Ley de Finagle

182 17 18
                                    

Si pudiera contarlo, no sabría como describirlo, ni que palabras usar. No sabia si era porque era muy chico, o tal vez porque su mundo siempre estuvo limitado a muy pocas cosas, cosas y personas conocidas, evitando pensar en aquello que salía de la normalidad.

Si no piensa en ello, ello no existe. Si ello no existe, no tiene porque lidiar con eso. Si no tiene porque lidiar con eso, puede vivir de forma banal. Ignorancia es felicidad.

Algo le llamaba la atención, muchísimo, no podía dejar de ver sus ojos. Su mirada, sus pestañas, ¿Seria su maquillaje? ¿Seria el hecho de que se encontraba a pocos centímetros de él? O tal vez que... ese ser humano tan peculiar se encontraba acosándolo en la casa de un desconocido.

Se movió unos centímetros hacia la izquierda tratando de que sus movimientos no sean notorios, no quería llamar la atención. Pero era imposible no captar la atención de alguien que te mira fijo sin pestañar.

—Creo que necesito algo de aire. — La verdad era que se sentía acalorado, y le molestaba la entrepierna demasiado y no sabia como hacer para dejar de tener una erección si no tenia privacidad.

Conectaron miradas por unos largos segundos, segundos que se volvieron minutos.

El pelilargo lo miraba muy serio, casi de forma inquisitiva, penetrante, podría decir que una mirada que mostraba ser mordaz aun sin decir nada.

La entrepierna de Tom le molestaba, y llevo una mano de forma delicada y disimulada para tocarse y moverse un poco el pantalón de aquella zona que tanto demandaba atención.

Ese movimiento no pasó desapercibido para aquel muchacho lúgubre, quien a penas le vio poner su mano en su miembro, sonrió. Por fin cambiando de expresión, pero a la vez Tom no se alegraba de ello. Tenia miedo.

—¿Estás bien? —Su sonrisa se borró, sin volver a cambiar la mirada volvió a sus ojos, a mirarlo serio, de forma sórdida. —Pareces... necesitar una buena paja.

Tom se ruborizó de forma incontrolable por la forma en que se lo decía. La mirada del chico se calmó, y su postura también. Luego de una larga hora de mirarlo sin parar, sin pestañar y con una esencia lúgubre, por fin comenzó a caminar de aquí para allá estirando su cuerpo.

Bajaba su cabeza, daba saltitos, y notaba que estaba sudando a chorros, el chico parecía querer refrescarse haciendo huecos de aire en su remera gigante que tenia puesta.

Le miró, esta vez, de forma totalmente diferente. Parecía otra persona ya que sonreía de forma relajada.

—Te vez muy incomodo Tom... —Estiro sus brazos hacia el cielo, con un bailecito estiro cada parte de su espalda.

—Perdona por... no se que pasó. —El muchacho, se echó a reír. Tom no sabia que hacer y lo que el muchacho hacia parecía no ayudarlo. Sus ojos se fijaron en el vientre bajo del muchacho, donde yacían tatuajes y se marcaba el hueso de su cadera. Cuando dejó de estirar manos al cielo el pelinegro notó la mirada de este en su cuerpo. Tom volvió a ponerse rojo. ¿Acaso le excitaba ese chico?

—Creo que tenemos un problema aquí...con una única solución.

Sus manos volaron a su rostro, y Tom, sin dejar de tapar su miembro con vergüenza, uso su mano derecha para sostener su brazo como método de defensa.

El muchacho tenia su brazo sudado. ¿Por qué sudaba tanto? Notaba también su calor corporal traspasar su piel. Sus mejillas se tornaron rojizas otra vez, y no podía dejar de verle a los ojos.

¿Por qué estaba tan hipnotizado en la feminidad de un hombre? Era confuso, su mente no entendía porque esas facciones le atrapaban tanto, y su cuerpo respondía tan instintivamente a él.

-Fear-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora