Limites

178 16 10
                                    




Cuando abrió sus ojos, se sintió sofocado por el sol en su cara, su mente vio un niño, un niño que se veía igual a él, era Tom. Con su cabello rubio, y sonría, tenia su pelota y no le podía escuchar, pero sabia que le estaba señalando que había un buen día, que era hora de salir a jugar a la pelota. Él siempre le insistía para salir a jugar a la pelota los días soleados.

Enfocó su mirada en sus ojos, el sol le encandilaba por completo por lo que su silueta a contraluz no era nada clara, sus ojos chinos por la sonrisa de oreja a oreja.

Por un segundo, esa emoción y alegría que sentía en su pecho, se esfumó, porque recordó que no tenia un hermano, él y su mama le habían abandonado, él era hijo único. No tenia más un hermano. Entonces... ¿Por qué su mente le recordaba a su gemelo? Podía identificar que era una alucinación.

Su hermano, o la alucinación frente a él se movió, se movió dejando que el rayo del sol le diera justo en los ojos, y tuvo que cerrarlos un poco, para poder compensar por lo radiante que este estaba. Se encandiló.


—¿Te sientes mejor? — Escuchó decir a una voz, una voz que no era la de su hermano pequeño, era la de un hombre. Volvió a abrir los ojos una vez que ya no estuvo encandilado por esos rayos fuertes, una sombra le permitía ver. Esta vez, la figura de su hermano pequeño había desaparecido. Otra persona estaba allí. Tenia unas rastas largas, y un piercing en su labio inferior. Era un hombre, medio hombre, un hombre joven. Un joven atractivo, lindo, que le recordaba a alguien, pero no sabia a quien.

—Tal vez, si tomas una ducha te sientas más lucido. — Dijo aquel muchacho con una voz bastante peculiar. Otra vez el sol le quitó la vista, y se acomodó para volver a dejarse llevar por el sueño.

Tenia sueño... mientras intentaba dormir otra vez la imagen de aquél niño rubio, sonriente y de ojitos chinos corriendo lado a lado del patio de su casa se cruzó por su mente. Podía oír su risa. Esta vez, se reía muchísimo.

Volvió abrir sus ojos, sin poder ver nada por el sol, pero otra vez esa figura se posó frente a él, tapando los rayos y permitiéndole ver con claridad. Lo reconoció.

Ese no era cualquier muchacho simple. Ese era Tom. Luego de muchos años, por fin se había levantado y lo tenia cerca, por más extraño que fuera, no podía preocuparse por su padre, por si él los veía, o por si él lo golpeaba, o por si lo mataban. Sentía calidez, porque... se sentía en casa. Sentía que era verano, y que iban a jugar la pelota otra vez.

Bill cerró sus ojos por última vez. No quería volver a la realidad. Estiró su mano hacia su mesa de luz, abriendo el cajón como de costumbre y sin mirar, tomó un frasco con pastillas.

Tom le vio sujetar ese frasco sin abrir y se alarmó. ¿Pero pensaba tomarse más? Solamente habían pasado 4 horas desde que se había desvanecido.

Bill intentó abrir el frasco pero Tom se lo sacó de las manos.

—¿Cuántas de estas mierdas tomas por día? —Tom abrió sus ojos, le vio levantarse como si nada, flaqueando para poder estirar sus brazos y sacárselo de las manos.

—¿Qué te pensas que haces?— Dijo, furibundo. Tom pensó que se veía demasiado débil para asustarse. Era tan flaco, y se veía tan drogado que no le creía capaz de nada. Se equivocó.

De la nada, con una fuerza descomunal le sujetó el brazo para sacarle el frasco, por lo que Tom, desprevenido casi pierde, se corrió hacia atrás, cayendo de cuclillas y a penas manteniéndose lejos del suelo con su mano libre para atrás. Bill, cambió su mirada, se veía colérico.

—¿Estas jodiendome? —Dijo estirando su mano. —Devolvémelo. Ahora. —Dijo todo altanero. Tom movió su cabeza diciendo que no, y Bill con un brote, se tiró sobre él, ahorcajadas sobre él, para inmovilizarlo y comenzaron a pelear físicamente por las pastillas.

-Fear-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora