Capítulo 12: Anuncio.

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Eran era una caja de sorpresas para mi, lograba sacarme una sonrisa que se la contagiaba sin querer, caminando por las calles de Oic en donde no pude evitar esas miradas llenas de curiosidad, pero que fueron evitadas por mi padre que les desviaba la atención a otra cosa o se metía en medio para que no me atosigaran. No fueron muchas veces, Oic, después de todo, tenía a gente que iban a su rollo y sabían respetar, por lo general.

Nuestra misión simple, pero complicada, era ir a comer en un sitio donde no fuera comida rápida y hecha con poca pasión, para ello había que irse un poco lejos de Oic, cerca de los puentes que conectaban con En'rec. Según me decía mi padre, en las afueras de la ciudad uno siempre encontraba con los mejores restaurantes que uno podía probar, aparte de que la amabilidad era vista en aquellos que durante años habían aprendido lo que sus abuelos le habían enseñado.

No le cuestionaba, después de todo los sitios que me llevaba a comer mi padre eran los mejores que mi paladar podía probar, y saber que iba a tener la suerte de comer en uno de esos sitios, hacía que la felicidad fuera creciendo en mi interior mientras íbamos caminando por las calles de Oic, alejadas de la carretera principal, donde las luces no eran frecuentes, pero dejaban ese sendero donde uno podía guiarse sin perderse.

En ocasiones hablaba con mi padre sobre cualquier otra cosa, interrumpiendo mis pensamientos y que mis ojos se fijaran en él, sonriéndole con calma.

—De pequeña Tani era un terremoto, creo que te lo dije, ¿no? —preguntó.

—Creo que sí, me decías que siempre andaba de un lado a otro y que trasteaba con el maquillaje de mi madre —recordé.

—Sí, le empezó a gustar más cuando un día en clase tenían que llevar un maquillaje único que representara un tipo de animal, era para un concurso que hacían para los más pequeños donde el ganador conseguía algo de dinero para material escolar y unas pocas gominolas —explicó mi padre—. Ese día ganó Tani y no sabes la emoción que creció en ella, como se movía de un lado a otro con ilusión, descubriendo a su vez que el maquillaje junto a la moda era su pasión... Y luego naciste tú, la antítesis total.

Reí ante sus palabras, rascando mi cabeza con cierta timidez.

—Erais como perro y gato, aceite y agua, yo no se como podíais dormir juntas en la misma habitación —admitió Eran con cierto asombro, provocando que los recuerdos llegaran.

Me acordaba bien de esos días donde mi hermana mayor y yo discutíamos por nuestros gustos u opiniones, era una constante en la que a veces mi madre sacaba partido de ello mientras que mi padre trataba de calmar las aguas, pero de poco servía. Eso sí, me ayudaba cuando tenía problemas en los estudios o conflictos con algunos jóvenes... en eso siempre estaba ahí para mi...

Mi sonrisa fue desapareciendo cuando mis memorias revolvían mi estómago, recordando esos días en los que de pequeña era insultada por otras jóvenes las cuales no comprendían mi manera de vestir. La moda siempre era un hecho muy importante en las mujeres, y más si el internet influenciaba en las nuevas tendencias donde todos tenían que llevarlo o sino eras excluído.

Yo no lo llevaba porque me parecía absurdo, pero al parecer era sinónimo de exclusión social, de insultos y humillación. Solo por querer ir cómoda.

—Tienes que entenderlo, Nilia, es un hecho que si no vas como nosotras... no puedes ir en nuestro grupo, ni si quiera estar en nuestro lado sentadas —habló una chica, ¿quién? No me acordaba ni de su nombre, pero sé que tenía unos imanes en sus dientes, algo que me pareció muy curioso cuando tenía once años.

—Pero yo estaba sentada antes...

—Es nuestro sitio, eso deberías saberlo de sobras —aclaró la chica, poniendo su mano derecha en su cadera.

Las pruebas de la muerte [Código 025#] [MO]Where stories live. Discover now