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Suspiro antes de salir de entre las cortinas que cubrían la parte trasera de la gran sala del patriarca, no sentía a gusto con lo que estaba apunto de hacer pero era su deber como diosa. Pero si ella pudiera no dejaría a sus caballeros arriesgar su vida por ella y por la humanidad, ella quería que ellos también tuvieran una vida normal llena de tranquilidad.
Se sentó en el gran trono del maestro donde el patriarca Sage la invitó a sentarse se removió en el asiento esperando al caballero que vendría.
Las puertas del gran salón se abrieron dejando ver la enorme silueta de Aldebaran de Tauro mientras que a su lado estaba Sísifo quién al ver a su diosa no pudo evitar regalarle una cálida sonrisa la cuál fue correspondida por Haruko a quién se le pinto sus mejillas de un leve tono rojizo.
Los dos caballeros dorados llegaron frente a la diosa y el patriarca antes de arrodillarse en señal de respeto, la azabache hizo una leve mueca aún no le gustaba esa etiqueta de ser tratada con tanta vanidad.
— A que debemos su llamado, diosa Athena y gran Patriarca —hablaron los santos sincronizadamente.
— Queridos caballeros me llena de dicha tenerlos aquí hoy —hablo la azabache moviendo levemente su mano al hablar—. El Patriarca y yo los hemos convocado, para asignarlos a una misión.
Guardó silencio para que Sage siguiera con la indicación—. Ambos serán asignados en la búsqueda del caballero dorado, Ilias de Leo quién hace unos años abandonado el santuario llevándose consigo la armadura dorada de Leo. Su misión regresar con Ilias y la armadura al santuario, partirán mañana por la mañana.
Haruko se levantó del trono para sonreírles amablemente a sus caballeros—. De pie queridos caballeros —anunció la diosa, ellos obedecieron—. Les deseo un buen viaje, esperando pronto sus regresos sanos y salvos de la misión —su mirada se me enfocó en sagitario quién no dejaba de mirarla—. Eso es todo pueden retirarse.
— Con su permiso diosa Athena, Gran Patriarca —los caballeros hicieron una reverencia antes de salir del lugar.
Haruko suspiro con tristeza al ver como Sísifo se retiraba del lugar, quería correr y abrazarlo, decirle cuánto extrañaba pasar tiempo con él.
Sage notó la mirada decaída de la diosa, garraspeo ligeramente antes de hablar.
— Se a esforzado mucho para mantener la barrera que rodea el santuario, puede tomar tomar un respiro solo por hoy, señorita Athena.—dijo el patriarca cruzando los brazos.
Haruko sonrió ampliamente para darle un beso fugazmente a Sage en la mejilla dejándolo atónito. No tuvo tiempo de reaccionar cuando la de orbes oceánicas ya no se encontraba ahí con él.
— ¡Sísifo! —el caballero de sagitario no tuvo tiempo de reaccionar cuando la azabache ya se encontraba rodeándolo en brazos.
Antes de que pudiera hablar, Haru planto un suave beso en sus labios el cuál lo dejo desconcertado, no tuvo tiempo de corresponder al beso cuando la diosa ya se había separado.
— Es un beso de buena suerte —confeso sincera.
Pero el corazón del caballero se encontraba en un lío su diosa lo había besado y le había gustado.
El único pecado que Sísifo pudo cometer en su mortal vida fue haberse enamorado de la diosa a la cuál tenía que proteger.
