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La lluvia caía mojando todas las calles, de los pueblos cercanos al santuario. La gente que tenía sus puestos comenzaron a cerrar, los niños que jugaban en las calles regresaban a sus casas. Pero nadie se fijaba en la niña del fondo, que intentaba cubrirse con sus propios brazos de aquella tormenta, tan mala era la gente que nunca le pregunto el porque estaba sola. El porque estaba ahí, claro no era de la incumbencia de ellos pero que tanto les costaba preguntar acerca de aquella niña del fondo.
Tan sucia se encontraba que su cabello no se distinguía si era rubio o azabache. Sus piernas, brazos arañados y posiblemente infectados. En los ojos de aquella niña no se transmitía esperanza alguna es como si estuviera muerta tanto por fuera como por dentro. No tenía hermanos ni padres estaba sola en el mundo ni ella misma, sabía cómo había llegado a ese lugar.
La lluvia en su cabeza por un momento dejó de caer. Confundida alzó la mirada para ver aquella manta blanca que la tapaba de la lluvia. Era un hombre de vestimenta dorada, que la estaba salvando de la lluvia.
- ¿Oye niña estás bien? -pregunto el hombre de cabellera celeste.
La infante negó, no recordaba nada. No sabía quién era como había llegado a ese pueblo.
- Soy Albafica de Piscis, si vienes conmigo ya no estarás sola nunca más .-dijo en tono tranquilo a pesar de estar siendo mojado por la lluvia.
- ¿Estará usted siempre a mi lado?-su pregunta tonta e inocente. Hizo que el corazón del caballero se estremeciera.
- Sí lo estaré.
Ante la afirmación, la infante se levantó del lugar. Regalándole una de esas pequeñas sonrisas encantadoras.
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- Albafica ¿Porqué traes a una cría mugrienta contigo? -dijo Manigoldo de Cáncer con una sonrisa burlona.
- La encontré cuando venía de regreso. Estaba sola no la iba a dejar. -miro por encima de su hombro a la niña que se ocultaba trás él-. Así que si no te importa pasaremos por tu casa.
- Que delicado -rió para rodearlo y ver a la chiquilla-. No tiene fea cara, será una belleza cuando crezca. Hasta tal vez sea codiciada.
El de cabellera celeste hizo una mueca de repulsión-. No te atrevas a insinuar, cosas de mi protegida Manigoldo.
- Obligame rosita~
Antes de que Albafica dijera algo. La menor lo abrazo por la cintura deteniendolo.
- Vamonos señor Alfabica no me gusta este lugar .-dijo refiriéndose a los rostros que estaban en las paredes del templo.
- Tienes razón vamonos.
Y así es como la menor y su nuevo mentor habían logrado cruzar la casa de Cáncer. Los demás templos fueron más fáciles de cruzar, los demás santos de oro. No eran tan soberbios como lo era Manigoldo.
Porfin habían llegado a la casa de Capricornio. La más chica se apoyó en un pilar cansada nunca había caminado tanto en su vida. Hasta que sintió una presencia obligándola a ocultarse de nuevo detrás de Piscis.
- El Cid podemos pasar por tu casa. -pregunto Albafica con una expresión serena.
La infante asomó su cabeza detrás del peliceleste. Para ver al caballero de Capricornio, tenía una expresión seria era complexión delgada. Y su cabello estaba entre negro y azul marino.
- Adelante.-hablo de repente sin hacer pregunta de su presencia algo que alegro internamente a la niña.
