REVUELOS Y RECUERDOS

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—¿Usted?...¿Que hace aquí?... imagino que Sam lo envió por mi.

—No señorita Diana, en verdad, no fué Sam quien me envió, tan solo me preocupé mucho al verla salir así y decidí ayudarla por mi cuenta.— Respondió el chófer que había ido por nosotros al instituto.

— ¿Seguro?.

—Mire, no se que habrá pasado o que le habrán dicho los Lahm, pero no es buena idea pasearse por estos bosques de noche, si me lo permite, déjeme llevarla de vuelta, pero eso sí, que no se enteren los Lahm, no quiero tener problemas con los jefes.

Luego de aquel comentario y analizando un poco la situación, asentí a la propuesta del señor, a decir verdad, me pareció algo familiar su rostro, además, no tenia otra opción, decidí confiar en aquel señor y subí con él hasta el auto. Ambos tomamos el camino de regreso al instituto, yo aún no podía dejar de pensar en aquellas palabras de Sam, es que todo me parecía una mentira, una locura, eso... una locura.

Pasaron las horas y ya íbamos casi llegando al instituto, en ese momento, el señor se detiene a orillas de la carretera, en una estación de gasolina, yo no me bajo, el señor sale de la tienda, surte la gasolina y se sube al auto.

—Tome señorita.— me dice pasándome una barra de chocolate, no queria aceptarla, pero era de la misma barra de chocolate que mi padre solía llevarme cuando niña, el día del cobro de quincena, aquella acción me trajo tantos recuerdos y cierto aire de melancolía que le acepté la barra de chocolate.— El chocolate calma los males del corazón.— dijo el señor.

En verdad aquel chocolate, resultó mágico, era como el toque de azúcar que le hacia falta a mi cuerpo y el golpe de sabor que le hacia falta a mi corazón, me cayó del cielo.

— Mire señorita, no quiero meterme en sus asuntos y mucho menos si tienen que ver con mis jefes, pero le diré algo y esto lo digo de corazón, ellos no son malas personas, mucho menos peligrosos, el señor Lahm, siempre ha sido un excelente personaje, siempre atento, una excelente persona, aunque su cara no lo refleje de esa manera, y el señor Sam, tampoco es una persona de mala estampa, desde que mi señor Redick lo adoptó, siempre lo educó de la mejor manera, ellos podrán tener sus defectos como todos, pero algo si le puedo asegurar y hasta pudiera jugarlo por mi estampita de Michel Jordan.— dijo señalando una estampita de colección que tenia sobre el tablero del auto.— los Lahm, son personas buenas y de fiar.

《¿Sam era adoptado?》

Aquel pensamiento cruzó por mi cabeza como un rayo, en su casa noté el tono de cuando el me presentó al señor Lahm, lo llamó "¿Padre?"... en forma interrogante, como si no estuviera seguro de como llamarlo.

Seguimos el camino hacia el instituto, el chófer no decía nada más que algo ocasional, hasta que por fin llegamos, el señor se detuvo frente a los dormitorios y yo me baje, le di las gracias por la ayuda y por el chocolate, en verdad, era algo que me hacía mucha falta.

Entré a mi habitación y luego de ducharme, me metí en mi cama, todo iba "normal"... hasta que abracé a mi Charizard, ahí todo el mundo se me vino abajo, cuando cerré los ojos y comencé a recordar todas las cosas que Sam me había dicho esa tarde, igual que al principio, todo me parecía nada más que una historia, una inventada, una locura, pero no sé, hubo una parte muy en mi interior que al parecer comenzaba a creer la historia y quizás esa parte fué la que tomó el control esa noche, pues comencé a llorar y llorar sin parar, sentía un nudo en mi garganta y una fuerte presión en la boca del estómago, era una sensación terrible.

No sé, cuanto tiempo pasó, pero el llanto me ganó y me quedé dormida, eso fué lo peor de todo, pues mis sueños tomaron el control, solo que esta vez fué diferente, no era solo un sueño, era comi si una película avanzara en mi mente, escena por escena y más que ser un simple sueño... parecían... eran como... estaba recordando.

Citas a MedianocheWhere stories live. Discover now