Capítulo 21: Voces armoniosas.

5 2 0
                                    

Que alivio fue escuchar la voz de mi padre, escuchar sus palabras llenas de paz que lograban disipar mis miedos. Respiraba aliviada mientras le daba gracias al cielo por que estuvieran bien, aunque sabía que aun me quedaba mucho por delante, y más con aquella que todos temían.

Estaba aun en aquellos pasillos, pero ya no me resultaban tan oscuros y tenebrosos como antes, sino que ahora brillaban de una manera que me hacían dar una esperanza, fuerzas para seguir adelante, aunque me pusieran miles de obstáculos enfrente.

—¿Lo habéis visto todo? —pregunté, esta vez más calmada, pues había hecho la misma pregunta antes, pero por mis lágrimas no se me había entendido bien.

—Sí, claro. Cuando anunciaron que solo había una persona que superó la sexta prueba y nos enseñaron a la persona, muchos empezaron a hacer revuelo de ello ya que eras bastante conocida. Yo me enteré en mi trabajo, mis amigos diciéndome que mirara en las redes porque tú estabas ahí —me explicó Eran, también intentando mantener la calma—. Me marché de inmediato e intenté reunirme con mi mujer y mis hijas, están aquí también... menos Tani.

Aquello me decepcionó un poco, deseaba hablar con ella para decirle algunas palabras honestas, pero no parecía ser la ocasión. Suspiré con calma, sonriendo con suavidad mientras miraba hacia el suelo, dejando que la nostalgia me invadiera... como deseaba abrazar a mis hermanas y dar algún paseo o a lo mejor comer en algún restaurante.

—¡Nilia! —Sonó una voz infantil en el otro lado, provocando que me despertara de mis pensamientos.

—Samay quiere decirte algo —murmuró Eran, a lo que yo afirmé con calma.

—Hermanita, ¿estás bien? —me preguntó Samay, escuchándose con cierta dificultad porque agarraba el móvil con torpeza.

—Sí, claro, todo está bien hermanita —respondí con una sonrisa, una que, si bien sabía que no vería, quería que al menos se lo imaginara con mi tono.

—¡Les diste una buena patada a esos bichos! ¡Estuviste impresionante! Pero, ¿te duele el ojo?

Me quedé atónita ante sus palabras, ¿me vio luchar? Tragué saliva sin querer mientras ponía mi mano derecha en las vendas de aquel lado. Conociéndola, se habría preocupado por mi en ese momento, capaz se habría angustiado al verme en el suelo sin reaccionar. Escuchar mi voz, capaz, era un alivio enorme.

—Estoy bien hermanita, esos bichos les queda mucho para hacerme daño. No voy a permitir que me derroten —respondí con seguridad, una que le hizo sentir calmada a Samay, o al menos eso sentía ya que soltó un suspiro de alivio para luego dar saltos.

—¡Recuérdalo bien! ¡Eres nuestra salvadora! Haremos lo máximo posible para que puedas conseguirlo y darle su merecido a ese mago —aseguró Samay, provocando que soltara una ligera risa mientras contenía mis lágrimas.

—Lo recuerdo bien, pequeña... Y seguiré luchando para ello.

Samay no me dijo mucho más, pero sabía que estaba sonriendo con ilusión sin saber bien que decir, capaz se le habría ocurrido decirme alguna cosa de lo ocurrido a su alrededor, pero una voz intervino para pedir el teléfono. Arqueé la ceja hasta que me di cuenta quien era.

—Nilia, ¿puedes cámara? —preguntó Zenda, notándose en su voz el arrepentimiento y miedo mezclados.

—Zenda, te dije que no es buena idea poner cámara, sino la gente se pondrá a mirarnos de chismosos. —Escuché la voz de mi padre, y si bien tenía razón, por otra parte, no me molestaba nada que hubiera gente viéndome, sabría ignorarlos y centrarme solo en lo que importaba.

—Cariño, Zenda quiere verla, creo que es muy normal —intervino esta vez Andra, logrando sorprenderme porque su voz sonaba quebrada y adolorida.

—Puedo poner la cámara sin problema, no me molesta —anuncié, mirando las opciones del móvil para darle a videollamada, viendo así a mi familia y ellos a mí.

Las pruebas de la muerte [Código 025#] [MO]Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang