Kingdom: Pipe x Esteban

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Érase una vez, en un reino lejano, un herrero empobrecido.
era el herrero del pueblo, que con el paso del tiempo pudo ver como sus trabajos se perdían en otras manos, en manos nuevas, en manos jovenes, y como lentamente, su vida se desgraciaba.

no era fácil mantener una familia numerosa sin un ingreso estable.
a veces conseguía algunos trabajos libres, sobre todo de conocidos y otras personas que en realidad solo tenian la intención de ayudarlo y no permitir que se desanime.

su esposa había muerto de peste hacia ya unos cinco años, y él, sumergido en el dolor, ya no queria hacer nada, se pasaba las horas del dia encerrado en la choza repleta de humedad, que lentamente se venía abajo.

sus hijos, cuatro mujeres y tres varones, sin contar los que ya habían muerto, intentaban sobrellevar la situación, pero todos eran menores y los trabajos que podían encontrar eran ocupados por los esclavos de color, no había sitio para jovenes blancos de clase más baja que la baja.

el mayor de ellos, Felipe, o como gustaba que le llamaran, Pipe, tenía ya veinte años y había comenzado a trabajar con los maderos y aunque la paga era muy poca, servía para al menos darles de comer a sus hermanos menores.
en cambio él...bueno, su estado físico era deplorable, sus extremidades eran delgadas como largos alfileres,podían notarsele las costillas y su abdomen comenzaba ya hincharse.
el malestar y los dolores de cabeza eran constantes, tanto que solía desmayarse con total facilidad. Sus tripas resonaban fuerte, el hambre le resultaba insoportable, llevaba sin comer más de dos días, y la ultima vez que lo hizo no puede decirse que lo hizo realmente.

Aquél bello dia de sol altivo, el herrero y su hijo Pipe lo vieron llegar.
estaban ellos juntos sentados en el ingreso de su choza, intentando crear un sistema que les permita recoger el agua de la lluvia y asi poder abandonar la del pozo, pues el cólera comenzaba a dar sus primeros frutos mortales en el pueblo, cuando el rey junto a sus hombres dirigió el carruaje real hasta dónde ellos estaban sentados.

el rey iba por los pueblos, "cazando".
por supuesto que a eso no se le llamaba así, o al menos, no delante suyo, pero era, en simples palabras, lo que él hacía.
se adentraba a los pueblos una vez por mes, a no ser que fuese a alguna cruzada, y escogía a alguien, alguien al azar, generalmente chicos y chicas jóvenes a quienes les destinaba diferentes fines.

la mayoría iba gustosa, el rey pagaba buenas cifras por ellos, monedas que se destinaba a su familia, y el destino que les esperaba era abundante, vivirian en el gran palacio con las comodidades que éste ofrecía a cambio de uno u otro trabajo.
los que no aceptaban, debían ir igual y a la fuerza, siendo arrojados a los peores trabajos, y sin recibir paga alguna.
era aceptar o aceptar.

tanto el herrero como su joven hijo dejaron lo que hacían y agacharon las cabezas, rindiendo sus respetos a su Majestad.

el rey, sonriente, bajó de su carruaje en compañia de sus hombres, ambos muy musculosos, y les tendió la mano, la cuál fue besada por ambos plebeyos.

—su Majestad, es un honor para mi hijo y para mí su presencia en mi humilde tierra

—el honor es mío, aún recuerdo sus bellos trabajos de herrería...pero los tiempos han cambiado, ¿verdad?— preguntó, observando la triste estructura del herrero, que cada vez parecía menos fuerte

—si, son tiempos difíciles, su Majestad.

Pipe no sabía mucho sobre el rey, sin embargo estaba muy impresionado, nunca habia pensado poder ver a un rey frente a frente

—lo son. bien, veo que están ocupados y yo no deseo demorarlos, seré franco. mi hijo, el príncipe Esteban, se aburre, se reprime mucho, ya sabeis, vive encerrado en el Palacio, es un hombre y no ha probado las dulzuras femeninas, con mi esposa creemos que debe conservarse asi hasta el dia de la boda, que como han de saber, se celebrara el año entrante

Un puñado de papel con palabras Onde histórias criam vida. Descubra agora