Capítulo 15

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Danielle:

Cuando despierto espero encontrar a Ian a mi lado en la cama como todos los días, sin embargo, cuando me atrevo a estirar mi mano para tocarlo, mis dedos solamente tocan la colcha fría. Abro los ojos, incorporándome y miro a la ventana, el sol ya salió, así que no me he despertado antes del amanecer. Navego mis ojos por la habitación y encuentro la hora en el reloj inteligente: once y media de la mañana. He descansado demasiado, tanto que el cuerpo ya no me duele. Los días de entrenamiento me hacían caer muerta, y ayer pude dormir desde las siete de la tarde, como si ya fuera una anciana.

Me levanto de la cama y camino a la puerta, pero involuntariamente me detengo a mirar la habitación, la habitación que por dos semanas ha sido ocupada por Ian y por mí. Trago saliva y observo las sábanas arrugadas, su almohada con el olor de su perfume, y mi almohada con mi humor corporal, sus lentes de sol en el buró y mis zapatos en el rincón. Todo dentro grita traición, y cualquier persona pensaría que aquí no solo se durmió.

Antes de que pueda reprocharme dejo de mirar
y salgo de la habitación.
La cabaña se siente vacía y en silencio, y me pregunto dónde estará Ian. Capaz se ha arrepentido de pedirme casarnos y ha huido. Sería un gran giro, ¿no?

Antes de salir a buscarlo entro al baño, me cepillo los dientes y me lavo la cara para despertar. Mi celular no sé dónde estará, o bueno, si sé, pero conociendo a Ian debe tenerlo bajo llave para que no hable con Gabriel, porque eso le gusta, mantenerme alejada de él.

Me encamino a la puerta principal y la abro, y cuando salgo la respiración se me pausa, la garganta se me cierra y mi piel se calienta.
Esperaba encontrarme a Ian haciendo cualquier cosa, en serio, cualquier cosa, menos lavando él mismo su camioneta, y sin ninguna camisa puesta.

Aspiro una bocanada de aire y evito hacer ruido para que no me vea, mientras que ladeo la cabeza. En las dos semanas que llevo encerrada aquí nunca lo había visto sin camisa, y ahora que lo veo sé que no voy a poderme quitar su imagen de la cabeza.

¿Por qué no puede ser un hombre feo? Lo haría todo más fácil.

Él está de espaldas a mí, pasando un trapo por el cofre rojo de la camioneta, pero eso no es lo que me deja sin respiración, lo que me deja sin respiración y con un cosquilleo son sus músculos flexionándose y los nuevos tatuajes de su espalda. Trago saliva, aún sin moverme, y observo el gran tatuaje que cubre casi toda su espalda. Es un tatuaje sin color, la mitad izquierda de su espalda tiene una cara malévola con cuernos, con ojos en blanco, y con una mano en la boca en señal de silencio, es un diablo, o un demonio, cualquiera de los dos. Ian exprime el trapo, dejando caer el agua recolectada al suelo y yo sigo sin poder quitarle la mirada. El tatuaje es dividido en dos, por lo que a lado de la cara del diablo tiene un cuervo oscuro, con las alas extendidas y con las sombras de su aleteo.

Bajo la mirada y tallo mi rostro hirviendo. El cosquilleo en mi vientre no es normal, no debo sentirlo. Yo ya tengo un hombre, no debo fijarme en otro, no porque no es...

—¿Hasta cuándo te vas a quedar parada ahí?

Mi piel comienza a hervir aún más por su pregunta. Sabía que yo lo estaba mirando como una acosadora y hasta parece que más se esmeraba en flexionar sus brazos para que no dejara de verlo. Maldito.

Ian se gira con una sonrisa burlona en su cara y yo aprieto los dientes, sintiéndome abochornada.

—Acabo de salir —miento, a lo que suelta una baja risita entre dientes porque no se traga mi evidente mentira, sin embargo, intento ser rápida en desviar de tema—. ¿No tienes gente que pueda hacerlo por ti?

La mujer del Diablo. [+18]Kde žijí příběhy. Začni objevovat