En las Garras de la Bruja

El origen de una soñadora

La existencia de Dana tiene sus primeros pasos por obra de una persona conoció soló a los 18 años: lord Colín. Al igual que lo hicieron todos los integrantes de la familia gobernando desde Atalaya del vigilante, el aludido noble pasó la adolescencia morando el castillo de su padre y realizando caminatas y cabalgatas en todas las comunidades del feudo. De esa forma, la gente se familiariza con la nueva generación que gobernará esas tierras y también era útil que los residentes y viajeros constataran presencialmente que el señor feudal y su prole, patrullan sus dominios para ver que las palabras y leyes se cumplan.

Colín cumplió con la tradición y al ser un joven de rostro principesco, con cabellos y ojos color roble, más un cuerpo tonificado de guerrero, bajo la capa y los buenos linos de un noble, era de esperarse que llamara las miradas de una considerable cantidad de mujeres.

Él aprovechó su buena apariencia y posición para tener a la mujer que quisiera, sin embargo, no sería tan libidinoso y descontrolado como lo sería su hijo: fue un aventurero más comedido en su juventud. Nada de meterse con mujeres casadas, aunque estas les enseñaran las piernas o se quitaran varios botones de la túnica y el justillo cuando estaba cerca. Nunca una prostituta, puesto que no le gustaba regar la semilla en una tierra que este evidentemente muy regada.

Y fue por esa razón que su quehacer de noble lo llevó a conocer a Lena cuando tenía 18 de edad. La vio en Agua colina, una aldea distante de Atalaya del vigilante, ya que se ubicaba en el límite sur del feudo. Era una comunidad no solo lejana, de molesto acceso, tanto a pie como a caballo. Había puentes sobre los cursos de ríos, pero al cursarlos se zigzagueaba mucho, siendo este un camino largo. Por la cantidad de afluentes que había que vadear, el camino corto era trabajoso para los caballos y las colinas apretujadas hacían difícil el tránsito de carruajes y carromatos.

Colín había llegado allí por ventolera, si bien cumple con deber las rondas a todas las comunidades de sus tierras, solía hacer honor a la tradición solo en las villas de fácil acceso y curso. Pasar zigzagueando entre las bases de las colinas y mojarse las botas y calzas, aun sobre el caballo, fue un cambio a la monotonía un tanto desagradable, pero igual siguió adelante, llegando a la humildad de Agua colina.

Lena estaba como de costumbre, haciendo tareas del hogar mientras cantaba, ella tenía una bonita voz y el tono de agraciada musicalidad, fue escuchado por muchos en ese momento donde se encontraba lavando la ropa, en las aguas de un afluente. Al primero verla y luego escucharla de cerca, Colín fijo el nuevo objetivo, una bonita mujer que debía tener 18 como su persona, con un cuerpo delgado y de agradable proporción en el pecho y la cintura.

Fue así que inicio sus rondas recurrentes en la distante Agua colina. Era una molestia llegar, por los puentes, los cursos de ríos y con el zigzagueo constante entre las colinas, pero estar con ella le resultaba agradable. Lena cantaba bien y era de actitud simpática y como muchas mujeres, se vio atrapada por sus buenos modales, embelesada por el tonificado cuerpo de guerrero coronado con el rostro de príncipe.

Lena fue diferente a las demás. Colín solía estar centrado en la mente, con el objetivo principal de encamar, pero con ella, se dio rodeos, disfrutando de sus cantos y sus conversaciones. Cuando llegó el momento, como en otras ocasiones, se disfrazó de mercenario, salió a hurtadillas del castillo y fue a verla a solas, llevándosela a uno de los recovecos entre las colinas y disfrutando de sus manos, quitándole la ropa, una acción que compartió antes de hacerla suya bajo un árbol silvestre.

Los encuentros se repitieron por un par de meses, tiempo donde la lujuria fue drenada, así que Colín dejó de frecuentar a Lena, que tiempo después, fue a Lincoln, conocedora de las rondas del primogénito del señor feudal, lo vio, le pidió hablar a solas y al conceder la petición, le dio la noticia de su embarazo.