Capítulo 4

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El moreno seguía feliz cuando llego a su casa. Se había rateado de la escuela por primera vez en años, los recuerdos de un preadolescente, de unos doce u onece años, escapándose de la escuela con sus amigos lo invadieron. Miles de imágenes de esos días llegaron a su memoria. Pero lo más importante de todo, tenía el número de Levi. Lo había convencido de pasárselo durante un momento del camino a la mercería, cuando descubrieron que a ambos les gustaba el FIFA. El pelinegro se lo pidió, diciendo que así podrían ponerse de acuerdo para jugar algún día juntos. Y sorprendentemente, para fortuna del bonaerense, el más bajito acepto.

Eren no dudo. Apenas llego a su casa, tiro la mochila en el sillón y le mandó un mensaje. A los pocos minutos, recibió una respuesta. Estaba tan concentrado mirando la pantalla de su celular, que no escucho los pasos de su madre.

—¿Y esa sonrisa? —pregunto su mamá— ¿andas hablando con alguna noviecita?

El moreno inmediatamente borro la sonrisa de su rostro y chasqueo la lengua— Na' que ver vieja. ¿Qué deci'?

—Ay bueno Eren, tampoco es para que te pongas así. Por todo te pones a la defensiva vos.

—Es que andas preguntando cosas que nada que ver ma. —dijo el chico, bufando.

—¿Qué tiene? Capaz conociste a alguna chica en el colegio. Y mal no te vendría, a ver si te encamina un poco.

Eren suspiro —No viejita, es un chico que conocí el otro día

—No me gusta cómo suena eso eh. Ya sabes que no quiero que tengas mala junta —le reclamo su madre.

—Uh, que rompe bolas que sos. Te dije que es un pibe que conocí hace poco en... —el moreno se quedó pensando. ¿Qué le iba a decir a su madre? Era una historia un tanto complicada de contar. Su progenitora lo miraba, expectante de una respuesta— la librería.

—¿La librería?

—Si. me pidieron una cartulina cuando ya estaba llegando a la nocturna, así que fui a la compré. El chico era el que estaba atendiendo.

La mujer frunció el ceño. No le creía del todo a su hijo, pero lo dejo pasar, y el azabache suspiro, aliviado.

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Tener el número de Levi no era un impedimento para que el moreno pase por la librería, y al cordobés ya le estaba comenzando a parecer extraño. ¿Cuántos liquid paper podían perderse en un año escolar?

— No los pierdo, me los chorean —explicó Jaeger —. Mis compañeros son re ratas. Dejas la cartuchera abierta un segundo y ya te afanaron la mitad de los útiles.

Levi se rio. Recordó que, en su secundaria, también había un pequeño ladrón de útiles. Si un día alguien se olvidaba algo abajo del banco, al otro día ya no estaba. Al menos en Calchín no eran tan descarados a la hora de hurtar las pertenencias ajenas de los demás. No tanto como en Buenos Aires. Sin embargo, parecía ser de ley que todas las escuelas tenían al menos un ladrón de lapiceras y gomas de borrar, por lo que Eren le contaba.

De hecho, ambos habían estado hablando bastante estos últimos días. No al punto de hacerse amigos del alma, pero sí de conocer más del otro. El moreno muchas veces se dejaba caer por el negocio los sábados, y Levi comenzaba a creer que lo hacía apropósito. El moreno no tenía motivos para estar allí —ya que, a diferencia de Ackerman, él no debía ir a clases los sábados—. Sin embargo, esos eran los únicos días en los cuales el chico se quedaba más tiempo en el negocio, charlando durante horas con el empleado, sacando ventaja del hecho de que, durante esos días, la cantidad de clientes era nula.

Y pese a que llevaban un mes con esa extraña relación que Levi no sabía definir, aún no se habían podido coordinar para jugar FIFA. En primer lugar, no tenía ninguna consola en la casa que compartía con los demás estudiantes. Todos sus videojuegos habían quedado en Calchín, así que jugar online quedaba descartado, al menos, hasta el receso de invierno. Podía ir a la casa del moreno a jugar, pero allí erradicaba el segundo problema. Eren jamás le hizo ese ofrecimiento; aunque de haberlo hecho, Levi muy posiblemente se hubiese negado. Era demasiado introvertido y, pese a que disfrutaba de hablar con el bonaerense, seguía sin tener la confianza suficiente para salir a algún lugar con él.

El cordobés siempre había sido reservado, por lo que estaba en su naturaleza no confiar demasiado en las personas si apenas llevaba un par de semanas de conocerlas. Pero sentía que la experiencia vivida en su primer mes en la capital argentina había empeorado la situación. Moblit le había recomendado ir a un terapeuta. Levi se negó. No deseaba gastar su dinero en eso, siendo que aún seguía ahorrando para su celular. No tenía intenciones de gastar su tiempo ni su dinero en ello. Suponía que ya se le pasaría solo.

Jean había apoyado al estudiante de psicología. Estaba convencido de que aquella experiencia había dejado un trauma en el cordobés. Por suerte para Levi, Armin les pidió que lo dejen en paz, zanjando el tema de raíz. No volvieron a hablar de ello, y el oriundo de Calchín estaba agradecido por ello.

A veces, Eren se dejaba caer los sábados por la tarde noche al negocio, esperaba a que Levi cierre y luego caminaban juntos a la parada del colectivo. El moreno siempre lo acompañaba a Levi y esperaba a que tome el autobús, para después ir hacia su parada, la cual quedaba en sentido contrario. Esas eran sus máximas salidas juntos. Y en parte, esos actos del más alto eran los que hacían que Levi no pueda confiar en él. Sentía que el hombre estaba siendo demasiado amable con él. Más de lo que cualquier persona que pretende una amistad lo seria. El cordobés jamás se atrevió a preguntarle por qué se tomaba tantas molestias, lo cual era una fortuna para Eren, ya que no hubiese sabido que responder.

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Levi se había acostumbrado tanto a la presencia del moreno las tardes del primer día de cada fin de semana, que cuando ese sábado no se presentó, no pudo evitar preocuparse. Antes de salir del local para cerrarlo, decidió enviarle un mensaje. No pensaba enviarle un mensaje en la calle, ya había aprendido una lección que lo marcaria de por vida. Así que cuando minutos después su celular sonó en la parada del colectivo, espero a llegar a su casa para revisarlo.

Eren

Sí, estoy bien

Por qué, me extrañaste? Jajaja

El azabache frunció el ceño. «No» pensó.

Supongo que ya me acostumbré a que vengas los sábados, pensé que te había pasado algo, pero veo que por suerte no.


Inmediatamente, su celular sonó.

Eren

La vieja de historia nos dejo como 20 mil preguntas y se entrega el lunes

Igual recien termine. estoy muerto. si queres nos vemos mañana, total estoy al pedo

Asi no me extrañas

Levi resoplo y puso los ojos en blanco al ver el último mensaje.

Mañana estoy ocupado.

Eren

Y ahora? podemos ir a comer una pizza, qsyo

El azabache lo pensó por algunos segundos. La idea de comer pizza no sonaba mal. De hecho, sonaba mil veces mejor teniendo en cuenta que su tupper de comida para esta noche era un revuelto de cebolla y zapallitos verdes.

—Comer sano es importante —le había dicho Armin, que era el encargado de que no se la pasen comiendo comida chatarra. Posiblemente porque estudiaba nutrición.

Y si bien, el cordobés no lo negaba, los zapallitos verdes le daban ganas de vomitar. Comer saludable era bueno, pero él estaba convencido de que no había nacido para eso.

Sin darle más vueltas al asunto, Levi acepto.

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ChorroWhere stories live. Discover now