Right here, right now: Esteban x Fernando

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—¡es una mierda, una completa mierda!— gritó Fernando, arrojando la pequeña libreta en la que habia estado trabajando.
Llevaba un tiempo intentando escribir alguna idea para un nuevo libro, algo fresco, algo un poco alejado a lo que rumbeaba en ese momento, pero por más que se sentara, se inspirara leyendo otros libros, viendo peliculas o lo que sea que se le ocurriera, la idea no salía.

Solo se le ocurrian frases cortas, que al volver a leerlas le parecían estúpidas, sin sentido, lo cuál lo frustraba más y más.

Suspiró, mirando la pared.
Pensaba en diferentes cosas, diferentes situaciones pasaban por su mente en ese momento, divagando entre los rombos azules y turquesas del empapelado.

Sexo.

Esteban.

Esas cosas bailaban delante de sus ojos una y otra vez, lo nublaban, lo confundían.

—a la mierda, nadie mira— murmuró para si mismo, estaba solo así que, ¿por qué no?.

Llevo sus manos hasta sus pantalones, y metió una dentro, mientras con la otra levantaba el elástico del mismo para mejor comodidad.

Su mano apretaba con fuerza su pene, no estaba tan erecto, pero no importaba, sus propias caricias eran cálidas y certeras, y realmente lo estaba comenzando a disfrutar, sin culpas, sin apuro.

Cerro sus ojos para concentrarse mejor, mientras su mano subia y bajaba, provocando que la dureza se fortalezca cada vez más.

Mientras las yemas de sus dedos tanteaban las venas hinchadas de su falo, pensaba en Esteban.
Que lindo sería tener su boca trabajando en su verga, húmeda, juguetona, inquieta.
Esteban no era muy de esas cosas, era más bien tosco a la hora de la pasión, solo se bajaba los pantalones y lo cogía, sin emitir sonido, sin querer probar nada nuevo.
A él le gustaba asi, no es que esperara romanticismos, pero a veces, solo a veces, le gustaria experimentar algo más que sexo rudo.

Siguió con aquéllo, a un ritmo relativamente veloz. Su pene estaba tan duro y la excitación era tanta que ya no podía evitar gemir o jadear, seguro de que en la casa no habia nadie.

Pero se equivocaba.

La puerta se abrió de par en par, y por ella asomó su esposo, llevaba una resaca considerable.

—hey, vamos a ir a tomar algo, vas a ve...— pero se detuvo en seco, ante aquélla situación.

Fer tenia los pantalones a la altura de los muslos, y estaba tan rojo que parecía que iba a estallar.

Al escuchar la tan familiar voz, se detuvo, asustado, con los ojos desorbitados.
Soltó de inmediato su pene e intentó cubrirse con su suéter, estirandolo.

—¿que querés?— preguntó, rezando en sus adentros para que Esteban no lo atormente con aquéllo.

—hm..nada, venía a invitarte a tomar unas cervezas, llevas acá dentro demasiado tiempo, deberias descansar

—bien...— dijo, mientras rozaba su erección con los dedos que sostenian su suéter, estaba tan caliente que no podía evitarlo.

—¿escribiste algo?— preguntó Esteban. Al parecer no se habia dado cuenta de nada, tal vez el escritorio lograba cubrir sus partes íntimas.

—eh...muy poco— murmuró.

—y te entretuviste con otras cosas— bromeó el rubio. Por supuesto que se habia dado cuenta de todo. Cerró la puerta a sus espaldas y avanzó hasta donde estaba sentado Fer.

—¿podrías irte? estoy...en algo

—si, lo puedo ver bien...¿te ayudo?— preguntó, divertido.

Pero Fer no estaba dispuesto a jugar ese juego, no al menos por esa vez.
Se levantó de su asiento, y tomando a Esteban por la campera, lo arrojó sobre el escritorio.

—eh...¿que....que estás haciendo?— preguntó algo asustado, aunque excitado, nunca habia visto a Fernando tan decidido.

Le bajo el pantalón junto con la ropa interior, y escupió sobre dos de sus dedos, para luego llevarlos hasta la cavidad de Esteban humedeciendola, y comenzando a meterlos allí lentamente.

Esteban sintió cierto dolor, pero estaba curioso, asi que abrió sus piernas para que a Fer le sea más facil aquéllo.

—con cuidado, por favor— le rogó, cerrando sus ojos

—si, tranquilo, papi te va a cuidar—respondio Fer, moviendo sus dedos cada vez más rápido, entrando y saliendo de Esteban, como tantas veces habia hecho con el mismo.

Cuando sintió que estaba lo suficientemente abierto, quito sus dedos y posicionó la punta de su pene allí, escupiendo un poco sobre ella, y comenzó a deslizarse lentamente.

—mierda...estás tan...cerrado

Esteban no podía responder, el dolor lo estaba invadiendo por completo.
Queria parar, quería decirle que no le gustaba, pero sabia que sería cuestión de tiempo para poder sentir placer, asi que respiró profundo e intentó relajarse, mientras Fer se metia por completo dentro suyo.

—me voy a mover, y te voy a abrir, ¿de acuerdo?

—de acuerdo— dijo él, en un jadeo.

Las embestidas eran suaves, pausadas y no demasiado profundas, o al menos no las primeras, pero logró ir de a poco más y más adentro, abriendolo completamente.

El dolor que Esteban sentía le dejó lugar al placer, cada vez que la punta del pene de Fer golpeaba su prostata, provocándole deseos de gemir, y eso hacía, cada vez que sentía esa electricidad en su vientre, gemia fuerte.

—¿te gusta como te estoy cogiendo?— le preguntó, levantando a Esteban del pelo para que lo mire.

—si, mucho, me gusta mucho

—estás todo abierto, yo te abrí todo— respondió orgulloso, mientras seguía moviendo sus caderas.

Se sentía feliz de lo que hacia, dominar asi a Esteban, y al fin escucharlo gemir, y no solo gemir, hacerlo con esa voz tan fina, desesperada, solo faltaba una cosa.

Sin aviso, se retiro del cuerpo ajeno, y volvió a penetrarlo, pero con poca profundidad y lento.

—así no, más fuerte— pidió Esteban, aún jadeando. Realmente necesitaba volver a sentir esas embestidas que tocaban su parte más sensible.

—pedile a tu papi como queres que te coja— dijo, sonriendo, mientras seguía moviendose lento.

—basta, ya sabes como...

—no voy a moverme diferente si no me lo pedís bien

—cogeme fuerte, papi, por favor— pidió, luego de varios segundos de recaudar valor para decirle eso.

Fer sonrió, satisfecho, y comenzó a cogerlo con vehemencia, en profundidad, logrando que el contrario vuelva a gemir desesperado.

Necesitaron varias embestidas más para llegar al clímax y acabar juntos, Fer dentro de Esteban y él en el piso, debajo del escritorio.

Se quedaron en silencio, dándose suaves besos, ambos de pie, ya vestidos.

—eso fue...genial, deberiamos hacerlo más seguido, deberias de vez en cuándo...

—¡lo tengo!— gritó Fer, soltandolo y dando pasos largos hasta la libreta, tomandola entre sus manos — ya podes irte, voy a escribir, tengo una idea genial— dijo, sentándose y volviendo a escribir.

Esteban se quedó de pie unos momentos, y luego salió de la sala, claramente su presencia allí ya no hacía falta.

Un puñado de papel con palabras Donde viven las historias. Descúbrelo ahora