Capítulo 16 - Gena

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—Necesito tomar el aire —exhalé en cuanto llegué a la altura de mis amigas.

El baile con Jason me desconcertó. No entendía nada. Su cuerpo me decía a gritos que me deseaba, que quería más de mí, pero él no hacía más que alejarme con las palabras.

—¿Estás bien, Gen? —preguntó Annie.

—No —contesté sin más.

—Menudo baile que os habéis marcado, amiga —comentó Marion.

—Un error más de muchos en mi vida, al perecer —dije con frustración.

—¿Qué te ha dicho? —insistió Annie.

—Luego os lo cuento. Ahora, voy al servicio. —Y salí del gimnasio en busca de los aseos para alumnos que había antes de llegar a los vestuarios.

Por el pasillo, me crucé con varias compañeras que volvían a la pista de baile entre risas y confidencias. Doblé la esquina, dejando atrás las aulas del primer piso, y caminé airada hasta el servicio de alumnas.

Abrí la puerta de un empujón. Por suerte para mí, no había nadie. Lo primero que hice fue liberar la vejiga, que llevaba tiempo gritando por ser vaciada. Me limpié bien y salí. Apoyé ambas manos sobre uno de los lavamanos y me miré en el espejo en busca de una respuesta a mi desconcierto.

Presioné el botón del grifo y dejé el agua correr unos minutos hasta que metí ambas manos bajo el chorro tibio. Cerré los ojos y tomé aire hasta llenar los pulmones. Luego, lo dejé ir en un largo suspiro y me fui a por papel para secarme las manos.

La puerta del servicio se abrió de golpe y la figura que vi ante mí, me dejó en shock.

—¿Qué haces aquí? —pregunté, queriendo sonar fría e indiferente.

—Vamos, nena. ¿Así es cómo me vas a tratar a partir de ahora?

—Déjame en paz, David —aseveré. Lancé la bola de papel a la papelera y corrí hacia la puerta, pero él me detuvo.

Me cogió con fuerza de la cintura y me llevó hasta el interior de uno de los aseos. Cerró la puerta y me empujó contra la pared.

—Suéltame o grito —le amenacé.

—Mmm, eso me excita, Gen. Me encanta que grites, ya lo sabes. —Se acercó a mí, oprimiendo su cuerpo contra el mío—. Me pones muy cachondo, ¿lo sabías? —pronunció tan cerca de mi boca que pude notar su aliento.

Intenté empujarlo, pero era más fuerte y pesado que yo. Me sacudí, pero eso lo excitó más.

—Dios, si te sigues frotando así, me voy a correr en los pantalones —jadeó.

Quiso apoderarse de mi boca, pero giré la cabeza hacia un lado. Fue entonces cuando lamió mi cara mientras manoseaba mi cuerpo.

—David..., por favor..., no, para —supliqué. No me podía creer que volviese a suceder otra vez, la misma acción y casi en el mismo lugar.

—Los muchachos me han contado que eres magnífica chupándola, pero yo quiero follarte, nena. Como lo hice la primera vez, ¿te acuerdas? Te la metí bien hasta el fondo contra esas taquillas y tú...

—Yo no quería, David —gemí con lágrimas en los ojos. Lo volví a empujar, pero no conseguí nada.

—Dios, estás tan buena, Gena. —Tomó uno de mis pechos y lo estrujó con tanta fuerza que me hizo daño—. Quiero morderte las tetas —dijo y tiró del tirante de mi vestido hasta rasgarlo, arañándome la base del cuello de paso.

—¡No! —exclamé.

De alguna forma, logré separarme lo suficiente de él como para darle un rodillazo en la entrepierna y hacerlo doblarse sobre sí mismo. Mi instinto de supervivencia se apoderó de mí, salté por encima de él y salí corriendo del baño.

Juego prohibidosWhere stories live. Discover now