Hay que seguir adelante...

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Las Sailor Scouts se enteraron del ataque del príncipe Diamante casi cuando ocurrió, pero tanto Seiya como Usagi lograron calmarlos a todos y les explicaron que pudieron derrotarlo sin ningún tipo de incidente desafortunado.

Las chicas le agradecieron a Seiya por haber intervenido en el momento justo y haber salvado a su princesa, y mientras el resto hablaba en la sala, Minako salió al enorme jardín de la mansión Kido, soltó un largo suspiro y se sentó en el césped desanimada.

—No te importa si te hago compañía ¿Cierto?—Preguntó Shun que se sentó a su lado en la hierba mientras la miraba con una sonrisa en el rostro.

—Hoy es una linda noche ¿no lo cree, señorita Aino?—Mencionó el caballero y Minako sonrió un poco, entre adolorida y avergonzada —Sí, pero por favor, Shun, llámame Minako, así es como me llaman mis amigos, y tú eres un amigo—Le dijo ella.

Shun asintió —Muy bien, Minako—Dijo y Minako le sonrió.

Su mente entonces empezó a divagar en el pasado, en su pasado, y sin darse cuenta, le comentó sus pensamientos al caballero de Andrómeda.

—Desde que Kunzite murió... me he estado preguntando qué habría pasado si los hubiésemos salvado de la muerte... y aunque intento pensar en mil y una posibilidades, sé que ya no habría sido lo mismo para ninguno de los dos—Dijo Minako lamentándose y Shun la miró con tristeza y un poco de lástima.

Supuso que perder a quien amabas frente a tus ojos y no poder hacer nada para evitarlo no era nada fácil...

—No me malinterpretes, no es que no hubiéramos sido felices, pero... Kunzite siempre tuvo ése sentido del deber, si hubiera sobrevivido, se habría reprochado toda su vida por lo que hizo bajo el control del Negaverso y hubiera puesto su vida en la línea de batalla para tratar de compensarme por eso...—Comentó Minako, avergonzada de haber comentado su vida con Shun.

Shun colocó una mano en el hombro de Minako —Minako... sé que debiste quererlo mucho, pero piensa en lo que él hubiera querido para ti—Le dijo el caballero de Andrómeda a la joven Scout de Venus.

—No habría querido que lloraras su muerte toda la vida, mira a Rei y a Makoto, eso es lo que sus amados les pidieron que hicieran... ¿Por qué Kunzite sería diferente?—Le dijo Shun tratando de consolarla.

Minako le sonrió a Shun con tristeza —Eso lo sé Shun, pero es difícil para mí el dejarlo ir...—Dijo Minako, empezando a llorar.

—Hay una parte de mí que me dice que no es la primera vez que pierdo a alguien que me importa, y por otra parte, mi vida anterior en el Milenio de Plata me recuerda una y otra vez que ambos caímos sin tener una oportunidad apropiada... no puedo soportarlo, Shun, no puedo...—.

—No puedo superarlo aunque lo intente, todas las noches recuerdo su sonrisa, sus labios, sus brazos... ¡Él siempre está en mis sueños! ¡En mi vida diaria! ¡Él lo era todo para mí, Shun! Y ahora sin él... sin él...—Las lágrimas no se detenían aunque ella trataba de detenerlas.

Shun, en un impulso de su corazón que había caído ante la joven rubia, abrazó a Minako, que se sorprendió por lo repentino del abrazo.

Nunca se atrevería a confesarle sus sentimientos, no se había dado cuenta de cuándo había empezado a gustarle: entre las conversaciones, las miradas, los trabajos y sus entrenamientos, hubo algo en Minako que le había atraído a ella.

No sabía qué, y no le importaba, pero no podía ver a Minako llorar así, se veía tan sola, tan triste, como si la hubieran abandonado a su suerte en la oscuridad de la soledad y el miedo.

Minako, por su parte, se sentía culpable, porque estaba empezando a enamorarse de aquel gentil, pacífico y amable caballero de Bronce, aún a sabiendas de que Kunzite había vuelto, ella se enamoró otra vez sin poder evitarlo.

Pegasus and the MoonWhere stories live. Discover now