Capítulo 21

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Nervios y silencio en un hospital

La noche yacía en el cielo como un manto estrellado apenas imperceptible por culpa de las luciérnagas metálicas que semejaban todas las farolas de la calle. Ella se había apartado un momento del interior de aquel edificio blanco y beis que portaba una gran cruz en su letrero. El Hospital Yangchen era un edificación sigilosa, hueca, sin apenas ruido tras las puertas acristaladas; avanzar hacia la estructura de noche era como avanzar paso a paso hacia el río Estigia a la espera de darle las dos monedas de oro al barquero.

Aquella era una edificación cercana a los barrios adinerados de la ciudad; una construcción elaborada para calmar y relajar los corazones de quienes tenían que padecer allí altas horas de espera por sus familiares. Rodeada de cuidados jardines con senderos donde caminar y fuentes circulares que buscaban sanar el desánimo y la impaciencia en los visitantes o en los pacientes de larga estancia. Sus tres alas diferenciadas en tres edificios unidos en el centro, mostraban a los visitantes la increíble inmensidad e importancia del gigante de cemento y metal. Alzado en su día por la facultad de medicina en honor a la doctora Yangchen, el hospital que llevaba el nombre de tal ilustre cirujana ahora albergaba diferentes especialidades: desde una nueva ala de pediatría recién renovada, hasta una amplia zona de urgencias en la zona trasera de la fachada principal; pasando por algunos de los quirófanos más modernos que un hospital no privatizado podía poseer. Tal plan de ayuda médica era financiado por el gobierno de la ciudad, los acuerdos universitarios y las donaciones altruistas de asistentes a diversas galas benéficas. En definitiva, el Yangchen era un buen hospital donde podrían atender un paciente muy grave de la mejor forma posible; aunque eso nunca calmaba a los que esperaban por noticias.

Fuera de la edificación, delante de la fachada principal, vigiladas por un miembro de seguridad, se encontraban Xiaoting y Shuhua, sentadas en las escaleras y observando el gris empedrado del suelo. La cantante del grupo había ido a apoyar a Morticia después de que esta observase el estado de la bajista. Tzuyu había sido llevada directamente a dicho hospital y todo el grupo había ido hasta allí para saber de ella. La guitarrista no estaba preparada para tal shock y al observar cómo la joven que siempre la animaba yacía golpeada y ensangrentada ante ella, su rostro se contrajo hasta crear una mueca de auténtico pavor. Como pudo, la joven de vestimentas oscuras logró mantener la verticalidad y la serenidad en sus acciones pero pasadas tres horas, necesitaba salir de allí.

No le importaba que sus padres la hubiesen llamado preguntando a qué hora iba a volver, ella necesitaba respirar hondo y calmar su atribulada mente, sentir como se relajaban sus músculos que permanecían contraídos por la tensión y simplemente robar un pedazo de tranquilidad al sigilo de la noche y del jardín ante ella.

A su lado, Xiaotng, quien había ido a apoyarla por miedo a que el desánimo la hiciese flaquear. Era normal que se preocupase de sus amigas, casi podría decirse que estaba en sus genes el hacer de buena samaritana. Además, se sentía en cierto modo, responsable del hecho de que su compañera de conservatorio tuviese que pasar por un hecho tan traumante como este. En aquel momento, justo antes de sentarse en la fría escalinata de cemento pulido, pensó que la pianista reconvertida en guitarrista no hubiera sufrido tanto y no hubiera tenido problemas con sus padres de no estar allí, a esas horas, en el exterior de un hospital, en una cálida noche, rezando porque su bajista no muriese.

—Hola —la voz calmada de la joven de ojos como zafiros rompió el silencio de la noche.

—Hola, Ting —por otra parte, Morticia sonaba cansada con una voz ronca y mortecina, fruto del cansancio de ese día.

—¿Cómo te encuentras?

—Bien —respondió sin mucha certeza de que fuera así, al tiempo que observaba su celular —. Salvo que no me siento a gusto con la idea de irme y no me atrevo a contarle a mis padres lo que sucede.

"Un puente hacia ti" SaTzu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora