Capítulo 29

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"¿Eliminar para todos?"

Eren se quedó mirando las dos opciones en la pantalla de su celular. Ni siquiera se había dado cuenta cuando lo estaba escribiendo, y para cuando sintió el peso de sus palabras, ya lo había enviado. Se mordió el labio inferior, nervioso. No era mentira el contenido del texto, lo había escrito porque fue lo que le salió del corazón. Había tenido día bastante malo, y sentía que solo quería dormir abrazado a ese azabache de ojitos lindos que le hacía sentir mariposas en la panza (según Bertolt).

—Míralo, re enamorado esta, viene a los saltitos y todo —le había dicho el Reiner, cuando volvió de Córdoba.

— Cállate boludo, ¿qué decís?

— Y si, seguro hasta tiene maripositas en la panza

— Nada que ver.

— Deja amigo, yo te defiendo de estos trolos —había intervenido Floch, a lo que Eren había suspirado, aliviado— ¿Cuál mariposa? Este se encajó un litro de mate frio, seguro.

Los chicos habían estallado en risas, y el moreno había tenido que contenerse para no soltar un "con amigos así, ¿para qué quiero enemigos?"

Sus amigos siempre lo terminaban descansando. Igual capaz lo del mate era verdad, porque se sentía mal. Había estado buscando trabajo para matar el rato y después de que no lo llamen de ningún lugar, había decidido bajarse una aplicación y registrarse como repartidor. Ni siquiera llevaba una semana moviéndose por las calles porteñas y ya se sentía totalmente agotado. Lo único reconfortante era saber que la paga no era tan mala y que él mismo podía elegir sus horarios de trabajo. Aunque su parte favorita era, claramente, cuando llegaba a su casa y podía tirarse a dormir.

Y exactamente eso era lo que tenía planeado hacer ese sábado, cuando alguien llamo a la puerta de su casa. A regañadientes, se incorporó y se calzo las zapatillas, para bajar a abrir. Suponía que era su mamá que habría vuelto del trabajo, así que, sin más, abrió la puerta, para volverla a cerrar al instante cuando vio que, en lugar de su madre, había un hombre casi desconocido en la entrada de su casa

— ¿Eren?

El moreno trago saliva, y se armó de valor para abrir la puerta de una forma un tanto brusca.

— ¿Qué querés? —preguntó, tratando de que su voz no delate el miedo que sentía en esos momentos.

— Quería ver a mis hijos.

Eren frunció el ceño. Ese hombre no tenía derecho a estar ahí, siquiera a usar esa palabra. La única función de padre que había cumplido había sido darles su apellido y parte de su genética, pero nada más. Y por un momento, se sintió como un nene, corriendo a abrazar a su mamá en su cumpleaños, preguntándole si su papa había llamado. Y la mujer, sonriendo, siempre le decía que su papá se había mudado a otro país por trabajo, que cuando había llamado, era muy temprano por la diferencia horaria, y que él estaba durmiendo. Fingiendo demencia cuando, sus hermanitos que apenas tenían meses de vida cuando el hombre los abandono, preguntaban por él, alegando que todos sus compañeritos del jardín tenían una mamá y un papá. Cubriendo las mentiras de su mamá con más mentiras para no herirlos, creciendo más rápido de lo que debería para poder pintarles un mundo de fantasía, siendo que siempre luchaban con las cuentas para llegar a fin de mes.

—Nosotros no. Te podés ir.

—Hijo, por favor.

Un escalofrió recorrió su cuerpo. Odiaba que lo llamara de esa forma, y no pudo evitar recordar todas las veces que su papá lo había llamado así, cuando lo llevaba a la casa de sus abuelos, prometiéndole que iban a pasar todo el día juntos, para irse tan pronto como lo dejaba al cuidado de los mayores; y su mama llegando cansada del trabajo, teniendo que ir a buscarlo y preparar la cena. Su papá llegando horas después, totalmente alcoholizado e insultando porque no le habían dejado nada para comer, y su madre, con toda la paciencia del mundo, explicándole que no había comida. "Eren, ándate a tu cuarto" le decía, y lo siguiente que sentía eran gritos y golpes, que ni siquiera poniéndose una almohada en la cabeza para tapar sus orejas podía evitar oír.

— Ya sé que hice las cosas mal, pero ya me rehabilité —el hombre metió la mano al bolsillo de su campera, sacando un sobre —Conseguí un trabajo, y quiero ayudar a tu mamá.

No era justo, no era justo que aparezca de la nada, no cuando ellos ya habían aprendido a vivir sin él. No iba a decir que todo estaba totalmente bien y que vivían a la perfección, pero podían arreglarse. ¿Por qué tenían que dejar entrar a sus vidas a alguien que podía abandonarlos nuevamente y volver a abrir esa vieja herida ya sanado por el paso de los años?

— No queremos tu plata.

— Yo también era así de orgulloso, y te va a salir caro.

— No me digas que hacer. No cuando fuiste un ejemplo de porquería y te fuiste a la mierda. Así que ahora metete la guita en el orto, no la quiero.

El hombre suspiro, y a Eren le sorprendió que no desprenda ese aliento a alcohol con el cual siempre lo había asociado— No es para vos, es la cuota alimentaria de tus hermanos.

— No me importa. Prefiero vivir abajo de un puente antes de que quieras jugar a ser el padre ejemplar y después te vayas —«como hiciste conmigo» quiso agregar, pero se mordió la lengua.

— ¿Vos crees que yo quiero hacer eso? ¿Te pensás que me gusta que, como encontré un laburo en blanco, el Estado me obligué a darle la tercera parte de mi sueldo a ustedes?

—Depositalo por transferencia, y raja de acá —le recrimino, antes de cerrarle la puerta en la cara.

Se apretó el puente de la nariz, tratando de no llorar. Quizás, por un segundo, se había plantado una pequeña y minúscula semillita de ilusión en su mente, creyendo que el hombre realmente los quería, que había cambiado esa mentalidad que tenia de tener hijos para no hacerse cargo. Que esa irresponsabilidad era culpa de su adicción, y no que realmente no los quería en lo más mínimo.

Fue a la cocina a buscar un vaso de agua, necesitaba calmarse. Vio como sus hermanos estaban sentados en la mesa, viendo dibujitos en la televisión, desconociendo totalmente lo que acababa de pasar. Iba a tener que mentalizarse para hablar con su madre al respecto, pero ahora no quería pensar en eso, solo quería descansar. Apago la tele y mando a sus hermanitos a dormir, prácticamente arrastrándolos a sus habitaciones.

Cuando termino, se permitió subir a su cuarto y tirarse en la cama. Estaba detonado, solo quería dormir y olvidarse de todo lo que había pasado. Agarro su celular, para darle las buenas noches al mayor, como hacia siempre. No sabía muy bien cuando había empezado a hacerlo, pero le gustaba saludarlo cuando se iba a dormir y despertarse con un mensaje del azabache deseándole los buenos días. Siempre se quedaba sonriendo como tonto con esos gestos tan simples que el chico tenía con él.

Así que, decidido a saludarlo, desbloqueo su celular. Sin embargo, se sorprendió al ver las notificaciones en su pantalla. Tenía una llamada perdida de Levi. Varias. Se le hizo un poco extraño, el cordobés nunca lo llamaba, no sin avisar antes, pero no tenía mensajes de él pidiéndole de hacer llamada. Quiso pegarse a sí mismo por tener esa mala costumbre de poner siempre el teléfono en silencio. Escribió un par de mensajes rápidos, a modo de disculpas, y para cuando quiso darse cuenta, esas dos palabras, aquellas cinco letras de significado tan profundo ya estaban en la pantalla.

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ChorroWhere stories live. Discover now