Capítulo 38 - Gena

1.3K 78 0
                                    

El mensaje de Jason me hizo sonreír, pero también sentí un vértigo enorme apoderarse de mí. Íbamos a hacer oficial nuestra relación y estábamos seguros de que traería mucha cola. Sobre todo, detractores por el hecho de ser mi padrino más que por la diferencia de edad, pero no me importaba y al ver que él estaba convencido de seguir adelante, me sentía más segura.

—Se te ilumina tanto la cara cuando hablas con él, que voy a tener que ponerme gafas de sol —bromeó mamá. Dejé el móvil sobre la encimera de la cocina y le saqué la lengua—. Oye, respeta a tu pobre y vieja madre —exclamó y acabamos riéndonos las dos.

—¿Estás segura de que te quieres ir, mamá?

Aún no habían dictado la sentencia contra mi padre, pero todo apuntaba a que le iban a caer unos cuantos años a la sombra. Y faltaba el juicio por dedicarse a desviar dinero de la empresa y esos negocios turbios de los que Jason nos habló.

Mi madre, que aún estaba convaleciente, decidió irse a vivir una temporada con su prima, Gladis, a New Haven. Quería pasar página y alejarse de la Gran Manzana para siempre, y no la culpaba. Yo misma me iba a mudar a Boston con Jason, pero me esperaba que ella se viniera con nosotros.

—Ya lo hablamos, cielo. Es lo mejor —me contestó mientras revolvía el té en su taza.

—No, lo mejor es que te vengas con nosotros a Boston. —Ella se rio.

—¿Y hacer qué, cariño? ¿Incordiaros en vuestra nueva vida juntos?

—Mamá, no incordias y estoy segura de que Jason me daría la razón.

—Ya lo he hablado con él y acepta mi decisión —me confirmó. Mierda, el cabrón no me había dicho nada. Tendré que castigarlo cuando llegue a casa.

—¿Has pensado en volver a ejercer de profesora de piano o a dar clases de música? —le pregunté. Cogí mi bebida y le di un sorbo. Le había echado hielo, pero seguía caliente, así que fui al congelador a por más cubitos.

—Sí, lo he sopesado mucho, pero, al igual que tú, necesito tomarme un año sabático de mi vida.

Cerré la nevera y volví a mi sitio. Eché el hielo dentro de la taza y revolví.

—No te importa, ¿verdad? —pregunté antes de comprobar que estaba listo para tomarse.

—¿El qué?

—Mi decisión de retrasar el ir a la universidad.

—Si te soy sincera, preferiría que fueses y aprovechases a estudiar ahora, pero respeto tu decisión. La entiendo, más bien. Ambas hemos pasado por mucho y nos debemos mimarnos —me respondió con la calma con la que siempre me daba su opinión. Sonreí —¿Qué? —quiso saber.

—Nada, es que Jason me dijo lo mismo.

—Porque es un hombre cabal y sabe lo que cuesta ganarse las habichuelas.

—Bueno, él creo su primera empresa con dieciséis años...

—Lo sé, estuve en el proceso, y también lo vi estudiar sin descanso para mejorar y convertirse en el hombre que es hoy en día. En el empresario que es. Jason estudió mucho para ser aceptado en las mejores universidades del país, y sin dejar de trabajar. A pesar de lo que muchas malas lenguas iban contando, nunca fue un juerguista mujeriego, pero no se molestó en desmentir los rumores. Él es así, no pierde el tiempo ni piensa en la opinión del populacho —me contó mamá. Ya sabía todas esas cosas porque eran temas que se hablaron mucho en casa, pero ahora lo veía todo de forma diferente.

—Quiere hacer pública nuestra relación.

—Lo sé. —La miré sorprendida—. Somos amigos, ¿recuerdas? —Asentí a la vez que esbocé una sonrisa—. Él siempre ha buscado consejo en mí, Gena, y espero que lo siga haciendo o me veré obligada a ejercer de madre protectora —dijo.

Juego prohibidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora