Gabriel.

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Desde los dieciséis años me comencé a dar cuenta del efecto que comenzaba a tener en el sexo femenino; me di cuenta que podía estar con muchas chicas de mi edad o incluso con unos dos o tres años más, porque sabía los tipos que les solían gustar: con calle, descarrilados y sobretodo, con buen físico. Yo era así. Desde los trece empecé a descarrilarme, no era un niño feo, y estaba vivido por andar en la calle a temprana edad. No era culpa de mis padres, solo que mí no me gustaba obedecer.

Al pasar los años tuve unas cuantas novias, no formales, fueron relaciones que no pasaron de los tres meses, ya sea por mi inmadurez o porque me aburría rápido. No recuerdo haber estar obsesionado con ninguna mujer, ni llegar al punto de quererla tanto, ni siquiera llegué al punto de llorarle a alguna, pero para todo hay una primera vez, y conocer a una castaña triste en un aeropuerto le dio la vuelta a todo.

Al inicio ni se me ocurrió tener algo con ella, pero nunca ninguna mujer se había comportado tan incómoda conmigo que eso fue lo que me despertó la curiosidad... y con esfuerzo conseguí conocerla, pero estaba mal, todo en ella lo gritaba, sin embargo, eso era lo que más me interesaba, así que después de un grande esfuerzo pude mantener una conversación sincera... donde nos dimos cuenta que íbamos a la misma ciudad y casi a los mismos lugares.
Así que ese día ni lo pensé mucho y me ofrecí a ser su guía por la ciudad, a lo que Danielle aceptó. Nos dimos cuenta que estábamos solos, en una ciudad grande y con distintas costumbres, por lo que decidimos pasar tiempo juntos; día tras día, semana tras semana, mes tras mes. Conforme más pasaba el tiempo y más la conocía me di cuenta que me cautivaba, Danielle hacía que quisiera verla todos los días, y hasta empece a sentir cosas raras en la panza. Qué digo, si hasta soñaba con ella.

No sé qué podrá tener Danielle, pero es fácil enamorarse de ella. Quizás es por su carácter: carácter forjado, seguridad hasta el cielo e inteligencia. Es una mujer incontrolable, y qué bueno que no soy machista, porque de haber sido así, sé que no podría con ella. No tengo dudas de mi amor por ella, la amo, y soy consciente de que puede estar con cualquier hombre que quiera, que incluso jamás me perdonaría una infidelidad... jamás lo haría, y lastimosamente, ese ha sido mi más grande error: caer en la tentación.

Pamela es todo lo contrario a Danielle, ni siquiera tienen la misma belleza, ni la misma clase, ni es culta, pero bien dice que un hombre nunca engañará por una más preciosa... sino por una más fácil.

Nunca tuve un interés en Pamela, nunca lo he tenido. La conocí por Danielle, pero no hubo ninguna impresión, sólo era la amiga de mi novia... hasta que me puse ebrio, terminé casi inconsciente y desperté con ella en un Motel. No recuerdo mucho, pero estoy seguro que fue ella quien se me ofreció.

Y mi error fue continuar haciéndolo.

Ya han pasado meses desde esa mala decisión, y entre más pasan los días más culpable me siento. Ni siquiera he sentido el mínimo amor por Pamela, sólo es algo sexual y ya, y no es mejor que Danielle, solo alimenta mi ego.

Y quiero redimirme. Estoy arrepentido, porque de verdad quiero a Danielle como mi esposa, formar una familia, tener hijos, una vida cliché... pero sé que si llegase a saberlo todo me dejará, porque es la mujer con más orgullo que he conocido alguna vez.

No estoy dispuesto a contárselo, porque no la quiero perder. Solo estoy dispuesto a remediar mis errores y terminarlos de una vez.

Me paso las manos por la cabeza, negando para mí mismo y me decido en ponerme de pie para dejar de pensar. Estando de pie poso mi mirada sobre un retrato de Danielle en el escritorio y casi sonrío. Tengo fotos de ella en todas partes, en mi cartera, en el carro, y ni se diga de las que tengo en el apartamento. Soy un hombre enamorado.

La mujer del Diablo. [+18]Where stories live. Discover now