Capítulo 26 - Gena

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Llegué a casa a eso de las seis de la tarde, después de que Jason me devorase la boca en el ascensor y me dejase sin aliento ante la puerta. Cada vez me costaba más separarme de él. Esos cuatro días en Boston fueron maravillosos para mí. El poder dormir junto a él toda la noche y despertarme entre sus brazos fue algo mágico. Pero ahora, debíamos volver a la cruda realidad y vernos a escondidas o en su piso.

Mi madre estaba sentada en su pequeño sofá de lectura, hojeando las páginas de un libro. Esbozó una sincera sonrisa cuando me vio entrar y dejó el libro sobre la mesita de café que tenía al lado.

—Hola, mamá —la saludé con un beso en la mejilla.

—Hola, cielo —respondió—. ¿Te lo has pasado bien con Jason? —preguntó.

Una amplia sonrisa asomó en mi rostro al pensar en él.

—Sabes que sí —contesté con sinceridad. Me dispuse a ir a mi habitación para cambiarme de ropa, pero mamá me sujetó de la muñeca y me invitó a sentarme en el otro sofá.

—Cariño, ¿estás enamorada de él? —Me quedé fría..., o pasmada, más bien.

—¿Por- por qué me preguntas eso? —titubeé, nerviosa.

—Gena, sé lo que ocurre entre vosotros. Lo sé desde hace tiempo. —Y esa afirmación me cayó como un jarro de agua fría. ¿Qué sabía..., y cómo? —Soy tu madre, cielo, y llevo tiempo observándote. Has cambiado desde que él ha vuelto a nuestras vidas y pasáis mucho tiempo juntos. Veo cómo le miras, pero también cómo lo hace él.

—Mamá, yo... —No sabía muy bien qué decir ni cómo explicarle que esto surgió de forma espontánea, venido de unas fantasías adolescentes que jamás hubiese pensado que se harían realidad.

—No voy a regañarte, si eso es lo que temes. —Iba de sorpresa en sorpresa. Primero, porque fuese consciente de lo que ocurría entre Jason y yo, y ahora, al asegurarme que no estaba disgustada.

—¿No... no te importa que yo... que él y yo...?

—Reconozco que, al principio, me molestó un poco. Más bien me enfadó, pero luego vi el cambio tan radical que diste desde su regreso a nuestras vidas y lo acepté.

—Ma-mamá —. Fue lo único que logré articular. Ella me miró, me sonrió y me apretó una mano con delicadeza.

—El que me temo que no lo va a aceptar será tu padre, Gena. Ya sabes cómo es de rígido —dijo.

—Claro, pero él sí puede follarse a una de veinte años —bufé, molesta.

—¿Lo sabes?

—Sí, claro que lo sé. De la misma forma que fui consciente de todas con las que te fue infiel, no es que se escondiese mucho —contesté de mala gana.

—Cariño... —pronunció ella con lágrimas en los ojos.

—Ay, mamá. —Me levanté y me senté en su regazo para abrazarla—. Sé que es mi padre, pero ese cabrón no te merece. Nunca lo hizo. Deberías divorciarte y rehacer tu vida. Eres joven y muy guapa, tendrás cientos de hombres llamando a tu puerta. —Ella rio entre lágrimas.

—Qué alta estima le tienes a tu madre, hija.

—Es verdad, mamá. Siempre admiré lo hermosa que eras y ojalá yo fuese la mitad de guapa que tú.

—Cariño, eres preciosa. Que nadie te diga lo contrario —dijo y me acarició la mejilla. Me apartó el pelo de la cara y lo colocó detrás de la oreja—. Pero no me has contestado.

—¿Sobre qué?

—Si estás enamorada de Jason. —Parpadeé, no sabía muy bien qué responder a esa pregunta..., o tal vez sí porque, en realidad, fue mi amor platónico con catorce años.

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