CAPITULO 11

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POCHE: Hola —respondió POCHE procurando no sonar tan nerviosa como se sentía. ​Laura amplió su sonrisa y metió los pulgares en los bolsillos del diminuto pantalón corto de jeans que llevaba puesto. ​
LAURA: Eres española. ​
POCHE: Así es. ​
Laura asintió. Lo supo por el acento. ​
LAURA: Te preguntaría si estás extraviada, pero estoy segura de que no es así. ​
POCHE: No lo estoy. ​
Ambas se sostuvieron las miradas. ​
LAURA: No sé cómo son las cosas en tu país, pero el que estés aquí, en COLOMBIA se le llama irrupción. Y es considerado un delito. ​
Finalmente, POCHE sonrió por el matiz burlesco con que Laura habló. ​
POCHE: En España también se llama irrupción —dijo ampliando la sonrisa también, le resultaba encantador la forma en que Laura la miraba—, pero espero que no llames a la policía. Yo solo... quería conocerte. ​
La mujer de ojos marrones se movió muy levemente, evidenciando su sorpresa, pero lo disimuló rápidamente dando algunos pasos siguiendo el borde de la piscina. ​
LAURA: Ah, ¿sí? ​
POCHE: Mju. ​
LAURA: ¿Y puedo saber por qué el interés? ​POCHE inclinó un poco la cabeza contemplando con curiosidad lo alerta que se había puesto Laura, pero, aun así, continuaba siéndole accesible. ​
POCHE: Quería conocer a la dueña de esta casa. La vi desde el lodge. ​
Desde la posición de Laura, no podía verlo, pero de igual modo apartó la vista hacia el lugar como si pudiera avistarlo. ​
LAURA: O sea, ¿qué viniste solo por la casa? —preguntó con un tono de voz definitivamente seductor y sin mirar a POCHE, pero sin abandonar del todo su traviesa sonrisa. ​La periodista no pudo hacer otra cosa que reír. Se atrevió a dar algunos pasos más hacia la piscina. Ambas estaban en los extremos contrarios. ​
POCHE: Sí, por la casa —respondió con el mismo tono—. La arquitectura es muy distinta a las clásicas de mi país —alegó con su marcado acento español. ​Ahora Laura frunció los labios, procurando demostrarle con ello que no le creía ni una pizca. ​
LAURA: ¿En la mañana también viniste por la casa? —preguntó volviendo a atrapar los ojos negros. ​No estaba del todo segura, pero la llegada de la española a su casa le decía que debía ser más cuidadosa, así que lo sería. Mientras esa mujer permaneciera en el lodge, bajaría un poco el ritmo de las cosas que hacía. Con esa decisión tomada, finalmente volvió a la casa. Cerró la puerta en cuanto entró y respiró aliviada. Miró a su alrededor y sonrió sin realmente darse cuenta; le gustaba todo lo que la rodeaba. Y nadie..., absolutamente nadie le quitaría eso. Y si esa periodista que le escribió se atrevió a ir a COLOMBIA? ¿Y si fue tan osada para buscarla? ​Laura vio poco después a la mujer acompañada de uno de los empleados del lodge llegar hasta el alojamiento. Respiró aliviada. Al principio se sorprendió al toparse de nuevo a la mujer de la mañana que presenció su encuentro con la rubia; supuso que de alguna manera se había sentido atraída por lo que vio, después de todo, muchas mujeres la buscaban. Además, la española no estaba mal. De hecho, era muy hermosa, así que, al verla allí, no pudo resistirse a coquetearle, pero cuando le dijo que se encontraba en Mochima buscando a alguien, sintió que los cimientos de la casa se removieron. Su miedo de que esa mujer se encontrara allí para descubrirla se desbordó tanto, que estuvo a punto de echar a correr, pero logró controlarse. En ese momento, mientras respiraba con un poco de sosiego, consideraba que había manejado bien la situación. Se disculpó con la mujer alegando que tenía algo que hacer, fue una buena excusa y se había librado del peligro. Si es que realmente lo hubo. ​Ahora, pensando con tranquilidad, comenzaba a creer que tal vez había exagerado un poco. Pero, ¿y si no? ¿Cuánto tiempo más podría mantener oculta su identidad? No lo sabía, sin embargo, estaba dispuesta a todo con tal de permanecer como hasta ese momento, en el absoluto anonimato. No iba a renunciar tan facialmente a todo lo que tenía. A todo lo que había logrado. ​Laura se giró hacia la casa. La contempló con orgullo. Con el dinero que había ganado con los dos libros se compró esa propiedad; era enorme, pero a ella le encantaba. Tenía una vida tranquila y disfrutaba de los gustos que le proporcionaba el dinero que ganaba con los libros. A veces pensaba en recatarse un poco, de ser más discreta, pero le costaba hacerlo. ¿Cómo negarse a ir a los mejores lugares a divertirse? ¿Cómo negarse a comer en los mejores restaurantes de la ciudad? ¿Cómo negarse a comprar toda la ropa que quería cuando iba de compras? Era muy difícil, la verdad. ​Por eso debía cuidar bien su identidad. Nadie podía saber quién era ni lo que hacía para tener todos esos lujos. POCHE: Busco a una persona —le respondió solo para observar su reacción y la obtuvo; vaya si la obtuvo. ​Laura rio y descruzó los brazos. ​
LAURA: Pues viniste al lugar correcto. En Mochima hay muchas personas y de diferentes nacionalidades, como seguramente te habrás dado cuenta. ​
POCHE: Sí, me he dado cuenta —respondió con un tono perspicaz. ​De nuevo la mujer sonrió, pero con evidente incomodidad. ​
LAURA: Bien. Tengo algo que atender, así que lamento no poder quedarme un rato más a charlar. ​POCHE asintió. ​
POCHE: Lo entiendo. Disculpa por la intromisión. ​
LAURA: No te preocupes —contestó con una sonrisa. ​Se miraron asintiendo. ​
POCHE: Bien. Adiós. ​
POCHE se dirigió hacia la escalera sin mirar atrás, pero sabía que Laura la observaba. Ahora era completamente de noche, sin embargo, pudo ver el camino hacia las rocas; lo siguió con cuidado y cuando alcanzó lo más alto se arriesgó a dar un vistazo hacia la casa. Y ahí estaba Laura, observándola. Ella levantó la mano y le sonrió; recibió de vuelta un asomo de sonrisa. El gesto la obligó a continuar adelante. ​Como pudo, POCHE siguió el sendero natural manteniéndose atenta a lo que la rodeaba. Cuando encontró claridad y se atrevió a mirar hacia el lodge, vio a Andrés que iba a su encuentro. Caminaba apresuradamente, en muy poco tiempo la alcanzaría. Y lo hizo. ​
ANDRES: ¿Está bien? —le preguntó cuando estuvo lo suficientemente cerca para que ella lo oyera. ​
POCHE: Sí. Gracias. *********************************************Laura vio a la mujer perderse en la oscuridad tras las rocas. Se asomó hasta el muro solo para cerciorarse que realmente se alejaba. Su corazón latía a mil, únicamente podría tranquilizarse cuando se asegurara de que aquella desconocida que había irrumpido en su casa estaba muy lejos de ella. Tal vez se comportaba como una paranoica, pero le resultó alarmante encontrar de pronto a una mujer en su casa, que resultó ser española y, además, que buscaba a alguien, justo unos días después que una periodista de España se comunicara con ella para solicitarle una entrevista. Ella conocía de sobra la fama de los periodistas españoles cuando se trataba de lograr grandes primicias....

POCHE: Lo cierto es que noquise ser indiscreta, pero mi intención en ese momento también era llegar hastala casa. Y, por cierto, ¿dónde está la rubia? ​
POCHE oyó por primera vez la risa de Laura y le encantó, fuecomo oír una dulce melodía. La mujer solo se encogió de hombros. ​
LAURA: Creo que ya regresó a su ciudad. ​
POCHE: ¡Oh! Entiendo.
​Entre las dos se instaló de pronto el silencio, pero ningunaestaba incómoda, solo se miraban, cada una analizando a la otra en una especiede juego de poder. ​
LAURA: ¿Y te gustó? ​La pregunta sorprendió a POCHE quefrunció el entrecejo. ​POCHE: ¿Me gustó? ​
LAURA: La casa. ¿Te gustó? ​
POCHE: Oh, sí. De cerca es mucho más hermosa. ​
LAURA: El lodge tampoco está mal. ​
La periodista asintió. ​
POCHE: Pero no es mío. ​
De nuevo Laura rio. ​
LAURA: Tienes razón —hubo una breve pausa—. ¿Haces cuántoestás en el lodge? —preguntó finalmente moviéndose más. Laura avanzólentamente, con un andar despreocupado, muy consciente de que era el blanco dela mirada de la española. Pasó bastante cerca de ella y se detuvo en el muroque bordeaba el risco sobre el que estaba construida la casa. ​POCHE se fuegirando a medida que la mujer caminaba. Ahora miraba su espalda perfectamentecurvada y deseó delinearla con los dedos. ​POCHE: Llegué anoche, algo tarde—respondió finalmente. ​
LAURA: ¿Recorres el país? ​
POCHE negó con la cabeza. ​
POCHE: No. Vine a este lugar por un asunto de trabajo. ​ Laurase giró y la miró directo a los ojos, como si quisiera descubrir en ellos todocuanto pudieran decirle. La curiosidad resplandecía en los ojos marrones, perosu postura evidenciaba cierta reserva. De pronto abandonó la actituddisplicente que mostró cuando salió de la casa y se cruzó de brazos, se recostódel pequeño muro como si estuviera relajada, pero la periodista sabía que noera así. Todo en ella había cambiado en segundos, su mirada, su sonrisa y supostura. Ahora parecía alerta. ​LAURA: ¿Y de qué se trata ese trabajo?—preguntó finalmente procurando mostrar una sonrisa relajada, pero le salióforzada. 

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