Capítulo 26

61 15 10
                                    

Desafíos y declaraciones

Mina se afanaba en intentar calmar a Tzuyu, la cual respiraba con fuerza debido al estrés que estaba padeciendo. Respiraciones fuertes e intensas demostraban la cantidad de oxígeno que la joven convaleciente intentaba darle a su cuerpo, sumido en un ataque de ansiedad. La joven de tez trigueña intentaba no asustar a nadie y no preocupar a nadie; solía tener algún que otro ataque de ese estilo muy de vez en cuando, pero este era mucho mayor a cualquier ataque de ansiedad que la guitarrista recordase, y era algo difícil ignorarlo.

Por otra parte, la joven bajista solo notaba el palpitar de su corazón, solo escuchaba el tamborileo contra sus costillas, casi intentando huir de su pecho para nunca volver. Sus ojos fijos en el techo de la habitación, clavados en los surcos de corcho de los paneles del falso techo que tapaban el cableado y los conductores, intentando calmar su propio pulso. Escuchaba el pitido incesante de la máquina, marcaba alguna desviación, pero nada verdaderamente preocupante, si fuera algo malo ya estaría rodeada de médicos. Un sudor frío se acopla a la piel, descendiendo por su cuerpo, precipitándose por el cuello y provocándole un molesto escalofrío. Odiaba esa sensación. De repente, comenzó a escuchar un arrullo, el tono de una nana y una mano que acariciaba su frente y su cabello; era Mina que canturreaba algo con esa voz tan suave que la hacía parecer una ninfa.

El guitarrista grababa una canción que su madre le cantaba, acunándola entre sus brazos para calmar su malestar. Cantarla le recordaba a las esteras, al olor del mimbre, a la brisa, al sonido de las cigarras en verano, al viento juguetón que entraba a saludar por las ventanas y hacía sonar la campanilla de cristal que allí se colocaba. Ella intentaba calmar a su amiga, porque sabía que aún tenía el veneno del pasado recorriéndole las venas; y no importaba cuando el tiempo pasaba o cuantas veces dijese Tzuyu que ya lo había olvidado, con momentos como este, dejaba claro que sus fantasmas a veces decidieron aparecer de nuevo.

Una enfermera entró al poco, seguramente alertada por la escena que acababa de ocurrir. Puede que no hubiera entrado antes porque era mejor no meterse después de escuchar semejantes gritos y porque de no ser llamada, no era su expresa obligación. Cualquiera diría que era un mal gesto, pero también era un gesto de complicidad el no inmiscuirse en la vida de los pacientes a ese punto, siendo de gran educación dejar un tiempo prematuro para que las aguas volviesen a su cauce.

La enfermera vestía el uniforme de rigor e iba acompañada de un moño alto que envolvía su cabello castaña pajizo en una estructura digna de una clase de arquitectura. Su voz, suave y calmada, expresaba cierta preocupación.

—Disculpe —se dirigió a ambas chicas —, quería saber si la paciente está bien. Después de lo sucedido, es conveniente cerrarse.

La joven convaleciente solo cerraba los ojos y se dejaba llevar por las caricias que recibía en el cabello, como si fuera un perrito al que están durmiendo. Poco a poco, debido a la tensión y a la intoxicante sensación de la tensión adolorida en sus maltrechos músculos; Tzuyu apenas pudo hablar y se limitó a intentar mascullar una respuesta.

—Parece que sí —contestó Mina, observando con más tranquilidad la expresión de su amiga y como la mandíbula, que antes estaba tensa como las fauces de un lobo, se le relajaba.

—Me alegro —contestó la enfermera —. Aún así, déjeme comprobar las máquinas.

—Por supuesto.

—No hace falta que se vaya —solventó la mujer al ver que la guitarrista intentaba apartarse del lado de su amiga —. Además, no tardaré nada.

Tzuyu escuchaba los pasos de la enfermera y las suelas marcando el suelo, el sonido de los botones siendo pulsados, la comprobación de los conectores aún enganchados a su piel, y los movimientos de un bolígrafo tomando nota. Se percataba de la presencia de la enfermera por el sonido de su respiración, el ruido de su uniforme al moverse y la sensación de sentir su cuerpo interrumpiendo la corriente proveniente del techo; estando casi inconsciente era más consciente de todo.

"Un puente hacia ti" SaTzu Where stories live. Discover now