Capítulo 03

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Danielle

Gabriel estaciona su auto frente a un club grandísimo, de tres pisos y con letras doradas anunciando su nombre: La Fortuna. Es un edificio que luce espectacular por fuera, y que nunca había visto, aunque suelo transitar muy poco por aquí, entonces es la razón por la cual no sabía nada de él hasta ahora.

A través de la ventanilla observo que la zona está solitaria, y la puerta principal también lo está.

Aspiro una bocanada de aire, preparándome, y con nerviosismo acomodo mi cabello, que no es necesario porque lo tengo perfectamente peinando, pero que a la vez es necesario solo para corroborar que luzca bien.

Aquí es, amor —me informa Gabriel a mi lado, y yo aplano mis labios —. Te dejo aquí y me voy directo al gimnasio para abrir.

—Tengo nervios —confieso, volviendo a darle otra mirada al grande club con aspecto de mosaicos grandes negros que lo reflejan todo —. ¿Y si realmente no me da el trabajo? O... ¿y si me lo da y lo arruino?

Volteo parar mirar a mi hombre a mi lado y él me ladea la cabeza, con un tinte divertido en sus ojos y sus labios estirándose en una ladina sonrisa. Él luce tan tranquilo, como si realmente está seguro de que no tendré ningún problema para conseguir un trabajo.
Su mano derecha se posa sobre mi mano en mi regazo e impide que siga alisando arrugas inexistentes en mi vestido, trago saliva y por un segundo me dejo trasmitir su confianza y seguridad.

—¿Dudas de ti misma en este momento cuando sé que eres la mejor contadora? —su pregunta llena de indignación me hace sonreír con más alivio —. Te irá bien, Danielle. Ya hablé con el dueño, y te tratará bien. Le pedí que no fuera tan hosco contigo.

Escucharlo decir eso hace que de nuevo mis nervios lleguen a mí y hago una mueca de duda. —¿Es muy malo y engreído?

Gabriel se encoge de hombros, dándole un suave apretón a mi mano. —Es indiferente, pero te dará el trabajo. Aparte, ¿en serio desde cuándo te da inseguridad algo? Eres la mujer más segura que conozco.

Sonrío, porque tiene razón. A pesar de que sienta inseguridad por algo, siempre trato de que no se note y mantengo el control sobre eso. Así que tomo mi bolso y me preparo mentalmente para bajar. Son las nueve de la mañana, y a pesar de que el lugar luce como si no hubiera nadie sé que dentro están las personas de limpieza, así como me lo indicaron. O bueno, como se lo indicaron a Gabriel.

—Está bien, ya bajaré antes de que se me haga más tarde —me acerco a él, acortando nuestra distancia y lo rodeo con mis brazos para darle un beso en la boca de despedida —. Si me da el trabajo y me deja a trabajar te aviso, para que vengas por mí.

Él me sonríe, asintiendo, y dándome una leve caricia en la mejilla. Sus ojos brillan al tenerme tan cerca, y eso siempre hace que mi corazón se llene de paz; porque me basta ver la manera en la que me admira para darme cuenta que de verdad está enamorado de mí.

Me da un último beso en los labios y me grita un te amo en cuanto desciendo de su auto. Río y le digo adiós con la mano, adentrándome a la entrada de emergencia del club.

Enderezo mi espalda, percibiendo el silencio del lugar y observo mis tacones Saint Laurent
sobre el piso forrado con alfombra guinda. Huele a nuevo y huele a aire acondicionado.

Visualizo todos los detalles que hay y por un momento me siento como en un casino lujoso de Las Vegas. Pamela tenía razón.

Camino al elevador y presiono el último piso, así como me lo indicaron. Miro mi reflejo mientras espero y me sonrío. Tengo puesto un vestido tipo blazer en color blanco, con mi cabello suelto en ondas sobre mis hombros y un maquillaje un poco cargado por mis ojeras de no poder dormir anoche.

La mujer del Diablo. [+18]Where stories live. Discover now