Capítulo 11

1.3K 91 96
                                    

Ian:

Me consideraba un hombre capaz de mantener el control, que siempre era organizado y con la cabeza puesta donde debe estar, nunca he sido distraído de mis obligaciones, sin embargo, cada día que pasa parece que estoy deslindándome más y más de lo que debería hacer. Si antes ocurría algún problema yo lo resolvía por mi cuenta, pero ahora mando a que lo hagan por mí, y todo porque no me puedo despegar de la oficina donde está Danielle.

Sí, por ella.

Y me trato de convencer que sólo somos jefe y empleada y que no somos lo que éramos hace diez años, pero estoy fallando en el intento.

Y es que por mi cabeza sí se me pasó volver a buscarla, porque siempre ha estado presente en alguna parte de mi cabeza, porque la recordaba y en muchas ocasiones me pregunté sobre su vida, qué hacía, dónde estaba, o si ya estaba casada, pero mi intención no era regresar a su vida para ponerla patas arriba, porque aunque soy egoísta, sabía que a Danielle la merecía alguien más, no yo después de mentirle y haberme quedarme solo.

Pero, ¿entonces por qué estoy haciendo todo esto? Fácil. Enterarme que es la mujer que tanto engaña Gabriel me molesta, porque lo conozco y sé que no cambiará. A pesar de mis sentimientos hacia ella, no la hubiera molestado si ella hubiera estado con un hombre bueno, pero Gabriel no lo es.
Mi intención no fue llegar a este punto, no fue que todo se saliera de control para Danielle y para mí, pero debí suponerlo, porque toda acción tiene su reacción.

Y yo ya no puedo parar.

Y aunque pueda, no pararé.

—¿Estás escuchando lo que estás diciendo? —la pregunta de Raúl me hace parpadear y eliminar por un segundo el plan de mi mente —. Es un puto riesgo, Ian.

Me encojo de hombros, relajado. —El que no arriesga no gana.

Mi primo entorna los ojos y suelta una risa careciendo de humor, meneando la cabeza. —Sí, pero ya estás arriesgándote mucho, te estás confiando de más.

—¿Y qué podría salir mal? —cuestiono —. ¿Qué me maten?

—¡Todo podría salir mal! —exclama para hacerme entrar en razón, pero no lo logrará, porque idea que está en mi cabeza es idea hecha —. Ya hiciste mucho, ¿y todavía falta más?

La esquina de mi boca se levanta en una media sonrisa. —Raúl..., no he hecho ni un cuarto de todo lo que soy capaz.

—Hiciste que la despidieran de su trabajo, la contrataste en el club, le secuestramos a su mamá hoy por la mañana, y ahora...

—No voy a matarla, Raúl —le aclaro, tomándome de golpe un trago de tequila —. Lo que hace está mal pero será la única excepción, no la quiero muerta, y ese pensamiento no pasa ni pasará por mi cabeza, no con ella, solo quiero que se arrepienta y que la situación se voltee.

Se queda en silencio, procesando cada una de mis palabras y asiente muy a su pesar, porque sabe que no me voy a retractar.

—Bien —acepta —. Sé hará lo que tú digas, pero espero que no la estés jugando mal.

—Relájate, la conozco.

—¿Qué te hace creer eso? Capaz y de verdad esté tan enamorada de Gabriel y nunca lo deje.

—¿Tú crees que él la conoce mejor que yo? —me río y dejo el vaso sobre la mesa —. Él la conoce desde hace tres años, yo la conozco desde que éramos unos adolescentes en la prepa. La conozco bien, y sé que no ha cambiado.

La mujer del Diablo. [+18]Where stories live. Discover now