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La joven adulta aprecio toda la deliciosa comida servida en la mesa, el aroma del pan recién horneado inundó sus fosas nasales; haciendo que su boca se volviera agua.
Pero tenía que controlar sus instintos mortales de saltar a la mesa y devorar todo en ella; al notar que que tendría invitados presentes y eso lo pudo deducir gracias a las trece sillas puesta a lo largo de la gran mesa.
Estaba más que claro que los doce caballeros se reunirían en la misma mesa.
Siendo la última cena en donde todos estarían reunidos antes de la batalla que se avecinaba.
Haruko fue arreglada y aseada para la ocasión gracias a sus doncellas que estaban a su disposición: su largo y oscuro cabello fue trenzado en una trenza de lado, adornado con flores silvestres; mientras que en su cabeza fue colocada una aureola dorada. Y su vestimenta era una réplica exacta del vestido blanco de olanes que portaba en su niñez.
Tomo asiento en la silla que se encontraba en el extremo de la mesa, ya que al ser la diosa Athena tenía que ir en el centro de todo mientras que a su lado derecho tomaría asiento el patriarca Sage. Y sus caballeros tomarían lugar sucesivamente en el orden de sus signos zodiacales.
Cuando todos los guardianes zodiacales se hicieron presentes, Haruko se levantó serenamente de su asiento llevando una de sus manos a su pecho para sonreír amablemente.
— Queridos caballeros dichosos sean todos ustedes los principales invitados. Hoy en éste día el patriarca Sage y yo, hemos organizado un banquete en su honor. Hoy siéntense como lo que son unos dignos guerreros a los que yo admiro y respeto. —proclamó llena de fascinación: —A los hombres que son mucho más que caballeros. Mi familia.
Los caballeros dorados no podían que quedarse más cautivados por la melódica voz de su diosa. Los mayores que ya conocían a Haruko no podían creer en lo que se había convertido; la forma en que maduro no los hacía que sentir orgullosos.
Albafica se sentía como un padre orgulloso al ver como la pequeña niña a la cuál consideraba su hija. Se había convertido en una mujer de bien, que sin dudarlo daría su vida por ella cuántas veces fuera necesario.
Mientras que Sísifo no podía quedar más enamorado por las palabras de su amada Haruko.
