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— Señorita Athena. —dijo una de las doncellas al servicio de la diosa. Mientras batallan para quitarle la armadura de combate a la azabache. Quién se reusaba que la vieran en ropas menores.
Una doncella cayó al suelo, cuando porfin le habían logrado quitar los percheros a la menor. El rostro de Haruko se volvió terror, cuando le mostraron un vestido tenía mucho tiempo que no vestía uno de esos.
— Primero debe tomar un baño, señorita Athena —hablo la femenina, la azabache asintió. Pero vió como las doncellas iban trás ella.
— ¿A dónde creen que van? —interrogo con el ceño ligeramente frunció.
— Es nuestro deber ayudarla, asearse señorita —contesto tranquila.
La azabache negó rápidamente—. N-no yo puedo sola, se los agradezco.
Las criadas asintieron ante su respuesta, inclinaron su cabeza. Para ir retrocediendo de espaldas para salir de los aposentos. Haruko soltó un quejido no estaba acostumbrada a ese tipo de vida.
✿ 🌙 人
Su cabello corto era cepillado por una doncella. Que pasaba el peiné lentamente por la hebras oscuras de Haruko, mientras que la joven diosa permanecía sentada en un pequeño banco de madera frente a un enorme espejo. Apretó la tela de su vestido entre sus dedos arrugandolo, momentáneamente.
La mujer dejó una pequeña corona de flores en la cabeza de la azabache. Apesar de tener todo, sentía vacía ya no veía Albafica ni a los demás caballeros tan seguido. No la dejaban salir tan fácil de la cámara de Athena sin supervisión, algo que Haruko no le gustaba mucho. Había entrenado para ser un caballero sabía defenderse porque no la dejaban salir.
— Señorita Athena el Patriarca, solicita su presencia —hablo una mujer.
La niña asintió el silencio, para levantarse e ir donde la solicitaban. Cada paso que daba resonaba por todos los rincones, algunos vagos recuerdos de la primera diosa Athena llegaron a su mente. Todas sus vidas pasadas, ella ya había estado en ese lugar solo no lo recordaba. Su mente volvió en si ya estando en la sala principal.
Miro al Patriarca que se hallaba hablando con otra persona. Volteó a verla al sentir su presencia en la habitación. Llegó hasta él viendolo serenamente.
— ¿Sucede algo Gran Patriarca? —pregunto la azabache.
— Diosa Athena —se giró a la menor de baja estatura. Que miraba curiosa al otro hombre—. Permítame presentarle a Hakurei, el viene de la torre Jamir.
— Es un honor conocerla —se inclinó ante la azabache.
— Porfavor levantase —pidió gentil—. Es un placer conocer, al maestro que repara a las armaduras de los caballeros. Su trabajo es impresionante. —halago sincera.
Hakurei embozo una pequeña sonrisa —. Es un placer ver que mi trabajo es reconocido por usted señorita Athena. Y a eso se debe mi visita, vengó por la armadura de Fénix. Para repararla.
— ¿Ah? está dañada, no lo pareciera —dijo alzó su pequeño brazo. Y la armadura llegó rápidamente a ella, la caja se posó a un lado de la niña—. Aquí está es una lástima que no llegue a portarla. Luego del incidente del último combate.
Hakurei tomo la armadura para colocar la correa en sus hombros. Le hizo una pequeña reverencia a la azabache, haciendo contacto visual con ella uno segundos. Los ojos que alguna vez reflejaban nada más que la soledad del océano, ahora reflejan el universo en ellos.
— Espero volver a verla pronto Diosa Athena. No sera la última vez que nos veamos —un portal brillante se abrió en la sala—. Ah sí patriarca Sage, dejé que la señorita salga. Después de todo es una niña aún.
Dijo lo último antes desaparecer por el portal, los dos presentes quedaron en silencio por unos segundos.
— Tiene todo el derecho salir, Athena mientras no salga más haya del santuario. No habrá peligro alguno .—hablo serio el mayor.
— Patriarca Sage, muchas gracias —unas pequeñas lagrimas de felicidad cayeron por sus mejillas.
