Capítulo 12: En la Guerra y en el Amor Todo Vale

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Capítulo 12: En la Guerra y en el Amor Todo Vale

Estaba tumbado sobre la cama.

Las finas sábanas de seda blanca me tapaban hasta la cintura.

El hielo había insensibilizado por completo mi labio inferior que sujetaba con mis dedos.

Le miré embobado mientras se ponía los guantes de látex.

Sentí como de mi entrada seguía goteando el semen caliente de mi amante y me apené, de verdad, por las preciosas sábanas.

-No te da pena que se manchen- dije como pude con el labio medio muerto.

El rió y me besó en la punta de la nariz con delicadeza.

-No te preocupes por eso nene.

Luego tomó el sobrecito cerrado herméticamente en el que se encontraba la aguja. Parecía una especie de anzuelo.

Me la enseñó alzando una ceja y sonrió.

-¿Estás seguro?

Yo asentí.

-Si tanto te apetece perforarme mejor que sea en el labio y no en los pezones.

El rió un poco dejando la aguja en la mesa para coger el spray anestésico y echarme justo en el centro del labio inferior.

No era mi primer piercing. De hecho, tenía uno en la ceja derecha y otro en el cartílago izquierdo pero, esta vez, me encontraba tremendamente nervioso de hacerlo.

Era curioso que todo aquello hubiera salido a colación por un pequeño comentario durante el sexo.

Todo empezó con un: "Te mordería ese pezón hasta hacerlo sangrar" y acabó con un: "Podrías hacerme un piercing en el labio".

Así era yo...

Y así de loca era mi vida.

Que Fran tenía unos límites extremos lo sabía, pero que tenía un deseo oculto de clavarme agujas en el cuerpo era totalmente desconocido.

-¿Seguro qué no quieres en los pezones? Te quedarían realmente sexys.

-No, me da miedo que me duelan mucho.

-¿Más que un latigazo del 10?

-Un latigazo dura un segundo mi señor, los pezones irritables toda una vida.

-Está bien- dijo entre risas- En el labio. Seguro que a partir de ahora te lo muerdo mucho más.

-Ojalá pudiera besarte ahora- dije sonriendo.

Él me devolvió la sonrisa mientras sacaba la aguja.

Se sentó encima de mí y tomó suavemente mi labio entre sus dedos.

-Si quieres puedes cerrar los ojos.

Yo lo hice y, al poco, noté una fuerte presión que duró apenas unos segundos.

Sus dedos me soltaron y lo sentí echándose hacia delante para recoger el pendiente de la mesita.

Levanté lo párpados e intenté mirarme el labio.

Podía ver la gran aguja que lo atravesaba.

Mi amante se veía súper feliz y no pude evitar sonreír.

-No pongas esa cara o no podré evitar metértela con la aguja puesta y todo.

Reí como pude con el obstáculo en mi boca.

Cuando se acercó volví a cerrar los ojos sintiendo como trasteaba de nuevo en mi labio.

Empezaba a notar algo de dolor, pero no mucho.

Amor de Látex, Caucho y GomaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora