Capítulo 4

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Una charla entre la lluvia

Allí se encontraba, la mujer a la que creía que la había ayudado a corregir el rumbo. Que estúpida era, había intentado contener el mar con las manos, sin darse cuenta de que la chica que se encontraba tumbada en el suelo a su vera no necesitaba una mano, necesitaba una balsa salvavidas en medio y medio del desierto. Era Tzuyu, no había duda, la mujer que se encontraba con su camiseta azul empapada por la lluvia, y sus pantalones grises manchados en varias zonas. Era el gato callejero que decidió abandonar. Era Tzuyu.

—¡Ey!, Fresón —saludaba con una leve sonrisa a la joven de tez pálida, para después poner un ligero puchero —. No quería volver a verte, a ti no.

—Tzuyu, ¿qué haces aquí? —preguntaba mientras se agachaba para notar la saliva en la comisura de los labios, los mocos que le caían de la nariz, los ojos encarnados y entreabiertos. En definitiva, una mujer que volvía a estas borracha —. ¿Por qué vistes la misma ropa?

—Porque los pobres no tenemos más ropa. No somos como tu que quemas tus bragas cuando las usas —replicó mientras intentó ponerse de pie, sin mucho éxito.

La heredera intentaba peinar un poco a la joven alcoholizada que tenía ante ella. Esta intentaba apartarse pero el cuerpo le pesaba. Su cabello estaba sucio y enmarañado.

—Tonta, yo no hago esas cosas. No creo que nadie que conozca haga esas cosas.

Un fuerte olor llegaba de la joven que estaba tumbada en el suelo. Esta vez no solo era alcohol, sino también sudor y los restos de algo que no quería descubrir.

—Tzuyu, ¿cuantos días llevas sin cambiarte de ropa?

—No sé, ¿hace cuanto nos vimos? —respondía a la pregunta con otra pregunta. Arrastraba aún más las palabras que la última vez, y esta vez se notaba que le costaba un poco respirar.

—¿Estás bien? —fue la única duda que le venía a la joven de brillante cabellera opaca. No quería darse ella mismo el permiso para palpar el pecho de Tzuyu y así poder notar si su respiración era arrítmica.

—Claro, muy bien —la sonrisa irónica que surgió en el rostro que tenía ante ella no era más que una mueca burlona que daba un bufón ebrio ante una pregunta innecesaria. «Acabo de hacer la pregunta más tonta del mundo», se reprendió mentalmente ella misma.

—¿Por qué no has ido a casa? —no podía creerse que la mujer llevase la misma ropa desde hacia varios días. Eso no era algo de gente de clase media, ni siquiera baja, eso era algo propio de un vagabundo que no podía cambiarse de ropa al no tener ninguna más.

—Es que está él, con ella —esa respuesta le partió el corazón a Sana, a la vez que volvía a maldecir a sus propios nervios que la obligaban a preguntar obviedades en voz alta. La pobre chica que tenía a su lado estaba triste y asustada como ella cuando escuchaba el tronar de la tormenta; pero ella no era y sus preguntas no ayudaban en nada.

—¿Dónde has estado durmiendo? —inquiría mientras hacía gestos para que su asistente saliese del automóvil y se acercase.

—Estuve durmiendo en el trabajo, pero mi jefe me descubrió durmiendo en el almacén por las noches y me despidió. Después de eso, en donde podía.

—Que tipo más poco comprensivo.

—Bueno —Tzuyu empezaba a cerrar más frecuentemente los ojos y a toser con cierta fuerza —, si hubiera aceptado su petición de mamársela en vez de estamparle su maldita cara contra una puerta, seguramente ahora seguiría durmiendo en el almacén.

Tzuyu se quitó el abrigo que llevaba e intentó tapar a la joven que yacía tumbada a su vera, pero de poco valía porque aún se encontraba empapado de su espera bajo la tormenta.

"Un puente hacia ti" SaTzu Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ