El vagabundo del pantano

25 2 9
                                    

Todo era muy verde en los alrededores. La superficie del agua se encontraba salpicada de juncos, mientras que las algas se apreciaban en las zonas donde el ángulo del sol mañanero, hacía que su luz revelara los elementos bajo el agua. En la superficie no había tierra, pero eso no es problemas para los cipreses, cuyas ramas alzaban el tronco como una mano sobre una mesa con los dedos estirados abajo, tocando la madera. El verano estaba en medio de su desarrollo, así que era natural que las aguas del pantano no tuviesen un nivel alto. Además del ciprés, había también robles de pantano.

Él estaba allí, como siempre, navegando su canoa, dando movimientos serenos con el remo, que murmuraba en el agua. Estaba en solitario, pero no totalmente solo, ya que las garzas, los pájaros nadadores y todos los moradores del pantano, trajinaban en su día a día, bajo el agua, como también en las afueras y en los árboles.

El escenario era muy verde y él también tenía ese color en sus vestimentas. El verde de la túnica es muy similar al de la pera y el de la calza tiene la tonalidad de las hojas de un álamo, pero todo eso queda bajo la presencia de una capa castaña cual roble fuerte, mientras que por abajo, las botas de lino ligero, útiles para andar en pantanos y lodazales, yacían en contacto con la madera de la canoa.

Esa forma de vestir, más el lugar que frecuentaba, le habían dado el sobrenombre de "vagabundo del pantano", lo que le parecía bien, mejor eso que a ser llamado Brujo, cosa que era la realidad. Ese mote podría sonar denigrante, pero las personas que acudían a Alto Ciprés para pedir su ayuda, se dirigían a él de forma más respetuosa y los que enunciaban el sobrenombre a sus espaldas, lo hacían más porque no sabían su nombre y no lo diría aun si le preguntasen.

El día de este Brujo llamado Ryner, estaba siendo pacifico. Por debajo, el sonido acuífero de la canoa al desplazarse, más las ondulaciones del agua por el remo en manos. En los alrededores, el sonido de los animales del pantano, tanto en el agua como en los árboles. Por arriba el dosel arbóreo de los cipreses, un árbol muy abundante en ese pantano, tanto que sirvió para darle su nombre.

Tal y como suele hacer, el Brujo de verde esperaba que la red de Abrojos de vigilancia, le indicara la presencia de algún aldeano en las islas que rodeaban el pantano, conformando un ecosistema de ríos de esa región al sur del Imperio.

Vino uno. —se notificó con serena sorpresa.

Era fin de semana, así que no esperaba visitas. Los aldeanos que acudían a Alto Ciprés, lo hacían para obtener del Brujo alguna poción sanadora u para pedir que eliminara a algún Cocodrilo roca, Hidra, Piraña lanza u cualquier otro monstruo que pudiese ser un peligro para los habitantes de esa región humilde, lejos de la protección de las grandes ciudades y a su vez, de los Magos imperiales.

Ryner aceptaba ser en ciertos días un guardián y en la mayoría del tiempo, un simple vendedor de objetos mágicos cuya ganancia no solo eran monedas, sino también alimentos y víveres para su sustento, así que enrumbó la canoa al lugar donde un hombre en bote vagabundeaba.

Él tenía su hogar bajo una serie de Hechizos que lo hacía difícil de ver para los aldeanos que frecuentaban Alto Ciprés, no era un artificio mágico de gran escala, pero hasta ahora le había servido para que los perdidos y curiosos no dieran con su hogar.

Le tomó unos 10 minutos llegar donde estaba el visitante, quien lo vio también en su pequeño bote, hizo un gesto de saludo y accionó los remos para acercarse. Los animales de los alrededores siguieron chillando en su quehacer diario. Las aguas suspiraron ante los botes acercándose y deteniéndose a pocos metros de distancia.

—Saludos mi lord —dijo el aldeano en el bote más grande que la canoa del Brujo, quien correspondió con un tono igual de jovial.

—Desde hace más de 3 siglos que ningún Brujo es llamado con ese título.

En las Garras de la BrujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora