Gabriel

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Gabriel

¿Cuál ha sido una de las peores cosas que he hecho y me arrepiento a mis veintiocho años? Enredarme con Pamela. Esa es la respuesta.

La discusión del baño me ha dejado un sabor amargo en la boca, me ha puesto de malhumor y con un puto ardor en el cuello por su rasguño. No sé qué busca de mí, pero sea lo que busque no me importa y no voy a dárselo.

Cierro los ojos, tallándome la cara y me re acomodo el cuello de la camisa para ocultar la zona rojiza. Para Danielle no será normal que una simple ida al baño me haya sacado un rasguño por arte de magia.

Salgo del pasillo de los baños y busco con mi mirada a Danielle, sin embargo, no me hace falta demorarme mucho buscándola, porque es la mujer más llamativa que permanece de pie en la barra del bar. Me detengo por unos segundos para admirarla y una leve sonrisa aparece en mi cara. Danielle es hermosa, natural, refinada y estoy seguro que es la mujer que cualquier hombre quisiera tener, pero mala suerte para ellos, porque ya es mía.

Me acerco a ella lentamente y Danielle clava sus bonitos ojos en mi cara y parpadea.

—¿Qué te pediste? —inquiero, mirando sus ojos brillando bajo esos párpados oscuros que la hacen ver fría y mala, pero que es todo lo contrario, porque Danielle nunca será así.

—Ah, sólo quería probar algo fuerte —responde, y sonrío, moviéndole un poco los cabellos que le caen por el rostro. El corazón me quiere explotar por tenerla tan cerca. Se supone que al pasar los años el enamoramiento disminuye, pero conmigo teniéndola a ella, sólo aumenta.

—Yo saldré a fumar —aviso, y me aclaro la garganta —. ¿No tienes algún cigarro?

Ella arruga las cejas, extrañada por mi pregunta.
—Pero no te gusta fumar.

Es verdad. No me gusta fumar, nunca me ha gustado, ni siquiera cuando era un adolescente de quince años. No soporto el humo del cigarro porque ocasiona que los ojos me ardan, así que lo evito casi siempre, aunque sé que a Danielle sí le gusta hacerlo, y es un hábito que quiero que acabe por completo.

—Sí, pero los otros deben estar fumando —murmuro, echando un leve vistazo a la mesa donde falta el primo de Ian, Danilo y el Hacker —. Tengo que unirme, mi amor.

Danielle asiente, sin hacer más preguntas y la veo hurgar en su bolsa hasta que saca una cajetilla de cigarros color negra. Frunzo las cejas, aceptándola cuando me la tiende. Que no me guste fumar no significa que sea un idiota que no sabe de marcas de cigarros, pero la cajetilla que me ha dado es peculiar. Djarum Black. Cigarros negros con sabor a clavo. Quiero preguntarle de dónde los sacó, sin embargo, me abstengo, porque tengo miedo de que por una simple pregunta refresque su memoria. Tengo la duda y temo que haya encontrado la cajetilla que le regaló a Pamela justamente en la guantera de mi carro.

Así que solo le doy un corto beso en la boca y me encamino al estacionamiento, donde encuentro a los tres desaparecidos riendo con el humo yéndose por el aire. La luz roja ilumina todos los carros, y hace que nuestras siluetas se vean oscuras. Quizás Ian acertó poniendo este tipo de luces ya que en la distancia veo un carro con los vidrios empañados.

Extraigo un cigarro negro de la cajetilla y me recargo en el barandal, a lado de Danilo.

—Estos cigarros nunca los había visto —les comento, llevándome el cigarro a la nariz antes de prenderlo. Huele intensamente a una hierba particular, una hierba que la he olido en alguien más, una hierba fuerte que es difícil de ignorar. Clavo mis ojos en el suelo, para pensar y hago memoria. Danielle huele a estos cigarros, a clavo, pero también... también Ian.

La mujer del Diablo. [+18]Where stories live. Discover now