CAPITULO 18

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Hacía tan solo cinco minutos que habían zarpado del puerto del lodge. POCHE iba al frente del yate, en la proa, recostada del pasamanos, viendo cómo poco a poco comenzaba a aparecer en el horizonte del mar las islas e islotes que formaban el parque Mochima. El yate avanza a una velocidad moderada, el viento golpeaba suavemente el rostro de POCHE y el sol le regalaba su calidez. El azul del agua era intenso, no había manera de confundirlo con el cielo. Un par de pelícanos volaban al ras del agua. Ella vio a uno de ellos hundir su enorme pico en el agua y luego un diminuto pez retorciéndose en él. ​
POCHE: ¡Auch! —murmuró ella y se dio la vuelta. ​POCHE miró hacia la cubierta principal. Allí vio a DANIELA, cómodamente sentada, conduciendo esa potente nave de treinta y cinco metros como si se tratara de una bicicleta. Se veía tan imponente con sus gafas oscuras y visera de capitán. Tony, el capitán del barco, de algún modo se dejó convencer por su amiga y le cedió la visera. Ahora DANIELA la lucía con absoluto orgullo. Desde la cubierta ella le sonrió y POCHE no pudo hacer otra cosa que devolverle el gesto. La verdad era que no lo había planeado así, pero llevar a cabo esa travesía con DANIELA la entusiasmaba más de lo que imaginó. Y no porque tuviera la intención de interrogarla sobre Laura, sino porque de algún modo la mujer de cabellos castaños y largos, le resultaba, para su sorpresa, más misteriosa que su amiga que se suponía era la escritora que buscaba. ​POCHE echó un vistazo al frente y vio unas islas a lo lejos, era hermosa la vista, pero no se iba a pasar todo el viaje en la proa, así que se dirigió por babor hacia la cubierta inferior. Se adentró en el puente inferior y fue a la cocina donde el personal del lodge organizó las provisiones. Ella le pidió a Andrés un par de botellas de vino, algunas cervezas, algo de fruta, quesos y otros bocadillos para pasar el día en el mar. En una pequeña alacena buscó un par de copas, se hizo con una hielera que ya estaba dispuesta en el refrigerador y metió una de las botellas de vino ahí. Con todo en mano, salió del puente y subió cuidadosamente a la cubierta superior. ​
POCHE: Hola.

Cuando las miradas se encontraron, una de ellas aún oculta, el rostro de POCHE estaba encendido. Y no precisamente por el calor que hacía. DANIELA: No. Comeremos ceviche de camarones. Son los mejores. ​
POCHE solo le dio tiempo a asentir porque en ese momento una hermosa morena se acercó a la barra y DANIELA la saludó. Al parecer ella conocía a todo el mundo, lo que contrastaba con su personalidad seria y calmada. La morena se alejó casi de inmediato tras tomar la orden de su compañera. ​
POCHE: ¿Otra amiga? —le preguntó POCHE con una ceja arqueada. ​DANIELA frunció el entrecejo y su boca se torció ligeramente con una sonrisa. ​
DANIELA: Sí. ​
POCHE: ¿Laura lo sabe? ​
DANIELA inclinó la cabeza como si la pregunta no tuviera sentido alguno para ella. ​
DANIELA: Laura no es mi única amiga. ​
POCHE: Eso ya lo veo —murmuró por lo bajo echándole otro vistazo a la morena tras la barra que eligió ese momento para acercarse nuevamente a ellas con un par de platos con una copa de coctel cada uno. ​Solo que las copas no contenían coctel, sino ceviche. POCHE la vio tomar una de las copas y ofrecérsela. Ella se quedó con la otra y de inmediato tomó la cucharilla de su plato y la hundió en el ceviche. DANIELA cerró los ojos cuando lo saboreó. POCHE no supo por qué, pero tuvo que hacer un gran esfuerzo por apartar la mirada de sus finos labios antes de que abriera los ojos. ​Cuando los ojos verdes volvieron a aparecer, POCHE tomó un poco del ceviche con su cucharilla y comió. Los sabores explotaron en su boca. El sabor del camarón era intenso, parecía recién salido del mar y la textura era perfecta. La acidez del limón combinado con la cebolla y el cilantro, elevaba el nivel de ese bocadillo a la estratosfera. ​DANIELA la miraba expectante. Sonrió complacida cuando POCHE cerró los ojos con absoluto deleite. ​
POCHE: ¡Oh, por Dios! —apenas pudo decir. ​
DANIELA: Te lo dije —se regodeó comiendo otro poco de ceviche. ​
POCHE: Podría comer todos los días esta cosa. ​
DANIELA: No te adelantes, aún quedan otras islas por visitar. Tienes que probar cocadas, patacones y, por supuesto, algunos pescados fritos. ​
POCHE abrió los ojos sorprendida. ​
POCHE: Oye, mi metabolismo es bueno, pero no quiero ponerlo a prueba. ​
Para su sorpresa, DANIELA se subió las gafas y las dejó en su cabeza; con absoluto descaró la recorrió con intensidad de los pies a la cabeza.

DANIELA rio negando con la cabeza y volviendo la vista al frente. Bebió otro sorbo del vino. ​DANIELA: Hago un poco de todo. ​
POCHE inclinó la cabeza esperando algo más, pero no llegó. ​
POCHE: Un poco de todo parece mucho. ​DANIELA guardó silencio unos segundos; bebió el resto del vino de un sorbo. ​
DANIELA: Soy abogada, pero no ejerzo al cien por ciento. ​
Abogada. La palabra resonó en la mente de POCHE y la sorpresa se reflejó en sus ojos que también estaban ocultos tras unas gafas oscuras. ​
POCHE: ¿Abogada? —repitió para asegurarse que había escuchado bien. ​
DANIELA: Mju.
​DANIELA le devolvió la copa vacía.
DANIELA: De jueces y juicios.
​Ella la miró y asintió. ​—¿Tan difícil es creerlo? ​
POCHE: Pues pareces una surfista, una guitarrera, una lectora y hasta la capitana de un yate, pero abogada, no —sentenció frunciendo los labios de una manera que DANIELA no puedo evitar reír. ​
DANIELA: Es bueno saberlo. ​
POCHE rellenó la copa y se la devolvió. ​
POCHE: ¿Por qué no ejerces? ​Ella se encogió de hombros. ​
DANIELA: No es lo que quería —respondió simplemente—. Iremos a esa isla —le anunció señalando de nuevo con la cabeza. ​POCHE miró en la dirección y vio una isla cuya playa se divisaba desde donde se encontraban porque la arena era blanca. ​
POCHE: ¡Wow! Es hermoso. ​
DANIELA: Es Isla de Plata. Es uno de los lugares más populares, pero como es temporada baja, no está muy concurrida. Sin embargo, puedes ver algunas embarcaciones. ​POCHE asintió. Vio un par de yates más grandes que el de ellas. En pocos minutos estaban bastante cerca del puerto, donde había también muchas lanchas. DANIELA dejó la visera de capitán en el asiento y no tardaron en bajar del yate. ​POCHE vio la línea de tumbonas que bordeaba casi toda la playa de arena blanca y agua cristalina. Las olas llegaban suavemente a la orilla. Las personas a su alrededor parecían estar pasándola demasiado bien en ese paraíso terrenal. ​
DANIELA: Vamos —la invitó DANIELA y ella la siguió hasta uno de los puestos de comida. ​De inmediato el olor a pescado frito y mariscos envolvió a la española. ​
POCHE: ¿Comeremos arepas aquí? —preguntó en el instante que su compañera se sentó a la barra de una enorme choza.
DANIELA le sonrió desde su asiento. En esa cubierta había tres asientos, uno de ellos tras los controles del yate que manejaba ella hábilmente. ​
POCHE: Hola. ​
POCHE se sentó y dejó la hielera en el asiento del medio. ​
POCHE: Debiste pedirle todo el uniforme al capitán. Esa visera no va con tu franela playera. ​
DANIELA rio, pero no dijo nada, solo prestó atención al horizonte, perdiendo la vista en unas de las islas. POCHE se quedó mirándola unos segundos, después sacó la botella, la destapó y llenó las copas. El silencio no era incómodo, pero ella no acostumbraba a estar demasiado tiempo en silencio. Cuando estaba a punto de decir algo, DANIELA habló. ​
DANIELA: ¿Ves aquellos islotes? —preguntó señalando con la cabeza hacia un costado. POCHE miró. Vio un par de islotes, uno grande y el otro de menor tamaño—. Se llaman El gato y el ratón. ​
POCHE frunció el entrecejo observando los islotes con atención, luego sonrió. ​
POCHE: Oh, ya lo veo. El islote más grande parece un gato. ​
DANIELA: Exacto. El pequeño es el ratón. Son unas de las formaciones más populares de Mochima. Adelante verás el rostro de un pirata en una enorme roca. ​
POCHE: Ya quiero verlo —dijo y le tendió una copa—. Creo que a esta hora queda bien un poco de vino. ​
DANIELA tomó la copa y asintió. ​
DANIELA: Después del medio día vas a morir por una cerveza o agua de coco —aseguró bebiendo un poco del vino. ​
POCHE: No se me ocurrió que quisieras agua de coco. ​
DANIELA: La cerveza no está mal, pero bajaremos en una de las playas y beberemos toda el agua de coco que nos pida el cuerpo. ​
Ahora fue POCHE la que rio. ​
POCHE: Eso me gusta —dijo y bebió también del vino—. ¿Cómo es que sabes conducir un yate? ​
DANIELA se encogió de hombros y POCHE subió las piernas al asiento y se acomodó de costado para verla de frente.
DANIELA: Mochima es un lugar turístico, y como ves, hay mucha agua, así que aquí nos habituamos a eso. Aprendemos casi todos los deportes náuticos y a navegar. De hecho, Tony, el capitán, fue quien me enseñó a pilotar estos. ​
POCHE asintió. ​
POCHE: ¿Surfeas? ​
DANIELA: Por supuesto —respondió mirándola, aunque sus ojos verdes estaban ocultos tras las gafas. ​
POCHE: ¿Qué haces para vivir? ​

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