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Había pasado unas semanas desde que el patriarca le autorizó volver a salir más haya de sus aposentos. El rostro de Haruko reflejaba felicidad, con todo el entusiasmo se levantó de su cama de piedra, para ir a vestirse. Para hallarse en su armario un montón de vestidos todos blancos. Frunció el entrecejo antes de cerrarlo de un portazo, necesitaba usar ropa pero no tan llamativa, aunque solo fueran ropas blancas.
Su vista se posó en una caja de madera, justo alado de su armario. Se acercó levantando la pesada tapa con facilidad, para ver un conjunto peculiar se trataba de un vestido color salmón adornado de flores rosas. Y un tipo chaleco negro que se colocaba encima del vestido. Sin perder tiempo se colocó el conjunto tomando de las cosas del baúl la máscara que le había regalado Dohko.
— Patriarca —lo llamo Haruko al verlo caminar por un pasillo, corrió hacía el resonando sus pasos.
Sage miro hacía abajo a la pequeña reencarnación, no podía ver su rostro ya que era cubierto por aquella máscara de gato—. Señorita Athena, espero que tenga un buen día. Solo llegué antes del anochecer.
— ¡Lo haré! —asintió felizmente, pero no sin antes abrazarlo en forma despedida—. ¡Tenga un excelente día, señor Sage!
Separó para irse corriendo, el mayor negó con una sonrisa oculta entre su casco. Bajo todas las escaleras del templo, para pasar corriendo alado de las doncellas que venían con unas cestas de comida.
— ¡Buenos días! —exclamo Haruko al pasar alado de las doncellas. Que se quedaron perplejas al ver a la diosa correr a su lado hace unos momentos.
— ¡Buenos días señorita Athena! —respondieron en voz alta. Cuando venían como se alejaba poco a poco.
✿ 🌙 人
Entró al templo curiosa descubriendo su rostro al momento de quitarse la máscara.
— ¿Haruko? —pregunto la voz de Albafica al ver, la silueta de la menor.
— ¡Señor Albafica! —grito de emoción al verlo e ir corriendo hacía el y abrazarlo.
— ¿Qué haces aquí? —se limitó a darle unas suaves caricias en la cabeza.
— El señor Sage me dejó salir, quería aprovechar esté día al máximo. Así que quise venir contigo —sonrió tras la máscara.
El mayor tomo la máscara retirando la de su rostro. Para apreciar con cariño a la menor que lo veía con gran devoción.
— ¿Y que le gustaría hacer Diosa Athena? —hablo volviendo a la realidad. Ella era una deidad y el un simple caballero.
— Hmp —se cruzó de brazos haciendo un ligero puchero—. Para usted señor Albafica siempre seré Haruko. La niña la cuál usted rescató de estar pérdida.
— Haruko....
— ¡Vamos al campo de rosas! —dijo entusiasta tomando la mano del mayor, guiandolo hacía dicho lugar.
