CAPITULO 10

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Después que Andrés se fue y POCHE quedó sola en la piscina, subió a su habitación. Se cambió de ropa y se enfundó en un traje de baño de vivos colores verdes y anaranjados; encima se puso un vestido de playa, se calzó unas sandalias playeras, tomó las gafas oscuras, un pote de bloqueador solar, una toalla y salió de nuevo. Bajó las escaleras y al llegar, se dirigió a la tumbona más alejada del área; quedaba justo delante de una enorme roca que formaba parte del risco sobre el que estaba construido el lodge. A un par de metros de la tumbona, acababa el suelo de concreto y una pequeña escalera permitía bajar y entrar al agua del mar que se extendía frente al lugar. ​Ahí el agua era muy tranquila y cristalina, se podía ver el fondo rocoso y diminutos peces que buscaban mantenerse a salvo de los pelícanos y gaviotas. La tumbona estaba protegida por una enorme sombrilla, ahí se sentó POCHE dejando la toalla y el bloqueador en una pequeña mesa de madera que hacía juego con la tumbona. En ese instante, y sin darse realmente cuenta, volvió la mirada hacia la casa de Laura. Ni un segundo dejó de rememorar la escena de la mujer con la rubia desde que regresó al lodge. No había rastros de ninguna de las dos en ese momento. ¿Habrán regresado ya? ​El sonido de un motor llamó la atención de POCHE; fue entonces cuando vio a una pequeña embarcación acercarse al puerto que estaba al otro extremo del lodge. Allí una familia esperaba a ser recogida para dar un paseo o ir a algunas de las islas que formaban el parque Mochima. La periodista vio también a uno de los empleados acercarse. ​
XXXXX: Buenos días, señora. ¿Desea algo de tomar? ​
POCHE: Buenos días. Una piña colada, por favor. ​
XXXXX: Sí, señora. ​
En pocos minutos, POCHE disfrutaba de la deliciosa bebida mientras observaba a la familia alejarse en la pequeña embarcación, sin embargo, el interés no le duró demasiado, sus ojos volvieron a la casa del risco. No lo planeó así, pero ahora Laura, si es que era DANIELA, la había visto. Aparte de explicarle su misión de convencerla de concederle una entrevista, debía explicarle por qué estaba allí, en esa roca, viendo cómo tenía sexo en pleno mar. La periodista solo pudo quedarse anclada, como en la mañana, en el mismo lugar donde se encontraba mientras Laura salía de la casa y se acercaba al otro extremo de la piscina sin dejar de mirarla. ​Y, de nuevo, POCHE vio cómo en el rostro de la mujer se formaba la misma sonrisa de la mañana y que hacía aún más hermoso su rostro. ​Laura vestía un short y una camiseta e iba descalza, sus cabellos negros se movían levemente por la brisa. Era hermosa, no cabía dudas. ​LAURA: Hola —dijo Laura sin dejar de sonreír. ​Y entonces POCHE supo cuán de rápido y fuerte puede latir un corazón.

Lo encontró por un costado; era bastante pronunciado, así que aseguró cada uno de sus pasos. Y ahí estaba, en la playa, casi al pie de las escaleras que daban a la casa de Laura. Con el corazón acelerado y sin dejar a un lado su determinación, respiró profundo y dio el primer paso. ​Los peldaños de la escalera eran de madera, se hallaban incrustados en las piedras que formaban el risco y estaban cubiertos casi por completo de arena. Con cada peldaño que subía, POCHE descubría un poco más de la propiedad. Se detuvo cuando le quedaban tres escalones por subir. Con el corazón latiéndole a prisa y fuerte, contempló el lugar. Todo el piso de la parte trasera de la casa era de concreto, había una piscina que casi formaba un ocho en medio; varias tumbonas distribuidas alrededor, la brisa marina llegaba suave y fresca. La casa era grande, de tres niveles y era hermosa. Parecía la mansión de una estrella de cine. ​Con los ojos paseándose por todo el lugar, POCHE terminó de subir los peldaños restantes. Vaya que era hermoso; la poca grama que se veía a los alrededores era muy verde y fresca. La enorme puerta era de madera y cristal, y estaba cubierta por cortinas blancas, aunque no tan transparentes como la de su habitación en el lodge, pero no vio a nadie desde ahí. Se atrevió a dar un paso, y otro, y otro, hasta acercarse a la piscina. Estaba limpia y bien iluminada en el fondo; tenía un diseño moderno. En ese momento en lo único que POCHE podía pensar era en que tal vez se encontraba en la casa de DANIELA y eso la llenaba de una emoción indescriptible. De una emoción tan poderosa que sentía que había alcanzado la cima más alta del mundo. De pronto, un movimiento captó su atención en la puerta trasera de la casa y su corazón dio un vuelco que la mareó levemente. Vio la silueta de una mujer y, segundos después, la puerta se abrió. ​POCHE se topó con los ojos marrones. En un principio lucían algo sorprendidos, pero luego la mirada fue cambiando hasta mostrar un brillo que no supo descifrar.

Cerca de las cinco de la tarde, subió a su habitación. Se dio una larga ducha y eligió meticulosamente la ropa que se pondría. Se decidió por unos bermudas de color beige muy cortos que dejaban ver sus firmes pero delgados muslos. Se puso una camisa roja que se amoldaba a su silueta, estilizándola. Complementó su vestimenta con unas zapatillas de estilo náutico del mismo color que la camisa. Peinó sus cabellos que llevaba largo casi hasta la mitad de la espalda. Se miró en el espejo y quedó más que complacida. Tomó de nuevo sus gafas y las colgó en medio de la camisa. ​La periodista salió de la habitación con la intención de aclarar sus dudas. Al llegar al área de la piscina dispuesta a tomar el sendero que siguió en la mañana, se encontró con que ya había oscurecido un poco. El sol se ocultaba majestuoso dejando ante sí una vista impresionante. ​
POCHE: ¡Wow!
​El cielo exhibía una combinación de matices rojizos, blancos y azules, que hipnotizaban, pero ella tenía una misión. Seguramente cuando alcanzara a llegar a la roca a la que subió horas antes, ya habría anochecido del todo; Andrés le había dicho que los alrededores eran seguros, pero, aun así, se apresuró a salir de los límites del alojamiento. Si en la mañana estaba algo solitario, ahora, sin ver las embarcaciones desplazándose por el mar, era un tanto intimidante. Sin detener su andar miró atrás, hacia el lodge; vio a Andrés en el segundo nivel mirándola. Eso, aunque la sorprendió un poco, también la tranquilizó, así que continuó adelante apresurando un tanto sus pasos. ​Cuando finalmente alcanzó a llegar a las enormes rocas, respiró más tranquila. Comenzó a subir y en poco tiempo llegó a lo más alto, justo donde estuvo parada horas antes. Por puro instinto miró de nuevo hacia el lugar donde vio a Laura con la rubia. Las vio como si realmente estuvieran allí, especialmente ante sí se dibujaron los ojos de Laura. Y, como en aquel momento, se estremeció. ​Cuando logró salir del trance, miró arriba, hacia la casa. Estaba bien iluminada, pero desde ahí no se veía ni oía nada. Sin moverse aún, echó un vistazo alrededor buscando el camino para bajar a la playa.

Y ante el recuerdo de la sonrisa de Laura cuando la atrapó mirando y sus sagaces ojos, regresó a ella la realidad. ​La realidad de que no encontró en esos ojos marrones la mirada que imaginó de la escritora. A través de sus novelas, DANIELA mostraba un alma sensible, con una ternura infinita, pero con una mezcla de esa poderosa pasión que se siente cuando se ama. En cambio, los ojos de esa mujer, de Laura, reflejaban irreverencia, y un poco de cinismo. Aquella mujer que tenía a la rubia entre sus brazos era una antítesis de lo que ella había imaginado de la escritora. Si es que era ella. ​La duda continuaba ahí, interponiéndose entre la realidad y su idealización de DANIELA. Y solo había una manera de acabar con tantas preguntas. Presentándose ante Laura. La cuestión era que, aunque no tenía un plan claro de cómo la abordaría antes de verla en la playa, ahora sus ideas se habían esfumado por completo. Al parecer sus habilidades de periodista no le valían de mucho cuando se trataba de la escritora. Definitivamente el arte de un escritor es entregar un poco de su alma y hacerla parte de quien lo lee; ese es su poder. ​Y eso era lo que le sucedía; POCHE sentía que, en el fondo, ahora llevaba dentro de sí un poco de esa alma bohemia que DANIELA trasmitía a través de sus novelas. De alguna manera ella había tocado su alma. Y, de esa misma manera, POCHE quería encontrar un trozo de la suya en los ojos de la escritora. ​POCHE bufó ante sus pensamientos. ¿Se estaba volviendo loca? ¿Era posible que estuviera obsesionada con la escritora? Si tenía que responder, la respuesta era sí. Había algo en esas novelas que la atrapó. Algo la llamaba. Y ella había atendido la llamada. ​Con un profundo suspiro, POCHE dejó la piña en la mesita. Y en ese mismo instante, tomó la decisión. Iría a ver a Laura, eso en primer lugar. Lo demás, vendría de acuerdo a como se dieran las cosas a partir de ahí. *********************************************POCHE dejó que las horas pasaran para ordenar sus ideas y también para tranquilizarse un poco; porque tenía que reconocer que estaba algo nerviosa. Se quedó en el área de la piscina descansando y disfrutando del lugar.

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