CAPITULO 4

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La gente dice que la mansión Latimore es un desperdicio, demasiadas recámaras, una sala exagerada que da un aire de salón de eventos y un jardín lleno de flores bonitas que nadie corta porque solo viven allí tres personas. Tucker, Ignacio e Isabel. Cuando Tucker cumplió dieciocho años Ignacio le sugirió vender la mansión y mudarse a un departamento, a Tucker esta idea no le pareció, era un hecho que quería morir, pero quería morir y ser velado en la sala de su mansión y que encima de su ataúd colocaran todas esas flores que con tanto amor Isabel sembró. Esa mansión lo vio nacer y debía verlo morir.

Tucker abre la puerta principal de la casa y ve a Ignacio picando papas, se le queda viendo por unos minutos y camina hacia las escaleras que conducen a su habitación. Al subir el cuarto escalón, se detiene... se crearon muchas dudas en su cabeza después de abrir ese sobre.

-¿Estás seguro de que mi padre no te dijo nada más ese veinticinco de mayo?—pregunta repentinamente.

Ignacio se queda tieso, de los nervios que la pregunta le ha provocado, siente que el cuchillo no es capaz de cortar esa papa. Se resigna y retira el cuchillo poniéndolo a un lado del plato, coloca ambas manos en la mesa y suspira.

—No, solo me dijo que alguien lo traicionó, pero no me dijo el nombre —le responde en voz baja.

Tucker no insiste.

-Ok.

Dree está sorprendido, hace casi una década que Tucker no le pide repetir las últimas palabras de su padre, en definitiva algo debió pasar.

-¿Está todo bien? -Camina rápido hacia él. - Puedes contarme lo que sea. ¿Tuviste pesadillas de nuevo?

De pequeño, Tucker tuvo demasiadas pesadillas, y durante un tiempo ni siquiera quería tener sueño, ya que sentía que al cerrar los ojos veía los cadáveres de sus padres acostados en los ataúdes. Cuando dormía casi siempre a las 3:00 a. m., pegaba de gritos asustando a Ignacio, quien solo tenía como único remedio un abrazo.

- Tenía esa duda, de vez en cuando los recuerdos me atormentan... Por cierto, el doctor dijo que las papas, las comas, al vapor no fritas. — Termina Tucker continuando el camino a su habitación.

Latimore sabe que si le menciona algo a Ignacio del sobre, este entrará en pánico, avisará a la policía y lo encerrará en su habitación tratando de protegerlo como siempre lo ha hecho. No es que a Tucker le moleste que Ignacio sea tan protector, más bien lo agradece; sin embargo, considera que esta vez descubrir si lo que dice ese sobre es verdad o no es tarea suya, solamente tarea suya.

UN BUEN DÍA PARA MORIRحيث تعيش القصص. اكتشف الآن