Capítulo 32 - Jason

1.6K 79 0
                                    

No sabía quién de los dos estaba más ansioso por ver a Gwendy, si Gena o yo. Cuando me llamaron para informarnos de su estado y que la iban a subir a planta, mi corazón no sabía si pararse o explotar de la alegría. Mi amiga había salido de la zona de peligro y ya estaba consciente del todo.

Nos vestimos a la carrera para llegar cuanto antes. Gena golpeaba el suelo del ascensor con el pie, ansiosa. Le cogí de la mano y le di un ligero apretón para que se calmase. Ella me miró y exhaló el aire contenido, con un intenso brillo en los ojos. La atraje hacia mí y la besé de forma sutil, pero suficiente para que se relajase.

—¿Está consciente del todo? —murmuró. Temblaba entre mis brazos, labios incluidos.

—Tenía el manos libres puesto cuando llamó el doctor, así que ya sabes que sí.

—Ya, es que... Joder, me duele el estómago.

—Mi amor, cálmate. Todo irá bien, mamá está bien y en unos minutos la verás. —Gena pegó la cara contra mi pecho y aspiró con fuerza.

—Mmm, hueles siempre tan bien... —No pude evitar reírme ante esa expresión tan... suya—, y me encanta que me llames mi amor —dijo. Levantó la cabeza para mirarme.

Admiré cada centímetro de su rostro, le acaricié el contorno con suavidad y bajé los labios hasta rozar los suyos con un leve beso.

—Es lo que eres: mi amor, mi vida, mi cielo... mi todo y mi nada; calor y frío; calma y tempestad. —Gena suspiró, se puso de puntillas y me dio un suave beso. Quise apretarla contra mí y profundizar más en su boca, pero las puertas del ascensor se abrieron al llegar al garaje.

Subimos al coche y salimos de allí, dejando un sonoro rugir al acelerar.

No estábamos muy lejos del hospital, pero conducir por la gran manzana era toda una odisea. Por no hablar de todos los cambios de dirección que había que hacer para llegar a un punto. Lo que en línea recta serían diez minutos, en coche podría alargarse la cosa hasta cuarenta minutos o más. Sobre todo, a horas punta.

En uno de los giros de volante que hice, la vi observarme y mostrar una amplia sonrisa.

—¿Qué? —quise saber.

—Nada, es solo que... Soy tan feliz contigo que a veces pienso que esto es uno de mis sueños.

—Un día tendrás que contarme qué soñabas conmigo, exactamente, y lo que hacías. —Cambié de marcha para reducir y tomar un atajo por un callejón a nuestra izquierda.

—¿Quieres que me masturbe para ti? —Me atraganté cuando hizo esa pregunta, con ese tono pícaro y travieso que solo ella sabía poner. Mi entrepierna protestó y sentí el tirón de mi erección. Me moví incómodo en el asiento—. ¿Ocurre algo?

—Mejor no hablemos de esto mientras conduzco, podríamos tener un accidente —dije. Me coloqué mejor de nuevo y noté el roce de mi dureza contra la ropa. Ella se rio divertida. Le encantaba provocarme—. Se lo haré pagar caro, señorita —juré.

—Mmm, lo estoy deseando...

—Joder, Gena —jadeé.

—No he hecho nada. —La vi morderse el labio y rozarse contra el asiento de forma sutil y seductora.

—Señor, dame paciencia —recé, aferrado al volante del coche con fuerza. Se carcajeó, así que estiré la mano y le pellizqué el muslo.

—¡Jason! —protestó.

—Así te estás quieta. —Maldijo entre risas mientras se frotaba la pierna y sentí celos de esa mano que rozaba una piel que era mía.

Llegamos al hospital y fuimos directos a la habitación que nos indicaron. En esa zona del edificio había algo más de calma, los sanitarios no iban tan ajetreados de un lado para otro como en urgencias. Cuando entramos en la habitación, Gwendy nos recibió con una amplia sonrisa.

Juego prohibidosOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz