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— No sé porque te sorprendes, el otro día nos viste pasar juntos. —dijo Sísifo encogiéndose en hombros restándole la importancia.
— Eso es cierto Manigoldo, tu solo exageras las cosas. —agrego El Cid entrando a la conversación luego de un rato de silencio.
— Solo lo había olvidado —se giro ofendido—. Así que Haru~ que bonito sobrenombre, pero es muy menor para ti Sísifo. Ella tiene 8 años y tu tienes 13, más o menos .—lo último lo dijo con cierta perversidad.
— Solo somos amigos —aclaro frustrado ante la mirada de su compañeros de armas.
— Si tú lo dices ¡Hola Haru, linda! —grito el caballero de cáncer agitando su mano captando la atención de la azabache.
A lo lejos se vió la breve conversación que tuvo la menor con su mentor. Antes de ir saltando de roca en roca hasta los masculinos, aterrizó a un lado del sagitario que le sonrió sincero.
— Hola señor Manigoldo, El Cid y Sísifo. —los nombró viendo a cada uno con una ligera sonrisa.
— ¿Mocosa aún no empiezas con tus entrenamientos? —pregunto Manigoldo revolviendo los cabellos azabaches de la niña.
— Justo eso me hablaba el maestro Albafica. Sobre los entrenamientos para ganar la armadura de Fénix —comento encogiéndose en hombros.
— ¿La armadura de Fénix? —repite incrédulo el caballero de cáncer—. Te das cuenta que aquella persona, que la porte puede entrar al inframundo.
— Lo sé por eso quiero hacerlo.
El Capricornio vió con los brazos cruzados a la menor—. ¿Porqué quieres convertirte en caballero?
— Quiero permanecer alado del señor Albafica. Al le debo el porque, sin el estaría en las calles.
— ¡Haruko, es hora de irnos! —exclamo su mentor desde el campo de rosas. La azabache asintió, para ver a los tres caballeros regalándoles una sincera sonrisa.
Antes de bajar de un saltó al campo de rosas. Lo más impresionante era como su vestimenta, se desplazada como si fueran alas de una mariposa. Al momento de caer en pie los olanes de su vestido descendieron a sus lados.
✿ 🌙 人
Arrojó con fuerza a su contrincante a un pilar partiendolo a la mitad. Los demás aspirantes a caballeros la miraron sorprendidos apenas y había ingresado y ya había derribado a varios.
Kardia veía a los asustados contrincantes con una sonrisa burlona. Vaya que esa niña era una caja llena de sorpresas. El Patriarca la observaba desde la sima del Coliseo, expectante ya sabía de su existencia cuando el caballero de piscis le había informado de la criatura. Todo en esa niña era raro, de dónde había salido porque parecía estar entrenada como si fuera una guerrera.
— ¡Bien hecho pequeña Haru! —aplaude escorpió al ver la pila de contrincantes amontonados, en una montaña.
La azabache lo volteó a mirar con esa mirada azulada que la caracterizaba—. ¿Lo hice bien, señor Kardia?
— Más que bien execelente —la alzó colocándola en su hombro—. ¡Esta niña es una prodigio!
Gritó llamando la atención de todos los presentes, quienes se hallaban entrenando.
