CAPITULO 8

29 10 11
                                    

Son las 18:00 p.m., Tucker cierra su cuaderno y lo deja en su escritorio, sale de su casa y con la mirada se despide del lugar que fue testigo de todas sus vivencias.

Hace un mes un conocido de su padre puso en venta un edificio viejo. Tucker lo compró con la mentira de que lo arreglaría y lo acondicionaría para alquilarlo. La verdad es que nunca pensó ni en arreglarlo ni en alquilarlo, todo lo contrario, cuando cerró el trato, subió hasta la azotea y se dio cuenta de que brincando desde esa altura moriría al instante. Tucker tiene razón: una caída desde ahí es la muerte.

El taxi que contrató lo deja en el callejón que conduce al edificio. Hoy es el último día de Tucker con vida, así que antes de bajar del taxi le da una propina de doscientos dólares al taxista. ¿Qué más da ser bueno por última vez? En una de estas, y el creador lo considera y lo deja entrar al cielo.

Camina con ese abrigo de diseño exclusivo que se mandó hacer con la marca Gucci, le costó diez mil dólares, diez mil dólares solo para ocuparlo en su muerte. Entra al edificio y, en vez de sentir algún tipo de nervios, está feliz. Nadie de sus conocidos sabe que está ahí y que morirá. Sube escalón por escalón de todas esas escaleras que conducen hasta su objetivo y, cuando llega a la puerta del último piso, pone su mano en la manija de la puerta, la abre y al abrirla no puede creerlo.

¿Cómo es posible? En el filo de la azotea hay una mujer vestida de blanco alzando los brazos, al parecer quiere brincar, Tucker no sabe qué pensar ¿acaso estará soñando? O ¿será alguna broma religiosa tratando de impedir que muera? Se talla los ojos una y otra vez e incluso se pellizca el brazo, no Tucker Latimore, no estás soñando. Esa mujer es real.

-¡Oye tú! ¡Baja de ahí.-le exige.

Es inútil, está lloviendo y desde donde está Tucker es imposible que ella lo escuche con claridad.

-¡Te dije que bajes! ¿Estás sorda?

Latimore comienza a desesperarse. ¿Qué se supone que se hace en estos casos? La lluvia ya empapó su costoso atuendo, empuña sus manos con fuerza y camina molesto en dirección a la mujer. Para sorpresa de Tucker ella voltea, se ven a los ojos, Tucker nota que su maquillaje está regado y que sus ojos reflejan horas de llanto. Él se detiene, ella sigue llorando.

—¡Vete de aquí y déjame en paz!—grita ella.

Tucker pone ambas manos en su cintura manifestando su enojo, ahora resulta que lo corren de su propio edificio.

-¿Qué? ¿Qué me vaya? ¿Cómo me voy a ir si este edificio es mío? Explícame eso.

Ella imita su posición.

-¿Qué te expliqué? Este edificio lleva años solo, yo lo frecuentaba para desahogarme y hoy me servirá para irme para siempre, así que lárgate de aquí...

Tucker se acerca más.

-Sí, tienes razón, lleva años solo, pero hace un mes yo lo compré y ahora es mío, así que como es mío, yo decido quién entra y quién sale. - le dice y la coge del vestido, intenta bajarla de allí.

La joven se molesta y toma del pelo a Tucker, y comienzan a pelear. En un descuido, ella pisa en falso y está a punto de caer. Tucker se asusta y la jala rápido, provocando que ambos caigan por fortuna aún en el edificio. Sus cuerpos azotan en el suelo... Tucker se tranquiliza, por poco, y de tanto pelear ella cae. Él se quiere morir, pero no se perdonaría nunca que por culpa suya alguien más muera.

Los dos están tirados en el suelo, ella continúa llorando, se levanta un poco y flexiona sus rodillas abrazándolas. Tucker permanece boca arriba, siente cómo la lluvia sigue arruinándolo, voltea a verla. Su vestido blanco es bonito, pero es muy delgado. El empresario se pone de pie, se quita su abrigo y, mientras ella está hecha bolita llorando, él la cubre. Tucker ha visto demasiadas películas y siempre que las mujeres lloran hay alguien que las tapa con su abrigo o chaqueta. Después de ese bonito acto, Tucker toma asiento a su lado y también se quiere poner a llorar. Otra vez fracasó, todo se fue a la mierda, sabrá Dios de dónde salió esa chica.

UN BUEN DÍA PARA MORIRWhere stories live. Discover now