Capítulo 25: Dos recipientes.

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No solo fueron los libros de aquella biblioteca lo que me ayudaron entender los peligros que me encontraría en las próximas pruebas, sino el uso de aquel martillo a mis manos, el cual podía invocar cuando yo lo deseara, como si este fuera una parte de mi consciencia.

Con la ayuda de los videos e información de Kilian, pude obtener una idea mejor sobre el uso del martillo, incluso movimientos que podían servir en batalla. Tenía claro, aun con el arma en mis manos, que no podía depender de ella en todo momento y que debía usar mis puños y piernas en caso de que mi martillo no estuviera en mis manos.

Luchar, por primera vez, con mis propias manos. Era algo que en mi cabeza no paraba de dar vueltas, y más al saber que aun tenía mi ojo derecho herido. Quise por un momento retirarme las vendas, pero me di cuenta que hacer aquel no solo molestó a las vendas, que se movían como si fueran serpientes, sino que aun estaba con el dolor en esa zona, haciéndome gritar mientras apretaba mis dientes.

Pelear no iba a ser tan fácil, mi percepción de la situación iba a ser un poco más distinta, pero tenía que hacerlo, quisiera o no. Por ello mismo, alejándome del lugar, pude encontrar un sitio amplio donde no había estanterías, mesas, sillas o mubles con los que me chocara. Un espacio amplio dentro del grandioso observatorio donde pude poner en practica los movimientos con el martillo a la vez que la defensa y ataque propia.

En ocasiones me quedaba sentada en medio de la sala, cerrando mis ojos para escuchar mi alrededor, dándome cuenta que el lamento de aquellas almas aun me perseguía, que no iba a poder librarme de ese sufrimiento por mucho que lo deseara. En el momento en el que me mostró la verdad, me daba la sensación de que mi propia mente había grabado sus palabras de auxilio, como si fuera una forma de recordarme mi misión.

Aunque eso no era todo, pues también recordaba las palabras de mi familia y mis amigos, de aquellos ciudadanos que confiaban en mí, con la falsa idea de que iban a morir, cuando en verdad era una amenaza de la muerte para que tomara una decisión.

Respiré profundo, abriendo poco a poco mis ojos para mirar mis manos, cerrándolas y abriéndolas con lentitud.

—En este punto rendirme ya no tiene sentido —murmuré, levantando mi mirada hacia enfrente—. Ya me despedí de todos y prometí seguir adelante a pesar de la dificultad.

Con cuidado, me fui levantando del suelo para mirar a mi alrededor con mis ojos algo cansados, pero determinados para las pruebas que pudieran ocurrir. Respiré de nuevo tras expulsar el aire, sintiendo la tensión de mis hombros ir desapareciendo, pero no solo eso, sino que a su vez me daba la sensación de que mi cuerpo ya no era el mismo que tenía antes, sino que cambiaba poco a poco a uno más preparado para lo que hubiera.

Como si mi cuerpo ya asimilara lo que iba a ser una si superaba las pruebas.

—No perdamos más tiempo —susurré en un suspiro—. Estoy lista.

Y en el momento en el que dije esas palabras, mi alrededor cambió por completo en un escenario oscuro en el que mi nariz respiraba todo los olres más putrefactos posibles, como si en ese momento hubieran cadáveres de seres que murieron... por la injusticia.

No me moví del sitio, no me asusté ni hice un gesto que me pusiera en tensión, solo observaba hacia enfrente, escuchando el gruñido de distintos seres que se encontraban dispersos a mi alrededor. La oscuridad de aquella sala desaparecía poco a poco, mostrando los colores tristes propios de un funeral donde el silencio y el lamento de seres cercanos a estos cuerpos muertos pedían una justicia que me hacía crecer esa rabia.

Veía, a mi alrededor, lo que parecía ser un cementerio, con miles de tumbas con más decoración y cariño o menos. Colores en los que podían predominar los blancos, grises como los negros, pero en la mayoría de ellos acompañados por flores donde se encontraban escritos con las condolencias de aquellos que extrañaban a aquel familiar perdido.

Las pruebas de la muerte [Código 025#] [MO]Where stories live. Discover now