Las pruebas de la muerte [Código 025#] [MO]

Capítulo 1: Vivir.

Caminar con música puesta era un milagro que pude descubrir desde muy pequeña, cuando me dieron mi primer teléfono a los tres años, pude ver una gran cantidad de información que no entendía ni la mitad y la gran mayoría del tiempo hacía tonterías mientras mi madre me decía que ese objeto tecnológico iba a ser parte de mi vida. No fue a los cinco años cuando entendí un poco sus palabras y la cruda realidad que me envolvía.

Las calles donde caminaba eran las mismas en Oic, sabía que cada paso que daba resonaba porque el suelo se mantenía en muy buen estado, era como si pisara dentro de un castillo cuidado pro las manos de los trabajadores que no permitían que no hubiera ni una gota de polvo o suciedad, aunque esto más bien era los robots que nos rodeaban actualmente.

Su diseño era variado, en este caso, veía a mi derecha un robot pequeño azulado que con las pequeñas escobillas que tenía debajo suya, limpiaba las calles sin parar, sin tener ni un descanso. ¿Quitaba trabajo a los demás? Sí, pero era más eficiente eso que la mano de obra, aparte que los habitantes de este planeta estaban lo suficientemente ocupados para pensar en limpiar las calles, por no decir que una gran mayoría deseaba ir al paraíso, o como se le conoce, Ic'nes.

Aumentando aun más el volumen de mis auriculares, miraba hacia enfrente con la mirada perdida, las luces de aquel lugar parecían mezclarse de forma que mi alrededor no eran más que colores escandalosos y brillantes que te pedían a gritos que entraras. Aunque hubiera vivido aquí toda mi vida, prefería la oscuridad antes los colores neón de los edificios altos que trataban de convencerte que tu vida iba a ser exitosa si les pagabas.

Era una buena hora para salir en Oic, la gente dormía porque pasaban gran parte de la noche trasnochando, por lo que las calles de cada mañana eran relajantes de no ser que esos robots hacen un ruido tan estresante y constante que parece que están haciendo obras dentro de tu cabeza.

Cerré mis ojos mientras sacaba el teléfono, buscando otra canción más relajante, a veces miraba hacia enfrente, viendo aquellos puentes que nos separaban de Oic y En'rec. No me quedó otra que quitarme los auriculares y esconder mis pertenencias como mejor podía para prestar toda mi atención a mi alrededor.

No comprendía a mi profesor, aunque más de una vez compartiéramos una charla tranquila junto a una taza de café, no entendía porqué quiso hacer sus clases en En'rec. Decía que quería ser justo, que todos debían aprender, no por ser de una clase u otra tenías más privilegios o no. Comprendía su filosofía, pero me preocupaba su seguridad y la de mis amigos.

Caminar por aquel puente era ser bombardeada con avisos que salían de unos altavoces. Me advertían que ir allí no era una buena idea para alguien que tenía más de diez mil seguidores. Era agotador escuchar tantas veces lo mismo cuando ya era muchísimo más consciente que esos robots que se creían tener todo bajo control, cuando en verdad eran igual de estúpidos que la mayoría de este planeta.

La luna que se escondía tímidamente reflejaba por unos pocos minutos la luz que desprendía en los extensos y largos ríos que dividían las dos ciudades. Miraba de reojo con una sonrisa suave, siempre me quedaba quieta en la mitad del puente para apoyarme en el borde y ver la belleza de aquella madrugada en donde sol aparecía con fuerza, queriendo transmitir una gran positividad.

Mis ojos cansados observaban con calma la belleza de aquel río azul donde unos pocos peces se atrevían a andar a buenas horas de la mañana. Con calma, me senté en el borde, cerrando mis ojos para escuchar los pequeños ruidos de la poca naturaleza que tenía este planeta. Pensaba junto a las rumor de las aguas, ¿cuándo podría ver algo más que solo tecnología? 

Mi soledad pronto terminaría cuando escuché unos pasos detrás mía, abrí los ojos malhumorada, mirando de reojo hacia mi derecha hasta que pude ver a alguien que logró cambiar mi rostro a uno más tranquilo, incluso de sorpresa.