Capítulo 23

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Una fría mirada y una charla extraña

Una mirada afilada se clavaba en dos jóvenes, las cuales agachaban la mirada y observaban la superficie de la mesa donde estaban. En aquel momento, si alguna de las dos jóvenes que observaban la superficie plana del mueble hubieran recibido la pregunta de estipular el número de vetas trazadas en la madera; ambas podrían responder correctamente. Era como si en menos de unos segundos, las fuertes y decididas mujeres que habían salido a paso ligero de una fiesta, ahora eran minúsculas formas que recordaban a unas niñas que habían sido descubiertas en plena travesura por la maestra más severa del colegio. Aquel símil no era para menos, puesto que Im Nayeon tenía toda la apariencia de una profesora de edad madura, aunque era la clase mujer conocida como mujer madurita sexy que aún conservaba su erotismo y sensualidad, mejorando con el paso de los años como el buen vino.

Im Nayeon, la jefa de seguridad de Future Industries, se erguía y se arreglaba el cabello recordando el porte de una institutriz cuyo porte había salido directamente de las páginas de un clásico de Dickens. Las curvas de su cuerpo, encerradas en un vestido ejecutivo negro de corte raso, donde destacaba una chaqueta sin solapas, dejaban entrever que pese a su edad, su forma física era portentosa y digna del puesto de confianza que ocupaba, siendo la única en la que Sadao confiaba en su vida personal. Su formación militar y sus conocimientos de etiqueta y combate la ayudaron a estar donde se encontraba en aquel momento.

Su apodo, zorro gris, era para muchos un recordatorio de su astucia y su intelecto analítico, aunque también destacaba en su contundencia en combate y su puntería con armas de fuego. Su precisión con armas era tal que solía llevar dos armas de fuego con ella en todo momento para garantizar la seguridad del empresario metido a político. Al padre de Sana no le disgustaban las armas y la fama de su escolta era algo a tener en cuenta, sobre todo sí recordaba a más de uno que su guardaespaldas iba doblemente armada.

Esas armas, esas Glock 26 que la mujer de la cicatriz portaba en su espalda, eran lo único en lo que Momo podía pensar en aquel momento. Sabía que no iba a dañar a la heredera bajo ningún concepto, pero con ambas armas, Nayeon tenía veinte posibilidades trasmutadas en forma de balas para despedir a la joven de lánguido flequillo. A decir verdad, conociendo la puntería de la que fuera su maestra, bastaría con menos de uno de los cargadores, pero Im no portaba dos armas por ese motivo, sino por si tenía que encañonar a dos posibles amenazas. Así era ella, inteligente, inquisitiva, dura y malditamente letal.

Con semejante currículum, era normal que el actual dueño de Future Industries confiara tanto en ella hasta el punto de permitirle entrar en su vida. Lo único en lo que la mujer de edad madura que estaba ante las jóvenes no participaba era en los negocios o tratos poco respetables que el patriarca de los Minatozaki tenía. En aquellas ocasiones en las que era necesario llegar a vías extremas, la escolta del padre de Sana simplemente hacía concesiones en su barómetro moral y procuraba saber lo menos posible de esos temas. Tanto si tenía que ir a hablar con Ito Fokushi en los muelles como recoger algún paquete dirigido a un político. Nayeon acompañaba a Sadao hasta cierto lugar y allí esperaba. Sin embargo, Sadao no estaba solo en ningún momento, y para esas ocasiones tenía a Shigeo, un miembro del cuerpo de seguridad que solía tener pocas obligaciones y un buen sueldo, algo acorde con el costo de ensuciarse de sangre las manos y guardar silencio después.

Una mirada afilada se topó con dos panales en forma de iris que la observaban de reojo, como si estuviese harta de mirar la superficie lisa de la mesa. Ante ella, una mujer pálida, con el ceño fruncido como el cuero desquebrajado que denotaba su profundo disgusto.

La tensión era tan palpable que cualquiera tendría auténtico pavor ante la expresión de la mujer de cabello canoso que se encontraba de pie ante las tres chicas. El camarero que se encontraba limpiando la barra de la cafetería ni siquiera preguntó qué deseaban sus nuevos clientes, simplemente observó la situación y como un espía digno de una novela de Robert Ludlum, caminó hacia atrás hasta que su espalda se encontró con el portón en doble sentido de la cocina y desapareció de la sala ante el pavor de ser objetivo indirecto o espectador accidental de un momento que solo podía ser definido como la antesala de una tormenta en la que nadie querría estar implicado, ni siquiera las que se encontraban sentadas ante la mujer de edad madura.

"Un puente hacia ti" SaTzu Where stories live. Discover now