había estado tan solo unos minutos atrás en el patio de su casa—. No, no, no, no —siguió murmurando, mientras se levantaba de la silla y hundía los dedos en sus cabellos castaños. ​Eso no podía estar pasando. Su corazón acelerado agitó también su respiración hasta el punto que se sintió mareada, así que regresó a la silla y fue sentándose lentamente, mientras intentaba volver a la normalidad el ritmo de su respiración. Poco a poco la sensación de vértigo se le fue pasando, pero sus pensamientos iban a mil. Maldijo para sus adentros que eso estuviera pasando, ser descubierta cambiaba por completo sus planes y lanzaba al vacío la tranquilidad que había tenido desde que le envió el borrador del primer libro a la editorial y esta aceptó publicarlo. ¿Tan buenas eran esas historias que había traído a esa periodista hasta Mochima? Porque ahora era más que evidente que se encontraba allí para hallar a DANIELA. Y supo entonces que cuando la mujer le dijo que estaba buscando a alguien, lo hizo para medir su reacción, lo que quería decir que aún no tenía nada seguro respecto a su identidad. Su corazón volvió a acelerarse al pensar en que eso le daba mucha ventaja ante la situación. ​Tal vez la periodista se encontraba allí, pero antes de que pudiera hacer cualquier cosa, tenía que comprobar que realmente ella era DANIELA y si de algo estaba segura, era que no había manera de que lo hiciera. De eso se aseguró muy bien cuidando cada detalle de su vida y entorno. Nadie, absolutamente nadie que la conocía, tenía la más remota idea de lo que ella hacía, así que utilizaría esa carta para mantener alejada a la periodista. ​
LAURA: Bien, bien, Laura. Debes mantenerte tranquila, pensar con claridad y... alejarte. Sí... —sonrió ante la idea. ​Si esa periodista no la veía por los alrededores, tal vez perdería el interés. Desparecer por algunos días de su casa podría ser la solución, después de todo, la periodista la buscaba a ella.

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