CAPITULO 17

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POCHE no lo dudó ni un segundo. Después de convencer a DANIELA de que la acompañara a conocer un poco de Mochima, regresó al lodge y buscó a Andrés. ​
ANDRES: ¿Está segura? —le preguntó él con absoluto asombro. ​Ella dibujó una amplia sonrisa en su boca. ​
POCHE: Muy segura. ​
Andrés alzó las cejas sorprendido por la confianza de su clienta, pero él estaba ahí para facilitarle todo lo que necesitara, así que tendría que ponerse en marcha de inmediato. ​POCHE lo vio alejarse aún sonriendo. Estaba más que emocionada con su plan, pero ahora se le haría muy larga la espera. Desde el área de la piscina vio hacia la casa de Laura ; por supuesto, ni ella ni DANIELA se avistaban, así que se conformó con contemplar el inmenso mar. Vio algunas embarcaciones navegar lentamente surcando las aguas. Aspiró el aire limpio y marino del que disfrutaba desde que llegó ahí. ​POCHE se quedó unos minutos afuera y luego se fue a su habitación. Tenía cosas que hacer para la revista y también hablar con KIM y PAULA, quien se mantenía atenta a sus avances con DANIELA. Aunque avances en realidad no había. No los habría hasta que Laura volviera a la escena y ella no tenía idea si lo haría, pero estaba dispuesta a esperar todo lo que le fuera posible. *********************************************​POCHE estaba tan emocionada que antes de que los primeros rayos de sol se alzaran sobre las enormes montañas, ya se había levantado. La excitación corría por sus venas, no dejaba de sonreír pensando en la sorpresa que se llevaría DANIELA. O al menos esperaba sorprenderla. Al pensar en ello de pronto se detuvo, en ese momento se lavaba los dientes, se miró en el espejo. Aquella mujer de ojos caídos y de color verdes, de sonrisa enigmática, vivía allí, en Mochima, donde ella era una turista. Seguramente DANIELA conocía el lugar como a la palma de su mano, entonces no habría sorpresas para ella. De pronto toda la emoción que sentía desde el día anterior, cayó en picado. ​Frunciendo la boca cada que vez podía, terminó de asearse.

ANDRES: Todo ha estado complicado. ​Finalmente, DANIELA lo miró y asintió. ​
DANIELA: Pues deberías arreglarlo. ​
ANDRES: Lo haré —le aseguró refiriéndose al divorció que tramitaban él y la hermana de DANIELA. ​
DANIELA: Bien. ​
ANDRES: Es hora —le dijo él, cuando vio a POCHE salir de su habitación. ​DANIELA lo siguió. Cuando POCHE se les unió, los tres bajaron a la playa y se dirigieron al puerto donde se encontraba el yate. ​Mientras avanzaban, DANIELA notó que la única embarcación allí era el yate; sabía que iban a recorrer el parque, pero supuso que lo harían en una de las lanchas techadas en la que solían ir los turistas. Ir en el yate era una pequeña sorpresa, y era perfecto. ​
DANIELA: Es lindo —le comentó a POCHE que caminaba a su lado. ​Andrés marchaba delante de ellas. ​
POCHE: La verdad es que Andrés fue quien se encargó de todo, yo solo pagué, pero también me gustó. ​
DANIELA sonrió. ​
DANIELA: Debió costarte una fortuna. ​
POCHE: La realidad es que aún no lo sé. No entiendo lo del cambio de euros a bolívares. ​
DANIELA: A los extranjeros le cuesta un poco entender el cambio de su moneda al bolívar. Tienes suerte de que sea Andrés tu guía. ​
POCHE frunció el entrecejo. ​
POCHE: ¿Conoces a Andrés? ​
DANIELA: Mochima es pequeño. Casi todos nos conocemos. ​
POCHE: Él no me lo dijo. ​
DANIELA: Él es muy discreto. ​
POCHE no dijo nada, solo se quedó mirando al hombre que caminaba delante de ellas. ¿Por qué no le había dicho? ​En ese momento llegaron al yate y Andrés las ayudó, junto al capitán, a abordar. ​
XXXXX: Bienvenidas —la saludó el capitán de la embarcación. ​
POCHE: Gracias — POCHE no dejaba de mirar a todos lados. ​El yate era bonito y lujoso. ​
DANIELA: Hola, Tony —saludó DANIELA al capitán estrechando su mano—. ¿Podemos hablar? ​Con la boca abierta, POCHE vio a los dos alejarse por babor hacia la proa. Segundos después frunció los labios. ​
POCHE: Definitivamente todos aquí se conocen —murmuró por lo bajo. ​Andrés rio. ​
ANDRES: Por lo general, así es. ​
POCHE: ¿Qué querrá hablar con el capitán? —cuestionó echando un vistazo, pero no los vio. ​Andrés se encogió de hombros. ​
ANDRES: Tal vez quiera ser ella la que conduzca el yate. ​ POCHE se quitó las gafas. ​POCHE: ¡¿Qué?!

Después un par de empleados se encargaron de llevar las provisiones que POCHE pidió para pasar el día surcando las aguas de Mochima. De vez en cuando ella echaba un vistazo hacia la casa de Laura y miraba también su reloj, ya la hora que acordó con DANIELA había pasado por cinco minutos. De pronto algo en su pecho se oprimió; miró al cielo y pidió que la mujer no se hubiese arrepentido. POCHE sacudió la cabeza, ¿desde cuándo miras al cielo y haces peticiones? Bufó y volvió en sí cuando Andrés se enderezó a su lado. Cuando ella se giró, se encontró con la alta figura de DANIELA justo a unos escasos metros de ella. ​POCHE sonrió sin poder evitarlo. ​
POCHE: ¡Hola! —la saludó. ​El estilo de DANIELA era bastante relajado. Usaba unas gafas polarizadas y llevaba un pequeño bolso en la mano. ​
DANIELA: Hola. Buenos días —devolvió DANIELA el saludo. ​
ANDRES: Buenos días —dijo Andrés también. ​
POCHE: Pensé que vendrías por allí —comentó POCHE señalando el camino del lodge que llevaba hasta la casa de Laura ​DANIELA sonrió. ​
DANIELA: No puedo llegar por allí —dijo simplemente—. Tu amigo debió decírtelo. ​POCHE miró a Andrés cuestionándolo. ​
ANDRES: Es cierto —le confirmó él. ​Ella alzó las cejas. ​
POCHE: Oh, no lo sabía. ​
ANDRES: Debí infórmaselo, lo siento —se disculpó Andrés. ​
POCHE: No te preocupes, fue algo que supuse. Debí preguntar —le dijo POCHE y luego volvió su atención a DANIELA—. Lo importante es que estás aquí. Podemos irnos ya, ¿cierto? —le preguntó a Andrés. ​
ANDRES: Por supuesto. Las acompañaré. ​POCHE: Debo ir por mis cosas. ​
DANIELA: Te esperaré aquí —le aseguró DANIELA. ​POCHE le sonrió y se dirigió rápidamente hacia las escaleras que conducían a su habitación. DANIELA se acercó al balcón donde permaneció Andrés. ​
DANIELA: ¿Sabes qué es lo que planea? —le preguntó ella sin mirarlo, echaba un vistazo a las personas que disfrutaban en ese momento de la piscina. ​
ANDRES: Supongo que quiere conocer el lugar —respondió Andrés también sin mirarla. ​DANIELA guardó silencio y se quedó simplemente mirando el ferry que cruzaba el horizonte. ​
DANIELA: Hace mucho que no sé de ti —comentó de pronto. ​Ella no lo vio directamente, pero notó que Andrés cambió el peso de su cuerpo de una pierna a otra. ​
En poco más de una hora ya tenía listo un pequeño bolso con ropa y algunas otras cosas que necesitaría para su travesía de ese día. Vestía un traje de baño de dos piezas de color rojo bajo unos bermudas, una camisa y sandalias de playa. Antes de salir, quería desayunar. Y así lo hizo, disfrutó primero de una humeante taza de café negro, que luego acompañó con una arepa rellena con queso de mano y aguacate, y zumo de fresa recién hecho. Sus energías estaban recargadas. Desde el comedor echó un vistazo hacia la casa de Laura, pero no vio movimiento. El día anterior acordó con DANIELA, después que le negó el café, que ella iría al lodge. Esperaba que su acompañante no se hubiese arrepentido cuando sintió a alguien a su lado. ​
POCHE: Buenos días. ​
POCHE, se quitó las gafas oscuras solo para que Andrés viera que lo miraba con los ojos entornados. ​
POCHE: Eres una especie de ninja, ¿cierto? —le preguntó entrecerrando más los ojos. ​Andrés hizo un mal trabajo ocultando su sonrisa de satisfacción. No podía esconder que disfrutaba sorprender a su cliente. ​
ANDRES: Solo quería informarle que su embarcación ya se acerca —le anunció con un tono divertido y señaló hacia el horizonte frente a ellos. ​POCHE se levantó y se acercó al balcón del comedor. Vio un yate de treinta y cuatro pies acercarse al puerto del lodge. Incluso en la distancia pudo leer el nombre del yate, «Pelícano azul». Ella sonrió complacida y miró a Andrés que se había parado a su lado. ​
POCHE: Es perfecto —le dijo. ​
ANDRES: Me alegra que le guste. ​El yate era completamente blanco y su diseño, con la proa alargada, hacía suponer que tenía una buena velocidad y, además, era elegante. ​
ANDRES: Me tomé la libertad de añadir equipos de buceo —le informó Andrés sin dejar de mirar el yate que ya casi llegaba al puerto. ​POCHE lo miró algo sorprendida, pero luego sonrió. ​
POCHE: Gracias. ​Finalmente, él la miró de frente con una postura formal que no se ajustaba ni un poco a su camisa playera de vivos colores y pantalones llenos de bolsillos por todos lados. ​
ANDRES: Es un placer. ​Ambos volvieron su atención al yate que en poco tiempo ya estaba fondeado en el puerto

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